El ciudadano activo no puede mirar al costado, pues, parafraseando al genial A. Einstein, el Perú “no será destruido por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que lo observan y no hacen nada”.
Por Orlando Vignolo. 15 agosto, 2022. Publicado en el diario Correo, el 13 de agosto del 2022.
En Perú estamos viviendo tiempos de estoicismo. Nuestro estado de derecho se pone a prueba todos los días, y a los ciudadanos solo nos queda defenderlo, sin cuartel, siempre pensando en los nuestros y en la próxima generación.
Lo que nuestros padres y abuelos nos legaron como un modelo constitucional de limitaciones y categorías -con ciertos valores esenciales- tiene que ser asumido como un patrimonio invaluable que no puede ser pulverizado por circunstanciales individuos que fungen de políticos en los poderes públicos y, además, son cabales incineradores de la institucionalidad, las formas y la mínima decencia.
Ahora bien, esta defensa cotidiana y pacífica no tiene ideología, partidos, sesgos, colores o preferencias; hay espacio amplio para los grupos diversos, incluso para aquellos que mantienen prudente neutralidad o apatía política, pues solo asume como objetivos finales la coexistencia pacífica y sobrevivencia republicana.
Lo esencial de nuestras vidas está en el centro de esta respuesta y se concretiza desde el fundamento constitucional de que el poder estatal “emana del pueblo” -esa última palabra tan mancillada y vulgarizada en este último año -. Si procede así, también se controla y regresa a la nación, aquella ficción en la que sus ciudadanos son activos para defenderse a sí mismos.
El ciudadano activo no puede mirar al costado, siempre debe salvaguardarse de la posible tiranía y de la arbitrariedad pública pues, finalmente, parafraseando al genial A. Einstein, el Perú “no será destruido por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que lo observan y no hacen nada”.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.
