Estos primeros días del año nos otorgan una nueva oportunidad para cultivar buenas relaciones, siempre y cuando tengamos la intención de hacerlo. Si no, es muy probable que sigamos repitiendo los mismos patrones.
Por Alvaro Daniel Villa Garcia Gonzales. 20 enero, 2025. Publicado en El PeruanoA propósito de este nuevo inicio de año, se habla mucho de pensar en los objetivos que nos trazamos, de proponernos metas y de evaluar y planificar. Siempre desde un punto de vista racional, las reflexiones de fin de año y comienzos del nuevo giran en torno a metas y proyectos. Sin embargo, estos son también momentos ideales para preguntarnos: ¿cómo hemos construido nuestros vínculos el año que terminó? ¿cómo nos gustaría que sean en el año que recién empieza?
Quizá la pregunta nos agarre por sorpresa y haga que nos preguntemos: ¿se puede evaluar la forma cómo hemos construido las relaciones con otras personas? La respuesta es sí. Y no me refiero a una prueba psicológica que lo haga por nosotros, sino a una reflexión muy personal. Hoy, en un mundo donde la tendencia es vivir apurados y siempre llenos de actividades, pareciera que nos olvidamos de lo más importante: las relaciones que formamos con quienes nos rodean.
Desde un punto de vista psicológico, también podemos ver la tendencia que existe de polarizar la expresión de afecto dentro de las relaciones. Por un lado, tenemos los mensajes que tienden a romantizar e idealizar las emociones. En las redes sociales abunda contenido que destaca la expresión de afecto como la cura para todo. Por otro lado, tenemos la falta de expresión emocional, relaciones que tienden a reprimir la vida afectiva y se convierten en una serie de cálculos y defensas.
El primer camino, que podríamos llamar sentimentalismo, nos lleva a una caricatura de lo que realmente es la expresión afectiva dentro de una relación. Pongámoslo en un ejemplo concreto. Si tienes una cena con amigos, ¿lo más importante es la efusividad con que los saludas? ¿Lo feliz y emocionado que sales en la foto de la reunión? ¿Quizá las lindas palabras que les dedicas en el mensaje que acompaña la foto en redes sociales? Claro que todos estos son componentes importantes, pero ¿qué significan esas expresiones sin un fondo que las acompañe? Quizá todos hemos tenido la experiencia de estar compartiendo con alguien y que esa persona, mentalmente, no esté realmente con nosotros. O que se centre tanto en sí misma que ya no le quede espacio para compartir.
Imaginemos que queremos hacer un regalo a alguien a quien tenemos en alta estima. El papel que envuelve el regalo puede ser bonito y estar bien decorado, pero tiene poca importancia si lo que envuelve no es especial. Y, al contrario, si hay un regalo muy bonito y pensado por dentro, la belleza del papel lo hace destacar aún más.
Si hacemos una analogía entre el regalo y el tipo de relación que venimos describiendo, el problema no es que nos tomemos el tiempo en elegir un papel de regalo que quede perfecto. Todo lo contrario: las palabras bonitas, las fotos de las reuniones, la efusividad en el saludo y cualquier forma de decorar la relación hace que el fondo destaque más. El problema está en pensar que con el papel de regalo basta o que, al menos, nos permite cumplir y disimular.
Las personas apreciamos y recordamos mucho más el fondo; es decir, el tiempo que nos tomamos para tener un detalle, construir tiempo de calidad juntos, etcétera. Los mejores momentos y recuerdos que construyen una relación tienen en común que se desarrollaron con las dos personas intencionalmente presentes. Claro que si nos dedicamos a construir ese fondo y elegimos un decorado que lo resalte, aún es mucho mejor.
Más importante que las fotos que tomamos, la comida que compartimos o los regalos que compramos son las relaciones que hemos cultivado. Las relaciones humanas no se basan solamente en las emociones que sentimos o mostramos. Tenemos que aprender a cultivar y compartir cada vez mejor nuestra vida afectiva. No es algo que surge espontáneamente o que dependa de las emociones, que son tan cambiantes. Desarrollar nuestra capacidad para entregarnos más, querer mejor y nutrir nuestras relaciones requiere de esfuerzo, voluntad e intención.
Estos primeros días del año nos otorgan una nueva oportunidad para cultivar buenas relaciones, siempre y cuando tengamos la intención de hacerlo. Si no, es muy probable que sigamos repitiendo los mismos patrones. Lo que no se evalúa con sinceridad y transparencia es muy difícil que pueda cambiar. Por ello es importante que reflexionemos sobre cuánto hemos crecido dentro de nuestras relaciones, cuánto nos hemos entregado al otro, cuánto nos hemos esforzado por comprender y ayudar o cuánto hemos dejado de hacerlo. Y, más importante aún, qué tan dispuestos estamos a que ese crecimiento sea mayor que el del año anterior.