Las madres, como María, son capaces de darlo todo y sacar fuerzas de donde no las hay, guiando con ternura, fe y sabiduría a sus familias, incluso en medio del dolor.
Por Carola Tueros. 12 mayo, 2025. Publicado en El Peruano el 10 de mayo de 2025.El 5 de mayo mi centro de labores organizó un desayuno por el Día de la Madre. Hubo una dinámica que consistía en responder voluntariamente algunas preguntas. Una era sobre las frases que recordábamos de nuestras mamás y otra decir a cuál madre de nuestra entidad admirábamos más. Participé mencionando una de las tantas que hasta ahora mi madre me repite: «Da siempre al otro lo que más te guste, no lo que te sobre». Cuánta verdad en dichas palabras, ya que uno debe tratar a otro como igual. No es caritativo dar las sobras o lo que ya no te agrada, sino obsequiar aquello que consideras valioso; es decir, lo que aprecias mucho o realmente te cuesta regalar. Si todos viviéramos pensando así, se impulsaría más la empatía y generosidad, pues se trata de «ponerse en los zapatos de otro» y «sentir como el otro», tratando de brindar lo mejor y no de donar para desechar lo que nos desagrada o incomoda.
Cuando llegó el momento de responder la siguiente pregunta, hice un preámbulo enunciando que todas las madres trabajadoras eran dignas de admiración y mencioné, obviamente, a una que labora actualmente en mi institución —estaba justo sentada cerca de mí—. Luego, incidí en lo más importante, el afirmar que María, madre de Jesús y madre nuestra, es y será sempiternamente la más admirable de nuestro centro de labores y de todos en general. Ella con su humildad y sencillez fue muy generosa, supo aceptar la voluntad de Dios y darnos lo mejor: su único hijo para redención de nuestras culpas. ¡Quién más que María para aplicar lo que realmente es la caridad!, ‘virtud teologal que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo’ (DLE, 2014, v. 23.8).
El mes de mayo, entonces, es muy importante porque además de festejar el Día de la Madre en muchos países —por ejemplo, el primer domingo de mayo en España, Portugal, Hungría, Sudáfrica, etc.; el segundo en Alemania, Brasil, Chile, Estados Unidos, Perú, etc.; el tercer y cuarto domingo en Polonia, Bolivia, Nicaragua, Suecia, etc.—, la Iglesia católica le confiere dicho mes, precisamente, a la Virgen María. Ella es nuestra madre primera, quien siempre nos protege y con quien seguimos creciendo cada día, espiritualmente. Y aunque oficialmente el 1 de enero es la celebración de Santa María, Madre de Dios, conmemorando la maternidad divina de María; todo mayo recordamos no solamente esta solemnidad, sino también sus apariciones (Fátima, Portugal; Lourdes, Francia; Tepeyac, México, etc.), sus milagros, sus mensajes divinos, su inmaculada concepción, su perpetua virginidad y su asunción a los cielos. El 19 de mayo, asimismo, homenajeamos a María como Madre de la Iglesia.
Qué más honor para nuestro Perú, que es devotamente «mariano», poder dedicar este mes a la reflexión, al acogimiento, al cobijarnos bajo el manto de la Virgen María; y, como hijos, reconocer errores y renovar compromisos de empatía y caridad. Seamos dignos de vivir en un país mariano profundizando en que debemos tratar al otro como a uno mismo y no hacerle lo que no nos gustaría que nos hagan. En definitiva, respetar un principio elemental de la sindéresis —«conciencia moral» como lo señala Santo Tomás de Aquino —, que se resume en «hacer el bien y evitar el mal».
Que el domingo 11 de mayo, tanto en nuestro país como en otros lugares, celebremos como se debe el Día de la Madre, que no sea un festejo material, sino un compromiso espiritual de honrar a nuestras madres con un amor permanente que se vislumbre en el recto actuar.
Felicidades a las mamis, quienes —como reflejo de nuestra madre celestial María—, son capaces de darlo todo y sacar fuerzas de donde no las hay por su familia de sangre o de corazón. Como madres, sigamos ese modelo mariano de fe, ternura, bondad y sabiduría, acogiendo el dolor como camino de liberación —contemplar el sufrir como una oportunidad de aprendizaje y no como un castigo—, firmes con la verdad, mostrando calma y, a la vez, seguridad ante cualquier circunstancia.
Pidamos a la Virgen su intercesión para que seamos constantes en la formación de generaciones con valores que nos orgullezcan con su buen obrar, pues el mejor regalo de las madres para sus hijos es una crianza positiva centrada en la ejemplaridad, mientras que el de los hijos hacia sus progenitoras, ser personas íntegras que aporten positivamente a la sociedad. ¡A brindar por el mes de la madre, el mes de María! ¡Que su arquetipo siempre prevalezca en nuestras familias!