02

Nov

2021

Artículo de opinión

Cuestión de prioridades

En la familia, los padres anhelan ofrecer la mejor formación posible a sus hijos; pero, educarlos, es otra cuestión. Los cónyuges debieran profundizar al respecto para saber si están o no dialogando acerca de lo mismo.

Por Mariela García Rojas. 02 noviembre, 2021. Publicado en El Tiempo, el 30 de octubre de 2021.

El sinnúmero de sorpresas puede ser inesperado; su trayectoria vital personal los ha llevado a decantarse por determinadas prioridades en desmedro de otras; pero, no deben dar nada por descontado ni por seguro.

Educar y satisfacer las necesidades de los hijos es una grave responsabilidad y exige que estas son atendibles en distintos grados. Si el foco está en velar por las necesidades materiales, fundamental y prioritariamente, habrá quienes trabajen en exceso para dejar a sus hijos un buen patrimonio, corriendo el riesgo de ser parte del grupo de quienes reafirman el refrán de “padre rico, hijo flojo y nietos miserables”, si no inculcaron en ellos el hábito del estudio y del trabajo.

Y, si de desarrollo de competencias y del talento se trata, el universo de padres crece significativamente en comparación con el segmento anterior. Aquí, el estrato socioeconómico no es obstáculo para hacer todo el sacrificio posible para “dejarles una buena educación”. Si esta es de primera, debiera ser garantía de una vida digna y de decisiones asertivas. Pero, la realidad demuestra que no basta saber qué hacer para realizarlo. La adolescencia es la etapa que deja certera evidencia de esto a los confundidos y apesadumbrados padres.

Lo anterior hace ver la importancia de la educación del carácter. Como bien ha recordado Brendan Case, investigador de Harvard University, refiriéndose al impacto de la educación y el conocimiento en los jóvenes, las personas somos capaces de absorber y admirar grandes obras (de literatura) sin ser, aparentemente, transformados por ellas.

Este proceso complejo de formación del criterio y adquisición de virtudes va más allá de la mera instrucción, requiere de interacción directa y continua, de diálogo, discernimiento y conducción. La asesoría académica -y ojalá integral- que proveen distintos centros de enseñanza básica o superior debe ser ampliada en los hogares por los padres, primeros educadores de sus hijos.

Estos deben recibir formación permanente para ofrecer una versión mejorada y esperanzadora de lo que la vida podría llegar a ser para sus descendientes. El tiempo apremia. Está en juego lo verdaderamente importante: forman jóvenes íntegros y felices, capaces de construir familias con grandes ideales humanos y buenos propósitos, que tengan (como foco) vidas con sentido; y, no solo con conocimiento, cultura o bolsillos medio llenos sin reparar (necesariamente) en los medios para procurarlos.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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