La movilidad eléctrica es más que innovación: constituye una urgencia ambiental. En Perú, el transporte genera cerca del 10 % de emisiones de CO₂; adoptar autos eléctricos y energía limpia permitirá reducir significativamente nuestra huella de carbono.
Por Rolando Seclén. 18 noviembre, 2025.¿Cómo superar la ansiedad del rango y aprovechar la infraestructura en la movilidad eléctrica? Una de las principales barreras para quienes están pensando en comprar un auto eléctrico —pero todavía dudan— es la llamada ansiedad del rango: el miedo a que la batería se agote antes de llegar a una estación de carga, o electrolinera. Aunque la tecnología avanza rápido, este temor todavía frena a muchos compradores. Sin embargo, quizá estamos agrandando el problema. Como dice el dicho: “para tomar un vaso de leche no hay que comprarse toda la vaca”.
En la rutina diaria de ciudad, la mayoría de los viajes son cortos. Entre los trayectos de ida y vuelta al trabajo y alguna salida ocasional, el recorrido promedio podría estar entre 20 y 30 kilómetros al día. Ese recorrido es, en la práctica, el “vaso de leche” que necesitamos. Pero la ansiedad nos hace imaginar que requerimos un tanque lleno para recorrer cientos de kilómetros cada día. La realidad es que muchos autos eléctricos actuales ofrecen más de 300 km por carga, lo que permitiría circular durante una o dos semanas con una sola recarga, dependiendo del uso.
En realidad, el verdadero reto no está tanto en la autonomía, sino en la infraestructura para cargar rápido en viajes largos que, para la mayoría, son poco frecuentes. En países con alta penetración de movilidad eléctrica, la mayoría de usuarios carga su auto en casa, no en electrolineras. Para quienes viven en una casa con cochera, esto es sencillo. El problema aparece en edificios multifamiliares, donde las instalaciones eléctricas comunes no están preparadas para alimentar cargadores individuales.
Ahí hay una gran oportunidad: adaptar la infraestructura eléctrica en edificios para instalar puntos de carga privados sería un paso enorme. Esto abriría trabajo para electricistas, empresas de ingeniería y hasta para las empresas de distribución eléctrica, que podrían liderar la modernización de instalaciones. Con una regulación clara del Ministerio de Vivienda y requisitos en las Normas Técnicas de construcción, los nuevos edificios podrían incluir, desde el diseño, tomas para cargar autos eléctricos en cada estacionamiento.
Y las soluciones no acaban en casa. El Perú ya cuenta con una red nacional de estaciones de servicio, muchas están bajo la administración o supervisión de Petroperú. Esta empresa, con presencia en casi todo el país, podría jugar un rol clave en la transición energética: incentivar a los dueños de estaciones a instalar electrolineras en puntos estratégicos de la red interprovincial. Así, los viajes largos dejarían de ser un obstáculo, y, al mismo tiempo, se reforzaría la imagen de Petroperú como aliada de una matriz energética más limpia.
Aprovechar la infraestructura ya existente de estaciones de servicio reduciría los costos de expansión de la red de carga. Una estrategia coordinada entre el sector público, empresas energéticas, comercializadores de autos y estaciones de servicio podría acelerar mucho la adopción de vehículos eléctricos. Este modelo ya ha dado buenos resultados en países como Chile y Colombia, donde se combina la carga doméstica con electrolineras en rutas clave.
La movilidad eléctrica no es solo una tendencia tecnológica; es una necesidad ambiental. El transporte es responsable de alrededor del 10 % de las emisiones de CO₂ en el Perú, según los estudios de las INCD (Contribuciones Previstas y Determinadas a nivel Nacional), que son los compromisos de reducción de emisiones del país. Migrar progresivamente hacia autos eléctricos, junto con una generación de electricidad cada vez más limpia, podría reducir de manera importante nuestra huella de carbono. Pero para que esto pase, hay que superar las barreras técnicas y, sobre todo, las ideas equivocadas.
No se trata de esperar a que haya una electrolinera en cada esquina para dar el salto. Igual que no hace falta comprar toda la vaca para tomarse un vaso de leche, podemos empezar con pasos concretos: adaptar nuestras viviendas y aprovechar la red de estaciones que ya tenemos. Con eso, la ansiedad del rango deja de ser un problema y abrimos el camino hacia una movilidad más limpia, eficiente y sostenible.
El futuro de la movilidad eléctrica en el Perú dependerá, en gran parte, de que sepamos coordinar esfuerzos y ver las oportunidades de innovación que hay en los desafíos. Si el sector público y el privado trabajan juntos, será mucho más fácil llegar a un transporte accesible, económico y respetuoso con el medio ambiente.








