28

Feb

2022

Artículo de opinión

La trascendencia de una educación visionaria

Para concretar una iniciativa de mejora, como cualquier emprendimiento, debe haber: convicción, confianza, un equipo humano capaz de liderar las actividades y, obviamente, claridad sobre lo que se quiere hacer.

Por Moises Pariahuache. 28 febrero, 2022. Publicado en El Peruano, el 26 de febrero de 2022.

La existencia de sociedades con amplios niveles de libertad, seguridad y prosperidad son evidencia de la gestión del capital humano; generan una cultura en la que se puede vivir con dignidad y esperanza. La estrategia es implementar un servicio educativo que valore a la persona, forje buenos principios y afiance competencias operativas; priorizar el desarrollo de capacidades en las personas es el mejor medio para darle sentido a la vida, crecer en humanidad y consolidar una sociedad más justa.

Un medio estratégico y sostenible que tienen los estados para impulsar el progreso de sus ciudadanos es encaminar de forma visionaria sus sistemas educativos; en ese sentido, siendo el educativo un rol constitucional del estado (Artículo 16 y 17 de la CPP) resulta oportuno fortalecer la autonomía de los distintos órganos descentralizados del Ministerio de Educación para que implementen mecanismos de diálogo y cooperación con los diferentes actores del entorno y hagan posible que haya condiciones para una educación de calidad, que esté al alcance de todas las personas.

Para concretar una iniciativa de mejora, como cualquier emprendimiento, debe haber: convicción, confianza, un equipo humano capaz de liderar las actividades y, obviamente, claridad sobre lo que se quiere hacer. Para tener claridad en el “qué hacer” para mejorar, se puede partir de una perspectiva teórica que, necesariamente, tiene que continuarse en la concertación con los demás agentes, puesto que la educación es una actividad social. En los procesos educativos confluyen diferentes voluntades, principalmente la del aprendiz y la del educador; si ambos actores están persuadidos de la importancia de los nuevos saberes, seguro que encontrarán el medio para adquirirlos.

La práctica educativa no puede ser una mera ejecución de una tarea delegada, sino la realización sistemática de actividades orientadas a ayudar a crecer al otro. Conviene prestar atención a los elementos que configuran el servicio educativo: el fin que se persigue, los contenidos en los que se apoya, los modos cómo se realiza, entre otros. En todos esos aspectos hay ciencia y se puede dialogar para establecer consensos.

A modo de ejemplo, si la educación debe promover el desarrollo integral: ¿resultaría pertinente pensar en una educación básica que ayude a la conquista de la felicidad? Cabe advertir que, a menudo hay confusión entre felicidad y bienestar. Ambos son valorados desde la experiencia personal, la primera esta relacionada con el efecto surgido del perfeccionamiento de capacidades (el niño cuando aprende algo deseado se pone feliz y esa felicidad no se la quita nadie); en tanto, el bienestar es más subjetivo, volátil y siempre se quiere más (un estudiante podría sentirse bien con un dispositivo tecnológico de última generación, pero luego descubre que ya no le llena y quiere más). Visto así, lo propio del ser humano sería educarse para ir más allá de la búsqueda del bienestar. En un sentido análogo, reflexiona la filósofa Emily Esfahani quien establece la diferencia entre las personas que se empeñan en buscar la felicidad y las que apuestan en vivir una vida con sentido.

Desde el punto de vista teleológico: ¿qué se está priorizando en la educación básica: la felicidad o la búsqueda de sentido? Desde una concepción amplia de felicidad (entendida como fin supremo de la vida humana), no se descarta lo segundo; pero, en el entendimiento colectivo, se encuentra mayor profundidad con la segunda idea. En la práctica (según Emily Esfahani, 2017): las personas que orientan su vida a hacer algo que les dé sentido muestran una mayor estabilidad en su ser y compromiso en sus comportamientos.

Los principales elementos que facilitan una vida con sentido son: el sentido de pertenencia a una comunidad (de ahí la importancia de que los centros educativos tengan un plan de acogida y convivencia), la claridad en el propósito de vida (descubrir el proyecto de vida) y una adecuada conciencia de sí mismo (una estima personal que crece en función del enriquecimiento de la intimidad personal)

La concepción de los fines incide de forma transversal en toda la práctica educativa, de ahí la importancia de poner en común las convicciones sobre esta tarea y disponerse a consensos que hagan posible que las sociedades – como lo planteaba Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998- desarrollen capacidades básicas en todas las personas para que tengan condiciones de desarrollar los proyectos de vida que aprecian como valiosos para sí; es decir: formar personas libres y auténticas.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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