13

Ene

2025

Artículo de opinión

¿De quién es la cultura?

Por un lado, la cultura no “es” de todos. Existen bienes culturales privados, que pueden ser objeto de lucro, posesión o mero disfrute individual. Sin embargo, es necesario reconocer que la cultura es también un bien de dominio público -en la gran cantidad de los casos-; es decir, su uso no puede interferir o impedir el disfrute de otra persona.

Por Alberto Requena. 13 enero, 2025. Publicado en el diario El Peruano, el 10 de enero de 2025.

Hace unas semanas, una diseñadora de modas y un representante internacional del mismo sector realizaron unas declaraciones que generaron rechazo. Dejaron entrever que la cultura es de todos y como tal se podrían utilizar ciertos elementos para inspirar a otros trabajadores, entre ellos, los de la moda. Por ello, las comunidades artesanales -que rechazaron la oferta inicial de trabajar en conjunto o compartir cómo producen sus bienes culturales- habrían cometido un error o, al menos, estaban equivocadas en su actuar. Lejos de querer resolver la falta de acuerdo, se evidencian al menos tres ideas (de índole cultural y ética) sobre el caso entre comunidad artesanal y la diseñadora de modas, sin entrar en la complejidad jurídica del patrimonio cultural existente.

Por un lado, la cultura no “es” de todos. Existen bienes culturales privados, que pueden ser objeto de lucro, posesión o mero disfrute individual. Sin embargo, es necesario reconocer que la cultura es también un bien de dominio público -en la gran cantidad de los casos-; es decir, su uso no puede interferir o impedir el disfrute de otra persona. Una pintura de la Escuela Cusqueña heredada y guardada en la sala de alguna casa es un bien privado, que podrá ser transferido o no según la voluntad de sus dueños. Usted y yo, estamos exentos de su disfrute. Por otro lado, un paisaje cultural en un centro arqueológico -a pesar de que haya que pagar por el ingreso- es un bien público. Puedo acceder a él y disfrutarlo. Desde esta perspectiva -so riesgo de reducir demasiado el asunto- sí existe en los bienes culturales nociones de propiedad y custodia.

Entonces, ¿cómo saber de quién es tal o cual bien cultural? La respuesta es difícil. Los creadores de contenidos culturales pueden poseer el respaldo legal sobre sus creaciones. Existen, por ejemplo, los llamados “derechos de autor” o, inclusive, el reconocimiento de autoría de patentes. Las artes y el patrimonio en el Perú y el mundo poseen un amplio sistema jurídico de defensa, protección y salvaguarda.

En el caso de bienes, ideas, iconografías, entre otros elementos culturales producidos por miembros de una comunidad de artesanos es asumible que sean de su autoría. Pero, no es así de simple. La cultura es el resultado de un conjunto de interrelaciones entre personas de uno o varios grupos. Piénsese por ejemplo en la gastronomía: ¿cuántas interacciones deben haberse dado entre personas para llegar a tener tanta variedad de ceviches o chichas de jora? Hay rubros artesanales en los cuales es muy difícil asegurar que un bien sea solo exclusivo de esa comunidad. Claro está, hay grandes excepciones, como las avaladas por las “denominaciones de origen” para los sectores artesanal o vitivinícola.

Decir que un bien es de alguien en el contexto comunitario es muy complejo, pero no impide que se deban respetar los derechos de estas comunidades a defender sus creaciones y que se reconozca públicamente su autoría. Es moral y ético reconocer de quién es la cultura que utilizo o en la que me estoy inspirando.

En el mundo académico esto es harto sabido. Si escribes un libro o artículo, nunca debes olvidar los autores que has consultado y reconocer -mediante citas- las ideas y reflexiones que estás comentando. En el campo cultural, desde hace ya décadas, se viene teorizando sobre la llamada “apropiación cultural”, es decir la adjudicación ilegal e inmoral de la autoría de una creación cultural por parte de una persona o institución. Así, es apropiación cultural que una banda de rock angloparlante utilice un dialecto local y nativo distinto al suyo. Lo sería también que una casa de modas saque una colección basándose en patrones de diseño e iconografía de una comunidad artesanal. En el exceso de los casos, que una mujer blanca se haga trenzas de una determinada forma podrá considerarse también como una copia ya que ello sería el sello distintivo del look de los llamados afroamericanos. La apropiación cultural aún espera un abordaje más equilibrado. Su uso en nuestra realidad, sin más, podría generar equívocos, rencillas y rencores.

Finalmente, la cultura posee un doble valor. Es autoestima, reafirmación e identidad y, también, dinero, lucro y emprendimiento. Simboliza y recoge una manera de ser y vivir diferente. El valor cultural simbólico es de gran importancia; pero, no debemos olvidar que la cultura genera riqueza económica. La cultura es un bien de consumo (con sus particularidades); permite que las personas la utilicen para diversos emprendimientos creativos que contribuyan a mejorar la calidad de vida.

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