25

Mar

2022

Artículo de opinión

Elogio de la vejez

Algo que no sucede en la vejez, cuando el tiempo se remansa, el disfrute se recluye menos en el “hacer” y el “tener” y se expande hacia el horizonte del propio “ser”.

Por Enrique Sánchez. 25 marzo, 2022. Publicado en Correo, el 25 de marzo de 2022.

La vejez es un período, es cierto, de limitaciones físicas. Pero es también una etapa preñada de oportunidades, proyectos y anhelos. Cuántas veces, durante los años intermedios de la vida, queda uno prendido en el trajín de las preocupaciones domésticas, familiares y profesionales. En años de aceleración, competitividad, pugna por abrirse espacios para uno mismo y su familia. Algo que no sucede en la vejez, cuando el tiempo se remansa, el disfrute se recluye menos en el “hacer” y el “tener” y se expande hacia el horizonte del propio “ser”. De ahí que el cineasta Ingmar Bergman, entonces de 87 años, afirmara que “envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.

En la acepción negativa de la palabra, es viejo quien –sea cual sea su edad– se recluye en el pasado; quien se aísla en el caparazón de su yo; quien guarda rencor, quien teme, quien comprime las alas y achica el corazón. Y es joven quien –con veinte, cincuenta o noventa años– extrae la savia de la vida; quien entiende cada día como una cosecha de iluminaciones; quien expande sus límites; quien perdona, quien ama, quien asume el pasado, vendimia el presente y explora el futuro. Por ello, la vejez biológica puede ser una etapa de juventud espiritual. Una etapa de proyectos intelectuales apasionantes (estudiar una carrera, aprender idiomas, escribir libros); de aporte a la comunidad (a través de la educación de los nietos o del voluntariado social); de dilatación del amor; de comunicación (con la familia, con los amigos y la sociedad); de conocimiento del mundo (a través de los viajes y las lecturas); de pasión espiritual. Una etapa en la que no prime la carencia sino la presencia. Una etapa, en fin, que la sabiduría y la pujanza espiritual conviertan en dorada, fecunda y dichosa.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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