25

Oct

2022

ARTÍCULO DE OPINIÓN

Un puente con el otro

Tomar la perspectiva del otro es salir de mí mismo para mirar la situación desde la posición del protagonista y esforzarme por ponerme “en su piel”.  Los consejos se reciben mejor si nos sentimos escuchados.

Por Renata Coronado. 25 octubre, 2022.

Recuerdo que, una vez, mientras esperaba que el semáforo cambiara a verde, una mujer (de unos 50 años) se acercó para pedirme que le comprara unos caramelos. La miré y le dije que lo sentía mucho, pues no tenía dinero en ese momento. Ella sonrió y me dijo algo que no he olvidado: “Otras personas han subido la luna de su auto cuando me he acercado o pasan de largo sin mirarme. Tú, al menos, me has mirado y me has regalado una sonrisa. Gracias”. No supe qué decir, solo sonreí y asentí con la cabeza.

Esa anécdota me hace pensar en las veces en que he pasado de largo, y me lleva a reflexionar sobre la empatía que, a veces, confundimos con el sentir lástima por alguien.  Definir esta virtud o “habilidad blanda” – como está de moda llamarla – puede ser sencillo, “es ponerse en los zapatos del otro”. Lo realmente difícil es vivirla.  La empatía es más bien un conjunto de virtudes o, al menos, requiere de un conjunto de estas.

Quizás la primera barrera para vivir la empatía es nuestra rapidez para juzgar a los demás. Precisamente, no juzgar es uno de los rasgos esenciales de la empatía identificados por Theresa Wiseman, investigadora que ha profundizado en el tema. Cuando juzgamos nos ponemos inmediatamente en un escalón superior y miramos desde allí al otro; pero, para escuchar tenemos que mirar de frente, no desde arriba.

Si escuchamos de verdad, prestando atención y haciendo contacto visual, podremos comprender la perspectiva del otro. Esto también es un rasgo esencial de la empatía. A veces, cuando alguien nos cuenta su problema, en el fondo pensamos: “no es para tanto, a mí me pasó lo mismo” y minimizamos lo que nos dice con un “al menos tienes trabajo/salud/familia”. Olvidamos que el otro es un alguien distinto a mí, que lo que a mí me afecta menos, en otros puede tener un efecto distinto. No está mal ser optimista, pero las personas también necesitamos sentirnos comprendidas. Tomar la perspectiva del otro es salir de mí mismo para mirar la situación desde la posición del protagonista y esforzarme por ponerme “en su piel”.  Los consejos se reciben mejor si nos sentimos escuchados y realmente importantes, lo que no es igual a darle siempre la razón al otro, en cuanto a su visión del problema, pero sí validar cómo se siente.

Ser empático no se limita a ser espectador del que sufre y sentir lástima, o incluso derramar algunas lágrimas, sino que impulsa a actuar para aliviar el sufrimiento ajeno y el que se produce en uno mismo.

No siempre tendrás la solución al problema de tus amigos, pero puedes hacerles saber que estás ahí para acompañarlos en los momentos difíciles. Quizás no tengas dinero o algo que dar a las personas en situación de pobreza, pero siempre puedes mirarlas, saludarlas, hacerlas sentir que existen y que no son invisibles para ti. Esto implica no mirar a otro lado sino, detenernos un rato y preguntarnos ¿cómo se sentirá ser una persona sin hogar, sin trabajo y quizás hasta sin familia?

Tal vez, lo más complejo de ejercitar la empatía es atrevernos a ser vulnerables. Realmente, implica salir de nuestra zona de confort, entender la perspectiva del otro, descubrir en mí sus emociones y permitirme sentirlas.

Además, hoy contamos con múltiples distracciones para evadir lo desagradable. La psiquiatra Marián Rojas explica que el mundo digital -notificaciones, redes sociales, mensajes- nos mantiene en un estado constante de alerta, lo que nos inhibe de conectar con nuestra realidad, con las personas y sus necesidades. En pocas palabras, el vivir pendiente de los dispositivos no nos ayuda a practicar la empatía en la vida real y ordinaria.

Puede sonar difícil y complicado, pero las cosas más importantes en la vida toman tiempo y esfuerzo. Si queremos construir relaciones significativas, que llenen nuestra vida de sentido, no podemos prescindir de la empatía. Un buen lugar para empezar es nuestro hogar, con nuestra familia.

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