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Dic

2021

Juan Neyra le dice “hasta luego” a la Universidad de Piura

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Cuando llegó a la UDEP (1988), Juan no tuvo duda de que había encontrado una institución sólida, fundada en valores donde podía sentirse en familia. Hoy, más de tres décadas después, se retira.

Por Koko Zavala. 13 diciembre, 2021.

Juan Neyra, Juancito para muchos de sus amigos, se retira de la Universidad de Piura, para afrontar, con fe y esfuerzo, esa nueva etapa que, al comienzo, provoca un poco de tristeza, nostalgia y temor por el mañana, pero que tiene como recompensa disfrutar el calor del hogar con su amada familia, aquella que a lo largo de más de 30 años forjó con mucha ilusión y con la satisfacción del deber cumplido.

Llegó a la UDEP en 1988. Su hermano Ciriaco, aquel solitario vigilante nocturno de las zonas del radar y las lagunas de oxidación, que antaño recorría el campus a caballo, fue quien lo animó a venir a la universidad. Comenzó en el área de mantenimiento.

En poco tiempo, Juancito se compenetró con el exigente y agotador ambiente de trabajo de dicha área, que realizaba siempre animado por los consejos de sus compañeros y de los profesores y administrativos, como Rafael Valera y Pablo Valladares. “Era como si mi familia trabajara conmigo”, sostiene.

En este ambiente fortalece su devoción y fe cristianas, al conocer las enseñanzas del fundador de la universidad, San Josemaría Escrivá. Así, el 2002, sacando recursos de donde no había, viaja a Roma para la Canonización del entonces beato. Cumplía una promesa de agradecimiento por todo lo que venían recibiendo él y su familia. “Era la primera vez que viajaba en avión, así que imagina lo nervioso que estaba”, cuenta a manera de anécdota.

Poco después, pasa al área de conserjería, donde por su carácter afable, siempre presto a brindar apoyo a quien lo requería, se convierte en uno de los conserjes más visibles y queridos de Campus Piura.

“En la universidad he ganado muy buenos amigos y, sobre todo, mucha experiencia, al punto de sentirme orgulloso de formar parte de esta numerosa familia que me ha enseñado a conseguir logros muy importantes como el educar a mis hijos”, expresa.

Juan es el bastión principal de su hogar, formado con Delia Símbala Vega, en el cual nacieron Juan Ricardo, Miguel Eduardo, Brenda del Pilar y Pedro Alberto. Los dos primeros estudiaron en la entonces Escuela Tecnológica Superior de la UDEP; y, el último terminó recientemente la carrera de Ingeniería Civil. “Todo esto se lo debo a San Josemaría”, recalca.

Nueva oportunidad
En noviembre del 2019, la salud de Juancito se vio seriamente resquebrajada, causando honda preocupación en su familia. amigos y compañeros de trabajo. Y, aunque en un primer momento anímicamente se desmoronó, no dudó en elevar sus oraciones al santo protector de esta universidad.

Hoy, pese a no estar aún fuera de peligro, Juan tiene la firme convicción de que saldrá adelante “Sé que Dios me está dando una segunda oportunidad… Debo aprovecharla para expresar mi profundo agradecimiento a todos los que se preocuparon por mi salud, en especial al rector Antonio Abruña, a mi familia, a los sacerdotes que permanentemente estaban en contacto conmigo y a todos los amigos, pues gracias a sus oraciones, pude recuperarme”, expresa.

Tiempos de pandemia
El rostro de Juan se entristece al recordar varios compañeros que han partido a causa de la COVID-19, pero se recompone y con mucha seguridad afirma: “Esto va a pasar…La universidad en estos tiempos de pandemia sin sus estudiantes y trabajadores no refleja completamente lo que es esta institución; pero, lo que subsiste es ese espíritu que mantienen en alto, con su trabajo desde casa, vinculados y compartiendo una misma misión de servicio a la región y al país”, comenta.

Rolando Castillo, uno de sus primeros compañeros de trabajo de Juan, destaca su afán colaborativo, priorizando la educación y salud para sus hijos y esposa, inclusive para las familias de sus compañeros. “Los profesores recordarán el apoyo para sus clases, con la instalación de una laptop, una multimedia y que no falten las tizas y una mota. Juan supo asimilar bien el espíritu de la UDEP”.

De Juan Neyra, Sandra Orejuela, decana de la Facultad de Comunicación destaca “su espíritu de servicio y la alegría con hacía todo. Siempre minimizaba lo que a veces se podía presentar como un impase y cuando llegaba para ayudar daba serenidad y gastaba una broma que quitaba el hierro al contratiempo. Muchas gracias, Juan por tu sonrisa y aliento. Gracias a tu trabajo se han formado muchas personas”.

“Cuando vine a trabajar a la UDEP, fue uno de los primeros en brindarme su amistad y hospitalidad. Cuando uno llega a esta universidad nos enseñan a quererla y a ponernos la camiseta, pero lo de Juan era ya un extremo. Se identificaba al 200% con la universidad y todas las facultades”, refiere Pablo Valladares, del área de posgrado de Ciencias Económicas y Empresariales.

En el 2013, continúa “recibimos la medalla de 25 años de servicio. No olvido lo feliz y orgulloso que estaba junto a su esposa e hijos: recuerdo que muy emocionado me dijo ‘Pablito, el día que me vaya me iré por la puerta grande…’, y, en realidad, así ha sido, se lo ha ganado a pulso”.

Toña Calopiña, de la Facultad de Ciencias de la Educación, precisa: “recuerdo al ‘joven Neyra’ desde mi época de alumna udepina. Lo veía siempre yendo de un lado a otro moviendo cosas o ayudando a alguien. En especial, recuerdo cuando entraba en las aulas y nos llamaba la atención porque nos habíamos sentado sobre las mesas, o en las gradas de las escaleras, muy serio él, pero siempre muy correcto y ceremonioso”.

Ya como trabajadora, añade, “en mis inicios en la Facultad de Derecho fue conserje de esta, y desde ahí entablamos una gran amistad. Siempre encontraba soluciones cuando algo no salía como estaba previsto; te enseñaba cómo se disponían las cosas según el estilo de la universidad, siempre con gran cariño y buen humor. También fui testigo de las campañas de solidaridad que realizaba en favor de sus vecinos y comunidad, del rigor y ejemplo con que siempre guio a sus hijos, de cómo les enseñó a trabajar como él lo había aprendido”.

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