09

Jul

2025

  • Inicio
  • destacado
  • Pretenden extender el límite legal para investigar con embriones humanos

La ciencia busca ampliar el plazo legal para experimentar con embriones humanos, pero crecen las dudas éticas sobre el respeto a la vida desde su inicio.

Por Jaime Millás Mur. 09 julio, 2025. Publicado en Exaudi

En diciembre de 2024, la Autoridad de Fertilización Humana y Embriología (HFEA) del Reino Unido propuso al gobierno extender el límite legal de cultivo de embriones humanos de 14 a 28 días. Aunque esta propuesta aún no ha sido implementada oficialmente, podría tener repercusiones a nivel global, dado el papel pionero del Reino Unido en la regulación de la investigación con embriones. Así se recoge recientemente la noticia en la revista Nature.

Desde 1990, la “regla de los 14 días” ha sido un consenso internacional, sirviendo como límite ético y científico para la investigación embrionaria. Este plazo está basado en la aparición de la línea primitiva, un marcador clave del desarrollo embrionario que precede la individualidad del embrión. Sin embargo, los avances tecnológicos ahora permiten el cultivo más allá de este límite, lo cual abre la puerta a investigar etapas cruciales del desarrollo que ocurren entre los días 14 y 28, como el cierre del tubo neural, la formación de órganos iniciales y los precursores de gametos.

Extender este plazo permitiría comprender mejor el origen de anomalías congénitas, el desarrollo placentario y las causas de infertilidad, además de potenciar el uso de modelos embrionarios derivados de células madre. Estos modelos, que imitan etapas del desarrollo, también están sujetos a la regla de los 14 días en varios países, limitando su utilidad.

Pese a los beneficios científicos, el cambio propuesto despierta preocupaciones éticas. Algunos temen una “pendiente resbaladiza” hacia prácticas no éticamente aceptables, como la creación de embriones con fines eugenésicos. Aunque hitos como el latido cardíaco o la formación de extremidades pueden generar inquietud pública, las neuronas y circuitos necesarios para la percepción sensorial no se desarrollan hasta muchas semanas después, lo que aparentemente apoyaría desde el punto de vista ético el nuevo límite propuesto.

El artículo sugiere que cualquier cambio en el marco legal debe ser transparente, basado en evidencia científica y acompañado de una participación pública amplia. Se recomienda realizar consultas ciudadanas, paneles y foros para informar y recibir retroalimentación. La experiencia del Reino Unido en otras áreas de bioética demuestra que estos procesos pueden fomentar la confianza pública y evitar alarmismo injustificado.

Asimismo, se propone implementar proyectos piloto en centros acreditados antes de adoptar el nuevo límite de forma general. Estos experimentos deben estar supervisados por comités éticos y reguladores, con revisiones científicas periódicas. Además, es clave establecer sistemas de monitoreo en tiempo real, publicar datos anonimizados y fomentar el intercambio de información entre instituciones.

A nivel internacional, la armonización de criterios permitiría avanzar sin generar conflictos legales o éticos entre países. Si bien cada nación tiene su propio enfoque, organizaciones como la OMS o sociedades científicas internacionales podrían guiar el desarrollo de principios compartidos. Se sugiere crear una conferencia anual que reúna a expertos para revisar avances y ajustar regulaciones conforme al desarrollo científico y los valores sociales.

En conclusión, ampliar el límite de cultivo embrionario a 28 días —o hasta el cierre del tubo neural— podría abrir nuevas fronteras en medicina reproductiva y genética. Sin embargo, este paso debe darse con prudencia, supervisión rigurosa y diálogo social constante para mantener la integridad ética y la confianza pública.

Esta es la argumentación que nos presentan para retrasar a 28 días la experimentación con embriones humanos. Como se puede comprobar, se trata de razones de tipo utilitarista. Nadie puede discutir que, si dejamos crecer al embrión humano para observarlo, podremos obtener mayor conocimiento. Sin embargo, esto no es justificación para atentar contra su vida, la vida de un organismo vivo humano, de un ser humano, de una persona.

Ya la Sociedad Internacional para la investigación con Células Madre (ISSCR) propuso en 2021 eliminar la prohibición de seguir investigando con embriones humanos más allá de los 14 días. En realidad, considerar como decisivos los 14 o los 28 días para marcar el inicio de la vida humana resulta arbitrario. En 1979, el Comité Asesor de Bioética de los Estados Unidos, conocido como Ethics Advisory Board (EAB), publicó un informe el 4 de mayo en el que sostenía que el embrión humano, durante sus primeros catorce días de desarrollo —etapa en la que se forma la línea primitiva del trofoblasto, estructura precursora de la médula espinal y que coincide con la implantación y consolidación del blastocisto en el endometrio materno— no podía considerarse un individuo plenamente constituido. Según el comité, en ese periodo inicial el embrión representaba únicamente una forma de vida humana en proceso, con alta tasa de mortalidad y sin individualidad definida.

A partir de esta premisa, el informe concluyó que, en esta etapa, el embrión no debía recibir un estatus moral específico, lo cual abría la posibilidad de autorizar investigaciones científicas utilizando material embrionario, sin que su destrucción supusiera un dilema ético relevante.

Cinco años más tarde, en 1984, la Comisión Warnock del Reino Unido retomó y reforzó este enfoque en un nuevo informe que legitimaba la investigación con embriones humanos hasta los 14 días posteriores a la concepción. Esta comisión adoptó el mismo límite temporal propuesto por el EAB estadounidense, reafirmando así el carácter convencional y arbitrario de dicho umbral. En esa misma línea, una de sus integrantes, la embrióloga Dra. Anne McLaren, llegó a declarar que no puede hablarse de vida humana propiamente dicha antes de la formación de la línea primitiva en el trofoblasto, aproximadamente hacia el día 14 desde la fecundación.

Actualmente, la biología demuestra con claridad que la vida de un nuevo ser humano comienza en el momento de la fecundación, cuando el ovocito y el espermatozoide se fusionan y se forma el zigoto, con un fenotipo propio y los ejes que guiarán su desarrollo. La identidad genética del embrión, junto con los procesos epigenéticos que activan un programa de desarrollo continuo y cada vez más complejo, así como los datos aportados por la proteómica embrionaria y la información posicional de las células en proceso de diferenciación y organización desde las etapas más tempranas, contradicen la idea de que el embrión inicial carezca de una individualidad propia, como algunos han sostenido.

Desde la primera división celular, las dos células resultantes asumen funciones distintas: una originará la masa celular interna y la otra los tejidos extraembrionarios. Ignorar esta evidencia científica abre la puerta a graves consecuencias éticas, pues se pierde el respeto por la vida humana en su etapa inicial. En ese vacío, la metabioética de corte utilitarista cobra fuerza y llega a justificar lo que, en realidad, es injustificable. Si el objetivo es desarrollar nuevas terapias o conseguir órganos para trasplantes, entonces el uso de embriones humanos —que morirán al extraérseles la masa celular interna o al emplear sus células madre para formar quimeras— se presenta como válido dentro de esa lógica, donde el fin termina por justificar los medios.

Comparte: