La realidad siempre se nos va a aparecer como algo imposible de dominar del todo; especialmente, en lo referido al mundo interior de las personas.

Por Crisanto Pérez Esain. 14 diciembre, 2020.

Foto: Archivo UDEP.

Tres son las cuestiones que debemos formularnos cuando nos enfrentamos a la relación entre la ficción y la realidad en el contexto de la novela y del cuento: cuál es la razón por la que el hombre escribe y lee ficción, qué hay de la realidad que nos rodea en la novela y cómo puede la ficción transformar nuestro conocimiento del mundo.

La relación entre la realidad y la ficción tiene mucho que ver con la capacidad de saber. La realidad siempre se nos va a aparecer como algo imposible de dominar del todo; especialmente, en lo referido al mundo interior de las personas. No podemos pretender conocer, por ejemplo, la conciencia ajena sin convertirla en una conciencia alienada; de ahí la imposibilidad de llegar a conocer todo y el carácter insaciable de la sed de conocimiento del ser humano.

No ocurre lo mismo, sin embargo, en el mundo de ficción, gobernado por una conciencia que domina a todas las demás. Cohn, dentro de su peculiar sentido práctico, aboga por este elemento para distinguir claramente entre lo que se puede saber y no se puede saber, entre lo que se es y lo que no se puede ser. Curiosamente, la realidad aparece, en su complejidad, relacionada con la imperfección del conocimiento humano.

Es entonces cuando nos enfrentamos a una de las características de la narrativa moderna, el carácter cada vez más parcial de su ficcionalidad, como el hecho de que en ella quepan, como en ninguna otra muestra literaria, reflexiones sobre sí misma, sobre los límites entre la ficción que contiene y la realidad con que asume sus propias limitaciones. De este modo, encontramos combinados elementos de naturaleza ficticia con reflexiones sobre la propia limitación de la realidad. Válganos como ejemplo uno de los cuentos menos conocidos y comentados de Julio Ramón Ribeyro, «El desenlace». En él, un escritor somete a opinión de sus amigos el mejor final para un cuento que trata sobre la infidelidad matrimonial. El protagonista se ha dado cuenta de que su esposa le ha sido casi sistemáticamente infiel. Los amigos proponen diferentes finales para el cuento, que van desde el del perdón resignado hasta el de la reconciliación consciente, pasando por la separación e incluso por el suicidio.

Terminada la velada y marchados los amigos, el escritor decide culminar el cuento, luego de lo cual saca una pistola y mata a su esposa. No sabemos qué camino ha tomado el escritor personaje para terminar su cuento; pero, las posibilidades arriba mencionadas (y que él manejaba) se han visto superadas por la que elige en su caso.

Así, este cuento, juego entre la realidad y la ficción en primer lugar, se ha convertido en una denuncia de las limitaciones de la ficción a la hora de afrontar la realidad. Sin embargo, la ficción narrativa es capaz de reconocer dentro de sí su propia hibridez, pues como hemos visto en el cuento, el escritor protagonista mata a su esposa dentro de la ficción primaria, por lo que emplea la ficción literaria para mostrar que la realidad supera siempre a la ficción.

Como vemos, todo puede ser abarcado por la ficción. Tal es así que en la modernidad, como en ningún otro momento, la literatura ha tendido a la autorreferencialidad. Si por medio de la literatura se podía ofrecer una versión más comprensible de la realidad, más ordenada o caótica, según los casos, lo ajeno dejará paso a lo propio, de tal forma que la narración de la propia vida pase de entenderse dentro de la historia a entenderse en la ribera de la literatura.

El recuerdo se reivindica como algo inmaterial y recurrente. Al fin y al cabo, la memoria selecciona previamente lo que pretendemos rescatar de nuestro pasado y hace uso de la ficción, para que este “rellene” los “huecos”, los agujeros negros que la edad o nuestra salud mental o nuestra idea de nosotros mismos han creado; como si los retales de los recuerdos fueran unidos por el hilo de la ficción. La ficción da un orden lógico a lo que no tiene lógica; pero, además, comienza desde el momento en que el autor cae en la ilusión de pensar que por medio del ejercicio de narrar podrá recuperar lo pasado.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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