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Oct

2021

Artículo de opinión

¿Creo en el cielo?

Cuando nos preguntamos si creemos en el cielo, para confrontar nuestra conducta habitual con la creencia expresada debemos tener la valentía de recordar que no se cree en este solo dentro del recinto de la Iglesia.

Por P. Jesús Alfaro. 11 octubre, 2021. Publicado en El Tiempo, el 9 de octubre de 2021.

 

No es esta una pregunta retórica sino existencial. Los católicos afirmamos lo que contiene y vale la pena pensar en el cielo: aquel lugar en lo alto, inasequible a veces, excesivamente glorioso en muchas ocasiones, y, opuesto a la tierra con mucha frecuencia.

Cuando nos preguntamos si creemos en el cielo, para confrontar nuestra conducta habitual con la creencia expresada debemos tener la valentía de recordar que no se cree en este solo dentro del recinto de la Iglesia o ante el hijo pequeño al que queremos enseñar a rezar. Se cree en el cielo, del mismo modo, al establecer desde un sitial de autoridad las reglas de juego que deberán regir la vida ciudadana (las leyes); al afirmar los principios de convivencia en la nación; al convivir con “amigos” y “enemigos” en la vida pública.

Por eso, es tan natural establecer específicos rituales que patenticen este modo de actuar honesto: los juramentos ante un crucifijo, por ejemplo. Es que el cielo es esa altura de la que el cardenal Ratzinger (El camino pascual, p. 1835) escribió: “Ante todo, pues, ha de quedar firmemente en pie una afirmación irreversible: Él (Cristo) ha bajado. Y esto significa: existe la altura, la majestad y el señorío de Dios y de Jesucristo; la majestad absoluta de su palabra, de su amor y de su poder. Existe lo alto: Dios. El segundo artículo del Credo no anula el primero. En el abajamiento más profundo, en la humillación y en el ocultamiento extremo, Dios sigue siendo la verdadera altura. Antes de abordar la historia de la salvación, ha de situarse a plena luz la declaración fundamental: «Dios existe»”.

A partir de este “acuerdo fundamental” que no obliga a la confesionalidad, sino que hace coherentes a los hombres, debe exigirse a todos, autoridades, políticos, empresarios, padres de familia, maestros…un comportamiento personal y social coherente. Esta actitud fundamental supone que, previamente, los ciudadanos hayan hecho suyas estas afirmaciones: “Si no se percibe la majestad de Dios, pierde toda su tensión y todo su sentido el drama de la historia, el drama de la humanidad: no sólo no resulta engrandecido el hombre, sino que se ve empequeñecido; entonces ya no hay, ciertamente, «altura» en el mundo, sino uno de los juegos en los cuales experimenta sus posibilidades «el animal que aún no se ha definido» (Nietzsche). Quien quiera comprender el descendimiento, debe comprender primero el misterio de lo «alto», que se indica con la palabra «cielo»”. (ibid.).

Cualquier decisión de hondas repercusiones sociales debe ir precedida de estas convicciones, que pueden ser adoptadas por creyentes o no creyentes. El cielo, lo alto, es una realidad natural que la revelación cristiana ha iluminado, pero que preexiste en la cosmovisión de todos los pueblos que habitan la humanidad.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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