Las intervenciones centradas en el desarrollo socioemocional temprano han mostrado que es posible enseñar y fortalecer las relaciones sanas, mejorando la comunicación familiar y la autorregulación en niños.
Por Adrián Arévalo Alván. 18 septiembre, 2025. Publicado en Diario Correo, el 14 de septiembre 2025
La exposición a experiencias adversas infantiles (EIA) están asociadas con una mayor probabilidad de desarrollar enfermedad cardiovascular y metabólica en la adultez, así como con el abuso de sustancias, trastornos depresivos y una mayor probabilidad de muerte prematura.
Este impacto negativo se explica, en parte, al estrés tóxico con el que podría convivir un infante, un entorno que lo lleva a una activación prolongada de los sistemas de respuesta frente al estrés, sin contar con un adulto de soporte. Esta situación compromete el desarrollo cerebral, hormonal e inmunitario de la persona.
Es importante crear entornos seguros, enfocándose en la salud relacional: sembrar y cuidar relaciones seguras, estables y enriquecedoras (RSEE). La Academia Estadounidense de Pediatría enfatiza que son “el antídoto más poderoso frente al estrés tóxico” y no es solo retórica. Están asociadas a mejorar la regulación de los sistemas cerebrales y hormonales, al desarrollo de habilidades socioemocionales, la resiliencia y la formación de relaciones significativas.
Las intervenciones centradas en el desarrollo socioemocional temprano han mostrado que es posible enseñar y fortalecer las relaciones sanas en padres, cuidadores y educadores, mejorando la comunicación familiar y la autorregulación en niños. Estas estrategias se pueden integrarse a las políticas públicas del país.
Así, la salud relacional consiste en fomentar un sistema de vínculos positivos entretejidos en la vida cotidiana de niños y adolescentes. Exige intervenir en hogares, escuelas, comunidades y políticas públicas, sembrando vínculos confiables que protejan y permitan un crecimiento saludable y resiliente.








