12

Oct

2021

Prof. Manuel López

El camino de la siguiente Reforma Agraria

Escuchar sobre una segunda reforma agraria genera a muchos una profunda preocupación, pues se nos vienen a la mente los resultados desastrosos que dejó en nuestra agricultura la reforma implementada por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado.

Por Manuel López. 12 octubre, 2021. Publicado en El Tiempo (Edición dominical), el 10 de agosto de 2021.

Profesor Manuel López.

Escuchar sobre una segunda reforma agraria genera a muchos una profunda preocupación, pues se nos vienen a la mente los resultados desastrosos que dejó en nuestra agricultura la reforma implementada por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, desde 1969: deterioro de la capacidad instalada, escasa investigación y desarrollo, descapitalización del agro, pérdida de competencias y capacidad de gestión, abandono de áreas cultivables; en suma, pobreza en el campo y pérdida de competitividad.

En principio, es importante recordar que esa no fue la primera reforma agraria propuesta en la segunda mitad del siglo XX. Durante el segundo gobierno Manuel Prado (1956-1962), después de una campaña electoral, en la que el tema fue recurrente, se planteó crear una comisión de Reforma Agraria y Vivienda; ciertamente sin resultados importantes. Otro intento se dio durante el primer año de gobierno de Fernando Belaunde, quien promulgó la Ley de Reforma Agraria de 1964, política que de algún modo fue ratificada tras el acuerdo de Punta del Este en 1967, en el que los presidentes de América Latina se comprometieron a promover programas de reforma agraria para el desarrollo rural. Pero, nuevamente, no tuvo mayor trascendencia.

La primera reforma agraria en democracia

Después de la mala experiencia iniciada con Velasco y aún en el periodo de subversión terrorista vivida en los 80 y 90, se gestó quizá la principal reforma agraria habida en el Perú, aunque, curiosamente, no se le llamó así. Pero, si entendemos como reforma lo que señala el diccionario de la Real Academia: “Aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora de algo”, la dación de la Ley de promoción de las inversiones en el sector agrario de 1991 y las leyes que la complementaron en 1996 y 2000, en los gobiernos de Fujimori, iniciaron un proceso de reforma en el sector que, podemos afirmar, nos permitió recuperar prestigio internacional como país agrícola y nos ha llevado a ocupar una posición de liderazgo en el abastecimiento de frutas y hortalizas a nivel mundial.

Por eso, ahora que se habla de una siguiente reforma agraria, no de la segunda, como se ha explicado, debemos recoger las lecciones aprendidas en los últimos años para que esta solucione los aún pendientes problemas en el sector, relacionados principalmente con el desarrollo rural y la competitividad basados en la innovación.

Fotos: Andina.

En las últimas semanas, el Gobierno ha lanzado dos grandes propuestas: por un lado, el fortalecimiento de la agricultura familiar que lleve a los pequeños productores a ser proveedores del Estado; y, por otro, el fomento de la asociatividad y cooperativismo de estos productores. Ambas son importantes, pero habría que considerar estos aspectos:

  • Para que los pequeños productores sean proveedores del Estado, primero deben ser más eficientes y competitivos; de lo contrario, las compras estatales podrían convertirse en una pantalla que cubra (con fondos públicos) la ineficiencia de sistemas productivos costosos, atentando contra de la economía nacional.
  • De la misma manera, no habrá sistema asociativo o cooperativo que resista si no se logra un mínimo de productividad en las parcelas individuales que, llevada a una mayor escala comercial, se traduzca en beneficios para los asociados.

En tal sentido, si tuviéramos que enumerar acciones relevantes que debería abordar evaluar y priorizar una siguiente reforma agraria, mencionaríamos las siguientes:

  1. Desarrollar una adecuada zonificación productiva para identificar qué áreas son adecuadas y para qué cultivos, considerando las características agroecológicas, las necesidades de tecnificación, los rendimientos, necesidades de inversión, las prácticas tradicionales, la rentabilidad por hectárea y por metro cúbico de agua consumida, entre otros.
  2. Iniciar procesos graduales de transformación productiva, migrando de cultivos poco eficientes y rentables a otros de mayor valor económico y rentabilidad, incluyendo criterios de seguridad alimentaria, de promoción y conservación de la biodiversidad agroecológica.
  3. Promover prácticas de riego eficiente, desde la recuperación y ampliación de los sistemas de recolección y distribución de agua a través de reservorios y canales, hasta la tecnificación de sistemas por aspersión, goteo y microasperción en medianas y pequeñas unidades productivas.
  4. Ampliar los grandes proyectos de irrigación y recuperación de algunos sistemas que tienen muchos años sin un adecuado mantenimiento. Y, realizar una adecuada asignación de las nuevas áreas irrigadas, considerando las distintas escalas de producción agrícola.
  5. Fortalecer un sistema de financiamiento del agro, con créditos diseñados de acuerdo con las condiciones de esta actividad, considerando un sistema de seguros que cubra los riesgos que pueda haber.
  6. Continuar con la diversificación de mercados y de la canasta exportadora con un enfoque de segmentación y nichos de mercado, de acuerdo con nuestra capacidad exportable.
  7. Fortalecer la investigación, innovación y transferencia tecnológica a pequeños, medianos y grandes agricultores. La innovación se debe enfocar en el incremento de productividad, tecnificación, desarrollo de variedades y productos industrializados, automatización de procesos, modelos de negocio, entre otros.
  8. Fortalecer los negocios forestales a partir de plantaciones forestales en zonas degradadas, deforestadas y tierras eriazas con aptitud forestal. Para ello, es necesario diseñar mecanismos de financiamiento atractivos, por la naturaleza de largo plazo de este negocio; pero, tiene un impacto muy importante en la generación de empleo rural y de activos para las comunidades, la industrialización de la madera y otros productos forestales; y para la mitigación del cambio climático entre otros.
  9. Mejorar el empleo agrario, promoviendo sistemas de contratación (que no generen condiciones de precariedad con sistemas de tercerización) que generen empleos eventuales pero recurrentes, con todos los beneficios sociales que la ley establece.

La tarea de mejorar el sector agrario en el Perú aun es grande. Y, esta no pasa por expropiar, reducir las importaciones o controlar los precios y la producción, sino por mejorar lo avanzado, recoger las lecciones aprendidas e innovar, de este modo nuestra agricultura puede legar a ser una de las mejores del mundo.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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