22

Nov

2021

Artículo de opinión

Apuesta por una ruralidad inteligente

Pensemos en la huella de carbono que genera la construcción de viviendas rurales, las cuales se construyen en tierra, piedra, madera y caña de Guayaquil, en comparación con la que genera una edificación urbana.

Por Guillermo Emanuel Pressiani. 22 noviembre, 2021. Publicado en El Peruano, el 20 de noviembre de 2021.

En la última Conferencia de las Partes Nro. 26 (COP 26), organizada por la Organización de Naciones Unidas en Glasgow, se reunieron más de 130 jefes de estado y diplomáticos, para definir objetivos comunes sobre la reducción de quema de carbón, petróleo, y gas, causa del calentamiento global.

Un propósito específico es reducir las emisiones a cero para mediados de siglo y limitar el calentamiento global por debajo de 1,5 grados. Para ello, se propone: acelerar la eliminación del carbón y el cambio a vehículos eléctricos, reducir la deforestación y fomentar la inversión en energías renovables.

Otro propósito es proteger comunidades y hábitats naturales, para cuidar y restaurar ecosistemas, construir defensas, sistemas de alerta e infraestructura y agricultura resilientes para evitar la pérdida de hogares, medios de vida e incluso vidas.

Lo interesante de pensar en estos objetivos desde geografías del “subdesarrollo” (en términos de bibliografía imperialista), es cómo la denostada “ruralidad” se vuelve un modelo de cómo habitar el planeta Tierra. Los poblados rurales ofrecen realidades que rozan lo paradigmático: hermosos paisajes, cercanía a la naturaleza, alimentación saludable, posibilidad de venta en línea, e incluso, (de la mano de la agricultura tecnificada), presencia de tecnologías robóticas, automatismos y monitoreo digital remoto. Sin ir más lejos, con las TIC, en pandemia, se evidenció que es posible educar o trabajar a distancia, en un marco de íntima contención social.

Esté de acuerdo o no, la ruralidad peruana es un ejemplo para “educar” a la población urbana en relación con el trato del medioambiente.

Reflexionemos sobre los objetivos de la COP 26 mencionados en un comienzo. Pensemos en la huella de carbono que genera la construcción de viviendas rurales, las cuales se construyen en tierra, piedra, madera y caña de Guayaquil, en comparación con la que genera una edificación urbana. Hay una diferencia abismal a favor de la primera. Si tiene dudas respecto a su potencial calidad arquitectónica puede investigar las obras de arquitectura del Arq. Joseto Cubilla en Paraguay. En lo que respecta a emisiones de carbono, en relación con el transporte, la ruralidad peruana posee todas las condiciones para implementar el modelo de comercio electrónico de productos puerta a puerta de la empresa China Alibaba, la cual terminó revitalizando extensas zonas rurales.

En términos de deforestación, basta atender a esfuerzos como los de la O.N.G. Progreso de Piura, la cual ha promovido la forestación desde hace décadas, contribuyendo a la remediación del medioambiente, con plantaciones de extensos bosques de pinos, grevilleas robustas y caña de Guayaquil.

Si hablamos de eficiencia energética, la población rural también tiene mucho por enseñar. Entre todas sus virtudes destaca el acompasamiento de los ritmos biológicos humanos a los de la naturaleza como ética ambiental ejemplar. Prosigue, luego, el adecuado uso de sistemas energéticos renovables, como el de paneles solares o dinamos hidroeléctricos.

Otro objetivo importante en la COP 26, relacionado con el Perú, es la necesidad de reducir la deuda histórica con los entornos rurales andinos, por abandono, daño a culturas originarias y explotación desmedida de hábitats naturales. Ante ello, el Perú posee otro caso ejemplar: la defensa de pueblos originarios y comunidades campesinas de su madre tierra, con alta conciencia agrícola, ecosistémica y cultural ante, por ejemplo, los avances de corporaciones mineras.

Habiendo clarificado, donde existe terreno fértil ejemplar para escenarios futuros, es preciso reconocer esta realidad y trabajar de manera conjunta, sin barreras ideológicas en los siguientes puntos:

. Planificar a escala territorial en términos de un equilibrado sistema urbano – rural, cuyos procesos se den en estrictas condiciones de control ambiental y de recursos naturales. Esto implica ver a las ciudades como parte de un binomio irrenunciable campo-ciudad.
. Desarrollar el concepto “pueblos inteligentes”, como alternativa futura a modos de vida en estricta armonía con la naturaleza y desacelerar la migración a periferias urbanas.
. “Empujar” a académicos, investigadores, diseñadores, ingenieros hacia la incomodidad propia de obrar sobre lo desconocido y en busca de innovación “apropiada” a cada región sin importar modelos cerrados.

Solo con más conciencia ambiental y territorial podremos construir escenarios futuros para habitar en armonía con la madre tierra.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

Comparte: