07

Mar

2022

Artículo de opinión

Todos hemos sido churres

Mira a los ojos del otro e imagínalo niño; escucha sus afirmaciones a veces apodícticas con la seriedad del churre, y con su misma candidez; diviértete con las “salidas” de los demás.

Por P. Jesús Alfaro. 07 marzo, 2022. Publicado en El Tiempo, el 6 de marzo de 2022.

Me dirijo a los que superaron el medio siglo. Ahora, a los 50, 60, 70 o más, sentimos el apretón de la nostalgia: quién no querría poder jugar en la calle con los amigos, detrás de una pelota; a quién no le gustaría repetir las palomilladas de la pandilla; ellas, pasarse horas cuchicheando, sobre todos los temas y sobre ninguno; quién no recuerda el sabor de algunos dulces de la infancia; o el olor de determinados sitios que frecuentó; quién no compara la dimensión que las cosas tenían en la imaginación infantil, con el real tamaño de todo en el momento presente.

La infancia está en otra tierra, a la que se vuelve de vez en cuando, solo o en compañía, para rememorar los acontecimientos que nos han marcado. Mientras lo hacemos, nos volvemos otra vez niños.

Pero, volviendo al presente, perdemos la inocencia, recobrada por breves instantes. Dejamos de reír benignamente las anécdotas de pícara inocencia; recuperamos la serenidad, luego de perderla momentáneamente, al recordar algún suceso triste… Nos bebemos una furtiva lágrima y sonreímos. El comentario suele ser: ¡qué tiempos aquellos!

Sin embargo, esos son el tiempo que ahora recorremos, hasta quizá los mismos lugares y las mismas personas. Tal vez no. Sin embargo, somos nosotros mismos, unos años después. Más experiencia, más historia personal; más recuerdos y olvidos; más añoranza y displicencia frente a lo que “ya pasó”. Nuestros años, los que cada uno tiene, han sido testigos de miles de sucesos ordinarios que formaron la impronta de nuestro carácter, de nuestras pretensiones y elecciones. Hasta las personas que hemos ido conociendo y tratando tienen -cada una- un pasado y un futuro acomodado a nuestra percepción.

Con frecuencia, no somos o no nos sentimos capaces de mantener el espíritu de aventura y la apertura de ánimo de los churres, porque nos pesa la conciencia de los años vividos; hemos adquirido malas costumbres (tomarnos demasiado en serio es una); nos pesan los prejuicios (quedar mal es uno); tememos quedar en ridículo porque entendemos la adultez como un peso.

Los días que vivimos parecen obligarnos a contemplar nuestra vida con otros horizontes. Son días duros y tristes. Estas líneas pretenden animar a la vuelta a la inocencia, lo más genuino que tiene todo ser humano. Mira a los ojos del otro e imagínalo niño; escucha sus afirmaciones a veces apodícticas con la seriedad del churre, y con su misma candidez; diviértete con las “salidas” de los demás. Perdona sus atrevimientos, no te vengues (los niños no se vengan, se la desquitan por justicia); alégrate con sus alegrías, no hagas bulling. Tal vez, si lo lográramos, evitaríamos toda guerra.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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