15

Sep

2020

Artículo de Opinión

La pandemia y los lugares de memoria

Los lugares de memoria que, con el tiempo, coadyuvarían a la rememoración agradecida de todos aquellos que han luchado, y los siguen haciendo, para combatir la pandemia; y a evocar las víctimas de esta.

Por Cristina Vargas. 15 septiembre, 2020.

Fuente: El Peruano.

Con frecuencia, me pregunto ¿qué ocurrirá cuando podamos superar la pandemia? ¿Nuestra vida volverá, en algo, a ser la misma en algún momento? Y, aún más, me asalta la duda sobre ¿cuánto tiempo estará esta tragedia humana en nuestro recuerdo? ¿Sabremos transmitir sus duras enseñanzas a las próximas generaciones?

Ello me lleva a pensar en los lugares de memoria que, con el tiempo, coadyuvarían a la rememoración agradecida de todos aquellos que han luchado, y los siguen haciendo, para combatir la pandemia; y a evocar las víctimas de esta. Estos lugares también llevarían a la reflexión sobre lo que se hizo y dejó de hacer.

De hecho, en diferentes partes del mundo ya se ha planteado proyectos artísticos en dicha línea: en Montevideo (Uruguay), el estudio arquitectónico de Martín Gómez Platero ha propuesto la obra, monumento y espacio público a la vez, “Memorial Mundial de la Pandemia”, como un recordatorio de que el ser humano “no es el centro del ecosistema [..] ya que siempre estará subordinado a la naturaleza” (Sitio web de Gómez Platero. Arquitectura y Urbanismo).

En Madrid, hace algunos meses –aunque en medio de algunas críticas- se inauguró un monumento, en honor de todos los fallecidos a causa de la pandemia, diseñado por el arquitecto Carlos Rubio. Este monumento, que nos recuerda una lámpara votiva, se acompaña de una placa en la que se lee la frase “Vuestra llama nunca se apagará en nuestro corazón”.

Otros artistas han preferido plantear proyectos temporales o efímeros, que también mantienen un sentido conmemorativo, aunque también con un componente de reclamo: en Río de Janeiro, se presentó una instalación temporal en la playa de Copacabana, simulando los cementerios que se vienen implementando de forma acelerada, y que más se asemejan a fosas comunes. El fin es recordar las víctimas de la enfermedad y manifestar un reclamo silencioso sobre el manejo que se ha hecho de esta playa en dicho país.

Finalmente, y ya en el caso peruano, los artistas Daniel Manrique y Carla Magán han plasmado, a través de murales, los rostros de personas de su barrio que han partido. Así, han generado un espacio para que sus familiares puedan reencontrarlos, al menos, a través del arte. No obstante, en estos dos últimos casos, dada la naturaleza del arte urbano, será fundamental un registro oficial de estas obras (como en otros sitios se ha hecho con este tipo de arte urbano, dada su condición efímera), mediante el registro fotográfico, a fin de seguir construyendo una memoria visual de estos tiempos difíciles.

También debemos mencionar la labor de diferentes museos, bibliotecas y otras instituciones culturales en el mundo que, en este afán documental, vienen llevando un registro, muchas veces colaborativo, de nuestras vidas en tiempo de pandemia, a fin de que los investigadores del futuro puedan tener repositorios que los acerque a la comprensión de esta coyuntura. No obstante, como toda memoria, estará hecha de ausencias, selecciones y reapropiaciones, por más objetiva que esta pretenda ser.

De esta manera, surgirán “lugares de memoria”, como los denominaba el historiador Pierre Nora. El intelectual francés los consideraba “la forma extrema en la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita, porque la ignora” (Nora, [1984], 2008, p. 24)”, pudiendo ser desde un minuto de silencio, hasta un monumento oficial, pasando por los archivos, museos, personajes y más. Lo importante en ellos es la convergencia del recuerdo y “el aura simbólica” que los rodea, que les conferimos (Nora, [1984], 2008, p. 33).

Siguiendo lo dicho, podemos pensar que en este contexto surgirán lugares de memoria con cierto grado de ‘oficialidad’; lo cual también ocurrirá con las obras públicas (monumentos, espacios públicos, etc.) que quizás, en un futuro mediato, se encargarán a artistas, a través de concursos públicos o privados, que, ojalá, se incentiven. Además, al margen de estos, también estarán los lugares de memoria extraoficiales, no por ello menos expresivos y representativos, como la iniciativa de los artistas Manrique y Magán.

Pensamos que, en todos estos casos, el arte y la cultura en general siguen demostrando su papel inagotable y central en nuestras vidas: fuertemente discursivos, seguirán transmitiendo ideas, nos llevarán a interpelarnos y serán reinterpretados por las siguientes generaciones de múltiples formas. De este modo, participarán también en esa construcción de lugares de memoria y quizás así nos ayuden a seguir reflexionando estas duras enseñanzas que nos va dejando la pandemia.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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