14

May

2012

“Túpac Amaru no fue un prócer de la Independencia”

Reconocido peruanista y antropólogo alemán visitó la UDEP para reflexionar acerca de la Rebelión de Túpac Amaru.

Por Julio Talledo. 14 mayo, 2012.

(Piura).- El Plan Bicentenario es una iniciativa de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Piura que pretende una reflexión interdisciplinar de los doscientos años de nuestra Independencia. El Dr. Jürgen Golte, reconocido peruanista y antropólogo alemán, docente de las universidades Mayor de San MarcosLibre de Berlín, visitó la UDEP para reflexionar acerca de un hecho que, para muchos, fue determinante en nuestra emancipación: la Rebelión de Túpac Amaru. Sobre este tema, el centralismo y el origen de los conflictos conversamos con él.

Para el doctor Jürgen Golte, Túpac Amaru no es un prócer de la Independencia y, “de haber sido prócer lo hubiera sido del igualitarismo, de más democratización en el Perú, pero no de la Independencia tal como se dio”, anota.

Para usted, Dr. Golte ¿qué es el Perú?
En este momento es un espacio en el cual vive una población que tiene una enorme vocación de crear una identificación real, con la cual se pueda sentir bien y marchar hacia un futuro. Hasta el momento no se les ofrece esto. Ahí digo que es más bien el Perú problema, no el Perú posibilidad (de grandes posibilidades, como decía Raymondi), que no se logra poner bien en valor porque se insiste en un sistema político que precisamente prefiere que los jóvenes aprendan la obediencia y no la creatividad. El Perú debería ser un país creativo, entonces sería otra cosa.

¿Por qué afirma que Túpac Amaru no fue prócer de la Independencia?
Primero, porque la rebelión general se dirige contra la burguesía financiera limeña y no contra la corona española. Por lo tanto, no apunta hacia la independencia, sino a derogar un sistema de captación de riqueza en todo el Virreinato. Precisamente, el causante de esa captación es el grupo social que después de la Independencia toma el poder y reorganiza el Perú en función de sus intereses. Los jefes indígenas y representantes y curas provincianos –incluso el obispo cusqueño–, que acompañaron a Túpac Amaru, luego quedaron al margen de la sociedad.

Decir que Túpac Amaru es un prócer de este Perú, sería como incluirlo en una historia de la cual él se quería distanciar. Lo que él quería era que este centro no funcione como centro de captación de renta.

Entonces, ¿qué opina de la educación peruana que enseña que Túpac Amaru fue el gran prócer de la Independencia?
Creo que esa forma de enseñar la historia y de no problematizarla ni ver sus contradicciones, no ayuda al aprendizaje de los jóvenes. Ellos sienten en la realidad, y en su experiencia, que hay problemas serios y no pueden pensar a partir de lo que aprenden en las aulas, porque el discurso escolar no se condice con su experiencia diaria. Hoy en día, los jóvenes sienten una especie de desprecio por los colegios, no confían en lo que estos enseñan; confían más en ir a Internet y buscar información por ahí. Esto, en cierto grado, crea un problema en el Perú, en el sentido de que es difícil construir una conciencia ciudadana porque hay esa disyuntiva entre un sistema de educación oficial que no se condice con la experiencia real de la mayoría de la población.

¿No se enseñan verdades?
No. Se enseñan discursos de los cuales los chicos y universitarios se dan cuenta. En Lima es más marcado en ciertas universidades, donde hay fuerte afluencia de estudiantes que son hijos o nietos de migrantes, se insiste enseñar esta ‘historia oficial’. Eso crea una intelectualidad que está desapegada del país. Además, crea un problema con la misma universidad porque los exámenes que se les toma y los títulos que se les otorga, exigen de ellos que proclamen algo que no creen. Es un problema moral, serio, y supongo que eso se va a agravar más en el futuro. En 20 años, el Perú tendrá 40 millones de habitantes y no habrá base para la construcción de una conciencia cívica, generalizada, que realmente junte a la gente. Muy probablemente, lleguemos al Bicentenario y el Perú sea un país sin identidad.

Centralismo y desigualdad

Se ha referido a Lima como una ciudad “rentista”, ¿a qué se refiere con esto?
Existen ciudades de tipo productivo o industrial, que crean la base de su sustento a partir de su propia producción; las que venden estos productos y las que son la base de su sustento. Cuando llegué a Lima, estaba familiarizado con una sociedad industrializada y buscaba dónde estaban las fábricas. Sin embargo, esta sociedad no se mantiene en base a la producción, tiene otra forma de generarse ingresos.

En el Perú, la riqueza se produce en las minas, en la montaña cocalera, en la pesca, en la agricultura comercial. Toda esta producción genera una renta, gran parte de la cual se queda en Lima, sobre la que decide el aparato político. Por ello, el centro de la jerarquía de distribución está en la capital. En este sentido, Lima, como ciudad, vive de la captación de rentas y solo reparte la menor parte al resto del país.

Por este problema, no se puede descentralizar al Perú, ni dar más derechos, ni decidir sobre la riqueza que produce la población sobre las regiones porque Lima necesita de esta renta. Sin esta renta, la ciudad se cae.

¿Por qué persistimos en este centralismo sin atender los problemas regionales hasta que estos estallan?
Precisamente, ese es el juego. Lima tiene que insistir en la centralidad, tiene que insistir en que ahí es el lugar donde se decide sobre la distribución de la renta y no en Cajamarca, Cusco, Puno o en otra parte. Este es el impedimento mayor para introducir una democracia en todo el Perú, la misma que requiere que los productores de riqueza pueden decidir sobre ella.

Esta es la base de la desigualdad y, especialmente, es el punto que en estos momentos arde: la desigualdad entre el centro y las regiones.

¿Esto se arreglaría, en parte, con la inclusión social? ¿Qué es esta para usted?
Primero, es un poquito sospechoso cuando se habla mucho de una palabra. Por ejemplo, el discurso político oficial es que se va a ‘incluir’, pero ‘inclusión’ significa, en un primer momento, delegar la capacidad de decisión sobre los procesos en los cuales se está básicamente involucrado. El gobierno supone que también es delegar a los pueblos, el derecho a que decidan un poquito más sobre cómo va a ser la educación en la escuela Primaria o Secundaria. Hay algo así como símiles de inclusión que sí les da cierto aspecto de incluir a otras poblaciones, pero los problemas serios de base no se solucionan.

 

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