La Norteamérica profunda, tradicionalista, de los estados del interior, alejados de las costas atlántica y pacífica que están más afectadas por la globalización,   ha votado por Donald Trump, en un esfuerzo por recuperar el bienestar que vivieron  por años y que ahora sienten  amenazado por la competitividad internacional. La campaña de Trump ha apelado con […]

Por Ernesto Gallo. 17 noviembre, 2016.

La Norteamérica profunda, tradicionalista, de los estados del interior, alejados de las costas atlántica y pacífica que están más afectadas por la globalización,   ha votado por Donald Trump, en un esfuerzo por recuperar el bienestar que vivieron  por años y que ahora sienten  amenazado por la competitividad internacional. La campaña de Trump ha apelado con éxito  al nacionalismo,  a la protección de lo americano y de paso a la autarquía.

Ya lo predecía hace 3 años Peter Zheiham  en su libro “La superpotencia accidental”, cuando decía que ahora que USA ya tiene petróleo barato y fuentes emergentes de energía, se desentenderá del canal de Suez y del mundo, y dejará  de  cuidar la paz lograda en Bretton Woods, la cual ya no será relevante para ellos, ya que tienen petróleo seguro. Zeihan preveía una “nueva generación de preeminencia norteamericana y la venida de un desorden global”, que afectará principalmente a las potencias que basan su bienestar en las exportaciones.

Recientemente, una mezcla de nacionalismo y neoproteccionismo también ha llevado,  especialmente al  productor rural y al industrial urbano de Inglaterra, a votar por su  separación de Europa, buscando algo similar a lo visto en USA, votando a favor del  Brexit, la salida de Inglaterra de la Comunidad Europea.

El neoproteccionismo, observado en Inglaterra, parece olvidar las causas por las  que Europa decidió unirse luego de la Segunda guerra mundial: el temor de que la tercera guerra fuera atómica; y la cuarta, con palos y piedras;  según predecía  Einstein. En teoría se hubiera esperado que progresivamente la Unión Europea llegara a ser los “Estados  Unidos de Europa”. Pero no todos  los ciudadanos de unos países  están dispuestos a asumir las cargas de las ineficiencias de otros, como en el caso Grecia, ni los masivos flujos de inmigrantes y ataques terroristas que Europa ha sufrido.

El  Brexit y las tendencias proteccionistas traen a la mente la mercantilista y funesta Ley del Maíz de 1814 por la cual Inglaterra restringió la importación de maíz y de granos protegiendo a los  grandes terratenientes  británicos, a costa de la clase trabajadora. La  Hambruna de Irlanda de 1845 y la lucha de la primera ONG del mundo, la Liga Contra la Ley del Maíz, ayudaron a que termine aquella ley proteccionista.

Alemania, país cuyo desarrollo se ha basado en las exportaciones, con un superávit comercial de 300 billones de dólares, ha visto hace semanas cómo cientos de miles de manifestantes  han salido a protestar en todo el país, contra el TLC de  Europa con USA y Canadá.  Protestaba un variopinto grupo de stakeholders como  los rojos, los verdes, los ecologistas,  políticos, sindicatos, así como los  agricultores y ganaderos quienes son fuertemente protegidos, etc.

La victoria de  Trump, el Brexit y las protestas alemanas  sugieren que, similarmente a la reciente vuelta hacia la izquierda observada en Latinoamérica en el 2000, en oposición a las reformas liberales del  Consenso de Washington en los 90,  debemos esperar  que las grandes potencias viren  parcialmente de Bretton Woods al neo proteccionismo. El ritmo de incremento del comercio y de la inversión extranjera directa en el mundo ya  ha disminuido considerablemente.

Muchas de nuestras agroexportaciones son de productos de alto valor intrínseco: frutas y verduras frescas, orientadas a mercados de mayor poder adquisitivo, de contra estación; o son mineras pesqueras, en estas tenemos ventaja absoluta, por lo que el proteccionismo no nos afectaría mucho.

Hay analistas que esperan  que la globalización se ralentice,  por lo  que Latinoamérica y los países emergentes deben revisar sus estrategias de desarrollo.  Casi el 70%  del PBI de la mayoría de economías emergentes, se genera en servicios no transables internacionalmente ni sustituibles por mano de obra o capital extranjeros: peluqueros, taxistas, dentistas, comerciantes, banqueros, etc. Por eso, los países han sido permisivos con el comercio de bienes y con la inversión extranjera directa. Lo que será muy difícil es que  acepten el libre flujo de mano obra.

Las reuniones del Foro de Cooperación Asia Pacífico, APEC, que se celebra en Perú pueden abrir la ventana del inmenso mercado asiático,  si el norteamericano y el  europeo se restringieran.

¿Qué pueden esperar las exportaciones locales, por ejemplo de  mango y uva?  Dado que estos son productos de contra estación o tropicales, que no compiten directamente  con la producción norteamericana, es poco probable que se vean afectados. Por ejemplo, nuestro  mango se vende en USA en inverno, cuando la mitad del  país está bajo cero grados de temperatura; no se compite con ningún productor ni sustitutos locales. Por esta razón, es poco probable que el mango enfrente barreras a su comercio;  tampoco el langostino, el pescado ni los productos mineros que exporta Perú.

Los países que compiten directamente con la producción norteamericana,  como Argentina y Brasil en granos y ganado, sí podrían enfrentar fuertes barreras, por lo que deberán reorientar sus exportaciones hacia países como los nuestros, disminuyendo los precios locales a favor de los consumidores y en contra de los productores locales.

Ya se veía venir un nuevo orden económico mundial en el que debido a la perdida de importancia de los bienes físicos que solo representan el 20% del PBI de las países más ricos, estos podrían optar por proteger a su producción local solo importando por razones de variedad de la oferta mas no del bajo precio de los bienes importados.

Las estrategia  de exportación deberán, por esta razón, ser más sofisticadas y basadas en ubicar nichos de alto valor intrínseco; en este sentido, el Perú está muy bien orientado.

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