Ahorrar energía no debería ser solo por el dinero. Usar los recursos con criterio y moderación es una forma de vivir con sentido.
Por Rolando Seclén. 10 junio, 2025. Publicado en diario El Peruano, el 7 de junio del 2024.Pocas veces nos detenemos a pensar ¿cuánto de nuestros ingresos se va en energía? En las ciudades, usamos energía para transportarnos —con gasolina, gas natural o diésel—o para iluminar y hacer funcionar nuestros electrodomésticos con electricidad. En el campo, muchas veces se sigue usando leña para cocinar o calentar. En la industria, el consumo de energía entra ya a ligas mayores, para sostener la producción de todos los bienes y servicios que usamos a diario.
Centrémonos en un hogar urbano. Nuestra vida moderna no se concibe sin energía y, en especial, sin electricidad. La usamos para cargar el celular —quizás la actividad más frecuente y controlada que tenemos—, hasta para mantener conectados los routers de internet y decodificadores de cable – TV, pasando por equipos de alto consumo como las termas eléctricas, hornos y refrigeradores.
Solo basta con revisar un recibo de electricidad; llegan de 200, 300, 400 o más soles mensuales. Y, eso sin considerar que en muchas ciudades de la costa peruana todavía no usamos aire acondicionado, algo que, si sigue aumentando la temperatura por el cambio climático, se volverá habitual. Cuando eso ocurra, los montos en esos recibos fácilmente se duplicarán o triplicarán durante el verano.
Otro gran gasto importante es el de transportarse. ¿Qué pasa con la movilidad? Recorrer 1000 km al mes con un auto puede significar más de 600 soles mensuales en gastos de gasolina, sin contar el mantenimiento. Si se usa GNV, el gasto se reduce a un tercio; pero considerando que el mantenimiento es más caro, el ahorro real termina siendo solo de un 50% del gasto total.
En resumen, entre electricidad y transporte, nuestro gasto mensual en energía ronda fácilmente los 1000 soles; y, con lo que viene, pronto superará los 1500. Esto sin considerar las alzas en los precios de los energéticos, que crecen más rápido que nuestros ingresos (si es que crecen…).
Una familia de clase media: ¿en riesgo?
Proyectemos. Si una familia con ingresos netos de 6000 soles mensuales, llega a gastar 2000 soles en energía al mes dentro de unos años, estaría destinando el 30% de su ingreso solo a cubrir ese rubro. Eso es lo que se gasta en la universidad de un hijo o en una cuota hipotecaria. ¿Vale la pena no revisar cómo usamos la energía?
Por supuesto que sí. La buena noticia es que hay formas sencillas y efectivas de reducir el gasto energético, y muchas no requieren de grandes inversiones, como las siguientes:
- Cambiar a focos LED y usarlos según la necesidad. Por ejemplo, un pasillo de poco tránsito puede estar apenas iluminado.
- Desconectar decodificadores, routers o equipos que no se usan. Muchos consumen bastante solo por estar en “standby”.
- Ajustar la temperatura del refrigerador. No hace falta que esté en el máximo frío todo el año; cuidar los sellos de las puertas y no meter cosas calientes.
- Usar rapiduchas instantáneas en lugar de termas centralizadas, si el uso de agua caliente es puntual (una ducha rápida, por ejemplo).
Con estos y otros ajustes, se puede reducir el gasto de electricidad en hasta un 30%.
Respecto al combustible del auto, ¿conviene cambiar a GNV? Parece una decisión lógica, pero hay que apurarse. El precio de los autos eléctricos sigue bajando, y en no más de cinco años podrían ser competitivos aquí en el Perú. En ese momento, el GNV dejará de ser tan atractivo. Además, el gas natural que tenemos en el Perú —aunque es un recurso energético importante— no durará para siempre. Se estima que, al ritmo actual de consumo y reservas, solo alcanzaría para unos 15 años más a un precio competitivo. Es decir, el cambio a GNV tiene sentido, pero también tiene fecha de caducidad.
Más que ahorro: criterio y compromiso
Ahorrar energía no debería ser solo por el dinero. Usar los recursos con criterio y moderación es una forma de vivir con sentido. Pensar en nuestros hábitos de hoy es pensar en el mundo que queremos dejar a nuestros hijos.
En este contexto, cobran especial sentido las palabras del papa Francisco en su encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común: “Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente.”
Entonces, ¿dónde podemos “abrigarnos” y no “encender la calefacción”? Cada uno debe descubrirlo en su vida cotidiana. A veces está en apagar lo que no usamos, caminar más, en usar mejor lo que ya tenemos. No se trata solo de gastar menos, sino de actuar con responsabilidad, pensando en el futuro que queremos dejar a quienes más queremos: nuestros hijos. Quizás ahí esté el verdadero comienzo del cambio.