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Ago

2021

El adjetivo: accidental está emparentado con el verbo acaecer, que es sinónimo de suceder. La calidad es un accidente, según la filosofía clásica, porque acaece o sucede sobre la base del modo de ser sustancial.

Por Luis Eguiguren. 31 agosto, 2021. Publicado en El Peruano, el 28 de agosto de 2021.

Seguramente la mayoría de nosotros hemos leído o escuchado la frase que encabeza este artículo, sobre todo, quizá, en el ámbito de la publicidad. Porque, buscamos la calidad —más aún la buena calidad, la excelencia— en quienes nos prestan un servicio, en lo que adquirimos, en los ambientes que frecuentamos.

La calidad es un modo de ser que encontramos en algo o en alguien. Algo o alguien que puede ser de un modo u otro. La calidad destaca como el modo de ser más importante después de la manera de ser fundamental o sustancial. Así, por ejemplo, cuando vamos a comprar pan, lo primero en que nos fijamos es que, efectivamente, sea pan (‘ser’ fundamental). Luego, pudiendo escoger un pan u otro, nos fijamos en su calidad. Lo más importante que tiene un pan, después del mismo ser pan, es su calidad. También, cuando nos prestan un servicio, distinguimos y buscamos la calidad en este.

Porque puede, o no, darse en los sujetos, se dice que la calidad es un modo de ser accidental. El adjetivo: accidental está emparentado con el verbo acaecer, que es sinónimo de suceder. La calidad es un accidente, según la filosofía clásica, porque acaece o sucede sobre la base del modo de ser sustancial.

Según parece, el célebre Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) —quien fue desde su tierra natal (Italia) a Grecia, para aprender ahí de los sabios de su época— habría acuñado la palabra latina qualitas —de donde procede calidad en castellano— calcándola del término poiótēs, propio del idioma griego antiguo. Este término poiótēs, a su vez, habría sido acuñado por Platón partiendo del adjetivo interrogativo poîos, que significa de qué naturaleza o de qué clase es algo. Naturaleza se entiende como principio de estructuración y dinamismo integrante de un sujeto. Es decir que, por poseer una cierta naturaleza, dicho sujeto tiene una determinada estructura —una disposición de sus partes elementales—, y un determinado dinamismo, o sea, una característica manera de funcionar o de comportarse.

Según la Lógica, la calidad es un género supremo. Es decir, un concepto tan extenso, tan amplio, que no hay otro concepto más simple que la incluya. Así, comprendiendo dicho concepto más simple, podríamos ir aproximándonos a entender, en primera instancia, qué es la calidad. Solo queda, entonces, para formarse una idea más completa de esta, a partir de otras ideas que ya se tengan, dirigirse a componentes de la calidad: entenderla a partir de nociones que tengamos comprendidas con mayor claridad y distinción, incluidas en la calidad. Vale decir: entender mejor el género —la calidad, en este caso— a partir de las especies que este contiene. Contando con que, estas especies, las entendemos mejor por un motivo u otro.

La calidad, puede llegar a entenderse más, a partir de una de sus especies: el hábito, que es una palabra asociada con el verbo haber, en el sentido de tener o poseer. Hábito es lo tenido o poseído por un sujeto real o figurado. Noción clásica de hábito es: cualidad estable conforme a la que un sujeto está bien o mal DISPUESTO en relación con su propia naturaleza (modo de ser fundamental), consigo mismo (modo de ser particular dentro del fundamental) o con otra realidad.

El término disposición significa orden, colocación correcta de las partes de un todo. Apreciamos la calidad al reconocer un determinado ordenamiento: qué va antes, qué va después, qué es lo más destacado y qué lo más irrelevante. Establecemos la calidad según una cierta escala de valores, que se relaciona con el bien:  en sus variedades de bien honesto, útil y deleitable.

Hace muy poco, han terminado los Juegos Olímpicos Tokio 2020. Hemos visto a los jueces establecer la calidad de una determinada disciplina olímpica, mediante un puntaje. La calidad en la ejecución de una prueba tiene unas componentes que se cuantifican para dictaminar un resultado. La calidad es susceptible de cuantificarse; sin embargo, calidad y cantidad difieren.

Advertimos seguro que la calidad no es del todo cuantificable. Es así porque expresa algo que está más allá de lo cuantificable. En tal sentido, decimos: esta amistad no tiene precio. Su calidad es tal que no hay algo cuantificable, como el dinero, que le sea equivalente. Por más que sea mucho.

La frase: calidad total, como vemos, es no poco ambiciosa. Se han presentado algunas reflexiones sobre la calidad. Aspiramos a lograrla; sin embargo, para ello es preciso afinar nuestras facultades, sobre todo la inteligencia y la voluntad. Más aún, forjarse una buena voluntad.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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