En el contexto del uso de la inteligencia artificial, el profesor debe promover el pensamiento crítico de sus alumnos. Este desafío supone una dedicación personal, formación continua y ética en el quehacer educativo.
Por Claudia Mezones. 19 agosto, 2025. Publicado en el Diario Correo, el 17 de agosto 2025
Existe la idea de que la carrera de Educación es un quehacer relativamente fácil. Esta valoración se ha engastado en la sociedad, pues poco se valora que ser profesor requiere de una formación rigurosa del conocimiento intelectual, socioemocional y ético. Un profesor es un modelo a seguir, se espera que sea luz del conocimiento y que transmita admiración en la formación que imparte. De acuerdo con Isaacs (2008, p.22), “su primer deber es dominar la materia y, a continuación, seguir estudiando para no entrar en una rutina en sus explicaciones, que no es saludable para los alumnos”.
En el contexto actual, este rol se ve desafiado por la inmediatez de la información y el alcance de los recursos tecnológicos. La inteligencia artificial ha entrado a ocupar los antiguos espacios enciclopédicos y las horas largas de organización y construcción del intelecto humano. En este contexto, el profesor debe aprender a integrar en su quehacer la IA como un recurso de enseñanza-aprendizaje y de apoyo a sus actividades académicas de preparación, organización y resultados de su trabajo docente. Así como, aprender a tomar posturas críticas frente a sus alumnos, a formar el pensamiento crítico en entornos que lo envuelven en aplicaciones técnicas y repeticiones mecánicas.
Este desafío supone dedicación personal, formación continua y ética en el quehacer educativo. Es penoso que algunos colegas estén acudiendo a la IA para “llenar” sus informes de evaluación, por lo que proporcionan información que no es fruto del seguimiento de sus alumnos en las aulas. Hay que desterrar estas malas prácticas y promover el uso responsable de la IA en una profesión que toca el ser personal y es luz de la humanidad.








