01

Feb

2021

Artículo

¿Qué sabemos de la ivermectina a nivel científico?

La ivermectina es un agente antiparasitario que se usa con esos fines desde 1981, en humanos. Sin embargo, en la actualidad se está empleando también en el tratamiento contra el Sars-Cov-2 (COVID-19) en varios países.

Por Isabel González. 01 febrero, 2021.

En abril del 2020, un equipo de científicos australianos realizó pruebas “in vitro” concluyendo que la ivermectina es capaz de disminuir la replicación del COVID-19. En concreto, observaron que se reducía en aproximadamente 5000 veces el ARN (ácido ribonucleico) en 48 horas; sin embargo, la dosis usada en el ensayo fue mucho mayor a la dosis permitida en humanos, que está entre 0,2 a 0,4 mg por kg.

Los resultados de este estudio motivaron a muchos médicos, de la India, Egipto, Argentina, Perú, entre otros países, a usar la ivermectina en el tratamiento de la COVID-19, en los primeros días de la enfermedad. Han transcurrido más de 8 meses y hoy podemos leer y escuchar en la prensa distintas opiniones, unas a favor y otras en contra, sobre su uso y sus beneficios.

A nivel científico ¿qué sabemos?
En la actualidad, hay muchos ensayos clínicos publicados en la literatura científica. En la página oficial de la Front Line COVID-19 Critical Care Alliance (FLCCC), una organización fundada en marzo del 2020 en Estados Unidos, con el objetivo de analizar y publicar investigaciones orientadas al tratamiento del virus que ha generado esta pandemia, se pueden encontrar algunos artículos que evidencian sus beneficios, por ejemplo, que la ivermectina posee propiedades antinflamatorias y antivirales y que permite reducir la mortalidad.

La FLCC declara que “han identificado beneficios repetidos, consistentes y de gran magnitud en los resultados clínicos en ensayos múltiples, grandes, aleatorizados y controlados por observación, tanto en la profilaxis como en el tratamiento del COVID-19”. Por ello, consideran de gran importancia realizar un estudio más robusto que sea avalado por organismos oficiales como la FDA o la OMS.

En la página oficial de la National Institutes of Health (NIH) también podemos encontrar referencias de otros estudios. La NIH indica que “actualmente no hay datos suficientes para recomendar o estar en contra del uso de ivermectina para el tratamiento de COVID-19. Se necesitan resultados de ensayos clínicos, con el poder estadístico adecuado, bien diseñados y bien realizados, para proporcionar una guía más específica, basada en evidencia sobre la función de la ivermectina para el tratamiento del COVID-19”. De los 18 estudios citados en esta página, encontramos 4 que no evidencian ni beneficios ni empeoramiento de la enfermedad después de su uso. Y, los otros 14 concluyen que la duración de los síntomas es menor, que hay mayor reducción de los marcadores inflamatorios, que la carga viral desparece antes y que disminuye la tasa de mortalidad.

Hace unos días, hemos recibido noticia de un estudio realizado por la Universidad de Navarra y otras instituciones, en España. En esta investigación, se administró una sola dosis de ivermectina o placebo a 24 pacientes con infección confirmada y síntomas moderados, en las 72 horas tras los primeros síntomas. Los resultados más importantes citados por este estudio es que la carga viral mediana en el grupo tratado con ivermectina fue unas 3 veces menor después de 4 días, y hasta 18 veces menor a los 7 días del tratamiento.

Aunque no se alcanzó una diferencia estadísticamente significativa, esto puede ser debido al tamaño de muestra pequeño. Por otro lado, los pacientes tratados desarrollaron anticuerpos IgG con un valor medio mayor que el grupo placebo, lo cual puede ser reflejo de una menor carga viral en esos pacientes. Los investigadores señalan que “aunque es un estudio pequeño y todavía es pronto para establecer conclusiones, las tendencias observadas en la reducción de carga viral, duración de síntomas, y niveles de anticuerpos resultan alentadoras y justifican la realización de estudios clínicos controlados a mayor escala y con una mayor diversidad de pacientes”.

A pesar de la existencia y publicación de estos estudios, muchos afirman que aún no hay suficiente evidencia científica que avale su uso. Ello debido a que los ensayos clínicos se basan en muestras pequeñas, los pacientes no fueron informados, no han sido desarrollados siguiendo las directrices de organismos avalados, etc. Sin embargo, aunque es cierto que de modo individual muchos estudios podrían no ser concluyentes, también lo es que, mayoritariamente, apuntan en la misma dirección: muestran resultados que indican que la ivermectina puede ser eficaz en el tratamiento del COVID-19 y sin efectos secundarios relevantes.

Cuando se poseen diferentes estudios independientes que intentan extraer conclusiones sobre un mismo fenómeno es posible aplicar lo que se conoce como metaanálisis, que consiste en aplicar técnicas estadísticas para unir de forma rigurosa los resultados cuantitativos de diferentes estudios sobre un mismo problema. De esta forma, se obtiene una panorámica más amplia de las evidencias encontradas como si fuesen de un único experimento, pero con muchas más observaciones, aunque dentro de unas limitaciones al tratarse de combinar estudios heterogéneos.

El metaanálisis de Andrew Hill
Un metaanálisis riguroso, auspiciado por la OMS, ha sido realizado por un equipo dirigido por el Dr. Andrew Hill, investigador senior del Departamento de Farmacología de Liverpool de Reino Unido. El análisis se basa en 11 ensayos clínicos aleatorizados, que son el tipo de ensayo aceptado por la OMS. Han sido desarrollados en 6 países, con un total de 1452 pacientes. Vea la noticia, aquí.

El estudio concluye que la ivermectina permite eliminar la carga viral más rápido; también registra que el 5 % de las personas tratadas fallecieron: este indicador se ubicó en un 17 % entre los que no siguieron el tratamiento. El investigador declara que “en cuanto a la recuperación clínica, esta se informó de diferentes maneras en los 11 estudios clínicos aleatorizados, pero en general hubo un 43 % de mayor chance en los pacientes que tomaron la ivermectina”.

También indica que la dosis y los días de tratamiento influyen en los resultados; por eso, considera necesario definir un régimen para ambos componentes; es decir, saber si la dosis ideal es 0,2 o 0,6 miligramos de dosis por kilo y establecer la duración del tratamiento.

El Dr. Hill subraya que en la actualidad se están desarrollando más ensayos clínicos en distintos países. En ese sentido, uno de los investigadores españoles que participó en el estudio realizado por la Universidad de Navarra coincide diciendo que “ahora, en España, va a empezar un estudio grande, de 800 personas. Y, hay varios estudios internacionales, incluido uno de Oxford, en marcha. Mucho trabajo haciéndose y muchos resultados que deberían salir pronto en Israel o Argentina. Empieza a acumularse evidencia”.

Analizada esta información, el metaanálisis sí que encuentra evidencia significativa de los efectos beneficiosos de la ivermectina, en el sentido de que es muy improbable que los resultados de esos análisis sean debidos al azar. Dadas las limitaciones inherentes a cualquier metaanálisis, es de vital importancia la realización de ensayos clínicos que muestren de forma más directa los beneficios de la ivermectina y cómo sería el tratamiento adecuado. Dada la percepción creciente de que este medicamento puede ser eficaz, países desarrollados como España, Estados Unidos y Reino Unido están realizando más investigaciones. Por ello, esperamos poder disponer pronto de resultados que sean avalados por la OMS y otros importantes organismos sanitarios.

 

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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