La desinformación política y mediática ha contaminado tanto el entorno social que hoy cuesta creer lo que vemos y oímos.
Por Francisco Bobadilla Rodríguez. 22 octubre, 2025. Publicado en Diario Correo, el 19 de octubre de 2025.“Nadie ha dudado jamás con respecto al hecho de que la verdad y la política no se llevan demasiado bien, y nadie, que yo sepa, ha colocado la veracidad entre las virtudes políticas. La mentira siempre ha sido vista como una herramienta necesaria y justificable para la actividad no solo de los políticos y los demagogos, sino también del hombre de Estado”. Así empieza el texto de Hannah Arendt, “Verdad y mentira en la política” (2017).
En nuestro país, una vez más, se pone el dedo en la llaga: el deterioro de la verdad y el auge de la mentira. Somos testigos de infinidad de mentiras, medias verdades y manipulación de los hechos por parte de muchos actores mediáticos de la política peruana. Hemos contaminado tanto el escenario social que, muy difícilmente, resulta creíble lo que oímos y vemos.
Es corriente, por eso, que en las conversaciones entre amigos salte la pregunta: “aquí, ¿quién es el bueno?, ¿quién dice la verdad?” No encuentro respuesta y vuelvo a considerar aquellos versos del poeta Pedro Salinas: “¿Quién te va a ti a conocer en lo que callas, o en esas palabras con que lo callas?” Ante las declaraciones de unos y otros en la palestra del discurso político, me nace la duda del poeta: ¿será cierto lo que dices?, ¿qué quieres ocultar con tus palabras?, ¿qué intereses defiendes?, ¿te mueve la justicia o el odio o todo junto?
¿Qué hacemos con este río de mentiras que circulas por el torrente sanguíneo de la sociedad? Tener la inocencia del niño para gritar a voz en cuello que el rey está desnudo y recordar que es la verdad la que hace temblar las murallas de los poderosos. Václav Havel y Aleksandr Solzhenitsyn han dado testimonio de la fuerza de la verdad.








