26

Oct

2021

Artículo de opinión

Las cosas como son, pero ¿cómo son las cosas?

¿Cómo evitar ser manipulados y tener un pensamiento libre? La respuesta es breve: aprendiendo a pensar. Esto exige esfuerzo de análisis para filtrar la información, poniendo especial atención a las palabras.

Por Susana Raggio. 26 octubre, 2021. Publicado en El Tiempo, el 25 de octubre de 2021.

El periodismo se jacta de decir “las cosas como son”, sin opiniones, ni sesgos. Pero, ¿quién no ha sentido que lo desinforman o manipulan los medios, los políticos, los grupos de presión, los vendedores y un largo etcétera? Miramos en una y otra dirección para identificar la verdad o a alguien fiable que nos diga “cómo son realmente las cosas”. En lugar de eso, nos echan cortinas de humo, que direccionan nuestro pensamiento y conversación. Pocas veces nos damos cuenta de que nosotros ponemos nuestra cuota en esa confusión, porque cada ciudadano es corresponsable del “ecosistema” social que respiramos, según viralicemos contenido que sume o reste valor a nuestro entorno.

Podemos argumentar que es preciso estar informados; pero, ¿lo estamos realmente o solo ayudamos a desinformar por repetir sin más? Según Gabriel Galdón, “informar es transmitir una síntesis significativa de un saber al servicio de la sociedad”.

La vertiginosidad diaria, la sobredosis de datos recibidos por redes sociales y medios, y el poco tiempo que tenemos para tomar distancia de lo que leemos hacen que se vaya configurando nuestro sentir y pensar. En una cultura, que da tanta importancia a la autenticidad, ¿cómo es posible que mi pensamiento no sea propio, sino que piense cómo otros quieren que lo haga?

Esto sucede porque la palabra, que es vehículo de comunicación, tiene una gran fuerza. Hay palabras “mágicas”, a decir de Manolo Alcázar, que, en cuanto las oímos, provocan adhesión o rechazo. Por ejemplo, la felicidad. En los malls, esta palabra está por todas partes: “estás aquí para ser feliz”. La felicidad va ligada a las compras, a la diversión, a la comida… Entonces, ¿sin consumo no hay felicidad?

Otro ejemplo es “discriminación”, una palabra que suena mal y que nadie desea que se la apliquen. Pero, ¿la discriminación es mala siempre? Nuevamente, un ejemplo: papá es diabético y, cuando hay postre, no se lo ofrezco, porque le hace daño. Lo discrimino porque a todos les doy menos a él. En este caso, la discriminación es buena porque estoy cuidando su salud, aunque si le preguntan a él, no estará muy de acuerdo conmigo. Con esto, vemos que la palabra discriminación, en sí misma es neutra, son las circunstancias y razones por las que se usa las que le dan un calificativo.

¿Cómo evitar ser manipulados y tener un pensamiento libre? La respuesta es breve: aprendiendo a pensar. Esto exige esfuerzo de análisis para filtrar la información, poniendo especial atención a las palabras “mágicas” que, manipuladas, se convierten en instrumentos de poder.  Exige elegir qué vemos u oímos y fomentar una curiosidad intelectual por preguntar a los que saben.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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