Normalmente, la economía clásica estima que todos somos agentes racionales. Sin embargo, esta rama permite estudiar el porqué de las desviaciones de los modelos tradicionales. Usaremos un ejemplo para explicar mejor este campo.

Por Germán Vega. 24 agosto, 2021. Publicado en El Tiempo, el 21 de agosto del 2021.

En una columna anterior, describía como la falta de empatía nos dificulta entender las decisiones de los demás y coordinar con ellos. En otra, cómo somos propensos a aceptar la información que nos confirma nuestras ideas y a descalificar lo que pueda cuestionarlas.

Estos dos sesgos formar parte de los sesgos cognitivos que todos tenemos y que influyen mucho en nuestras decisiones diarias. De hecho, la rama de la Economía del Comportamiento surgió en los últimos 30 años para estudiar cómo estos sesgos afectaban decisiones económicas como las inversiones financieras, la acumulación de capital humano o las contrataciones laborales.

Normalmente, la economía clásica estima que todos somos agentes racionales. Sin embargo, esta rama permite estudiar el porqué de las desviaciones de los modelos tradicionales. Usaremos un ejemplo para explicar mejor este campo.

Hace muchos años, en la India se le preguntó a un grupo de madres si deberían dar más agua a sus hijos cuando ellos tenían diarrea. Como sabemos, en esta situación, la hidratación es clave. A pesar de ello, un número importante de madres respondió que lo mejor sería dar menos agua a sus hijos.

A los ojos del modelo tradicional, las madres estarían cuidando mal a sus hijos. Sin embargo, ellas sí tenían una buena razón para justificar su opinión. Su impresión era que sus hijos se habían enfermado precisamente por tomar agua de mala calidad. Por lo tanto, para ellas no sería recomendable que ellos beban más de lo que sería ‘la aparente causa’ de su estado actual.

La Economía del Comportamiento ya ha demostrado que puede ser útil para cerrar brechas en el mundo real. Esther Duflo y sus coautores estudiaron hace unos años por qué un grupo de pequeños agricultores no compraban un fertilizante, a pesar de ser una inversión muy rentable.

Normalmente, se creería que los agricultores no tienen los medios o el conocimiento suficientes. Ninguna de estas razones logró explicar el bajo uso del fertilizante. Pero, los economistas indagaron un poco más y llegaron a una solución. Resulta que si bien los agricultores generaban el ingreso suficiente, no eran capaces de guardar el dinero para comprar el fertilizante justo antes de la siguiente campaña. La solución se basó en ofrecerles el fertilizante justo al final de la campaña anterior. La adopción se duplicó.

Por lo tanto, la Economía del Comportamiento se ha vuelto una fuente importante de evidencia para mejorar el diseño de políticas públicas. Sin embargo, también hay algo cierto, su aplicación parte de una base estable y sostenible.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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