12

Jul

2022

Gravitas

El ordinario estado de emergencia

Quizás, hace falta recordarles a los que firman estas extensiones que: “la Constitución no es un instrumento para que el Gobierno controle al pueblo, es un instrumento para que el pueblo controle al Gobierno” (P. Henry, dixit).

Por Orlando Vignolo. 12 julio, 2022. Publicado en Correo, el 12 de julio de 2022.

La arbitrariedad en la gestión de la pandemia se volvió moneda corriente en diversos políticos y funcionarios, quedando instalada como un mal “aceptable” y que no debía ser criticada o fiscalizada por nadie. Todo lo que hacía el Gobierno y las administraciones públicas en la emergencia sanitaria era hasta loable, había un fin superior y la vida de todos estaba en juego. En este despliegue no importaba si las decisiones tenían argumentos, o si estaban alejadas del Derecho o de otras ciencias; sólo existían y se debían cumplir casi como órdenes de señores prehispánicos. Iluminados gubernamentales y cuasi vasallos convivíamos en medio de una crisis que nos ha dejado heridas difíciles de cicatrizar.

Sin embargo, hoy a inicios de julio del año 2022 y con una pandemia controlada, el uso cotidiano por parte del actual Gobierno del régimen de excepción con cobertura en el Covid-19, se ha convertido en una gravísima arbitrariedad. Peor, la mezcla de dobles declaratorias de esta figura aplicables en un solo territorio (como viene sucediendo en Lima y Callao), es muestra de una impericia sin parangón conocido.

No resulta admisible que los Decretos Supremos de ampliación del estado de emergencia se sucedan uno tras otro, sin que nadie presente una explicación pública mínima, o peor que la escueta justificación de los primeros casi siempre sean informes administrativos reservados. Pero quizás lo más grave es que los Poderes Públicos de control hayan hecho muy poco por eliminar este abuso de poder que se ha instalado en los que deciden por todos en el Poder Ejecutivo.

El estado de emergencia existe para afrontar lo extraordinario cuando se ponga en riesgo “la vida de la Nación”, no para usarlo por caprichos, rumores, situaciones regulares difíciles o porque se vuelve una manía limitar derechos constitucionales en aras del orden público. Quizás, hace falta recordarles a los que firman estas extensiones que: “la Constitución no es un instrumento para que el Gobierno controle al pueblo, es un instrumento para que el pueblo controle al Gobierno” (P. Henry, dixit).

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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