02

Mar

2016

Crisanto Pérez Esaín

Centenario de Henry James: Cuando un neoyorquino escribe sobre Europa

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Crisanto Pérez Esaín, docente de la Facultad de Humanidades, señala las singularidades de la obra del literato Henry James.

Por Crisanto Pérez Esain. 02 marzo, 2016.

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La literatura de un norteamericano en Europa

Henry James, neoyorkino de nacimiento (1843) morirá londinense (1916), y será precisamente ese uno de los temas fundamentales de sus novelas: los norteamericanos en Europa (Londres, París, Roma o Venecia) y, sobre todo, las diferencias entre los estadounidenses y los ingleses, contraponiendo la supuesta inocencia norteamericana frente a la sofisticación europea. Luego de comenzar su carrera literaria en Estados Unidos, James conocerá en París a muchos de los escritores de mayor éxito en su momento, como al ruso Turgeniev o a los franceses Maupassant o Zola. En 1869 se instalará definitivamente en Londres, y un año antes de su muerte pedirá la nacionalidad inglesa.

El narrador agudo

James era partidario de la inteligencia sobre la emoción en la narrativa, y por ello es frecuente que sus novelas estén desprovistas de diálogos directos. En ellas prima siempre la presencia de un narrador agudo, especialmente en la forma de mirar el mundo exterior, y sobre todo interior, de sus personajes.

El punto de vista de Henry

James es uno de los primeros novelistas conscientes de la importancia que el punto de vista (el lugar desde el que el narrador observa a los personajes y la acción que va a narrar) tiene en la construcción del relato.

El punto de vista, además, también puede ser interior y, en su caso, tiene una afilada capacidad de penetrar en lo profundo del pensamiento de los personajes reflejado a veces en un silencio, en una mirada a los ojos o el hecho de que la otra persona contenga el aliento por un mínimo roce.

James era consciente de que la grandeza se encuentra en los detalles y que los dramas reales transcurren en la vida cotidiana. Además, debemos reconocer su habilidad para contar las evoluciones del mundo interior de sus personajes, su ejercicio en la ficción como método esforzado de comprensión de la realidad.

Crítico literario

James es de los primeros novelistas en ofrecer una mirada acuciosa y sistemática sobre la ficción narrativa, al tiempo que su producción epistolar ‒se dice que superó las diez mil cartas‒fue tal vez la más fructífera del momento. Aunque no consiga demasiado dinero con sus libros ‒su reconocimiento no llegará hasta 1940, a ambos lados del Atlántico‒, siempre se codeó con las familias adineradas inglesas, quizás por formación y también por propia preferencia personal.

Por otro lado, está el asunto del conocimiento humano que se encuentra al otro lado de la ficción. ¿Hace falta conocer toda la realidad para poder hablar de ella?, ¿o es justamente el proceso de recrear la realidad a partir de uno de sus indicios lo que nos puede llevar a los verdes terrenos de la ficción? Henry James muestra su conformidad con la segunda interrogante:

La facultad de adivinar lo invisible partiendo de lo visible, de seguir las consecuencias de las cosas, de juzgar una pieza completa por el dibujo, la condición de sentir la vida en general de un modo tan completo que le permite a uno adelantar en el camino de conocer cualquier recoveco particular de la misma; todo este conjunto de dones puede casi decirse que constituye la experiencia; y esos dones se presentan en el campo y en la ciudad, en las etapas más diversas de la educación. (El arte de la ficción, 7).


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