En los primeros días después del nacimiento, muchas madres primerizas descubren una realidad emocional que nadie les advirtió. Mientras que el entorno celebra, ellas enfrentan una mezcla inesperada de sensibilidad, tristeza y agotamiento.
Por Rosa Cornejo Briceño. 11 diciembre, 2025. Publicado en diario Correo, el 9 de diciembre de 2025El “baby blues”, un fenómeno común y transitorio, aparece justo cuando la presión social exige felicidad absoluta. Este choque entre la experiencia real y la maternidad idealizada instala un sentimiento de culpa que pesa más de lo que se dice.
Desde la psicología, se entiende que este periodo es un proceso de reorganización interna. El cuerpo cambia, las hormonas fluctúan, el sueño se fragmenta y las expectativas se desmoronan. Muchas mujeres sienten que “no están siendo suficientes”, no porque falte amor, sino porque el ideal cultural de la madre perfecta sigue siendo rígido y exigente.
Aun así, la maternidad real se construye desde la humanidad, no desde la perfección. Permítete sentir sin corregirte, las emociones no son errores, sino señales de adaptación. Observa tus pensamientos sin tratarlos como verdades absolutas; la frase “no soy suficiente” suele ser solo miedo disfrazado.
Hablar con alguien de confianza puede aliviar ese nudo interno que se forma entre el cansancio y la duda. Recuerda que pedir ayuda no es fallar, sino reconocer que criar nunca fue un camino diseñado para andarlo sola. La maternidad se aprende, se practica, se construye paso a paso.
Al final, ninguna madre necesita ser perfecta, pero requiere ser acompañada, escuchada y reconocida como humana. La verdadera maternidad nace ahí, en la combinación imperfecta de amor, cansancio y aprendizaje que, lejos de restar, da forma al vínculo más profundo. Y, quizás, en esa honestidad emocional, las madres encuentren -por fin- el permiso que les hace falta para ser ellas mismas.








