El contagio emocional suele reflejarse en emociones negativas como enojo, ansiedad o estrés, que se propagan fácilmente y afectan la salud colectiva. Por ello, es crucial reconocer cómo influimos emocionalmente en los demás.
Por Jane Scarlet Cabrera Pillaca. 19 agosto, 2025. Publicado en el Diario Correo, el 16 de agosto 2025
¿Alguna vez has visto a alguien bostezar y no has podido evitar hacerlo tú también? A diferencia de una enfermedad física, donde el contagio es algo que queremos evitar, existe otro tipo de transmisión mucho más sutil, pero igual o más poderoso: el contagio emocional. Este fenómeno es la tendencia a experimentar las mismas emociones que otra persona, a menudo, de forma inconsciente. No solo ocurre con los bostezos. También, es lo que nos hace sonreír cuando vemos a alguien reír, o sentir tristeza al ver a alguien llorar.
La clave detrás de este fenómeno psicológico está en las neuronas espejo. Estas son fascinantes porque se activan tanto cuando realizamos una acción como cuando simplemente observamos a otra persona hacerla. Juegan un papel crucial en nuestra capacidad para imitar y sentir las emociones de los demás. Estas neuronas son la razón por la que el bostezo, la risa o el llanto de otra persona nos afectan directamente.
Si bien esta capacidad del cerebro es asombrosa, no siempre la usamos a nuestro favor. A menudo, el contagio emocional se manifiesta con emociones desagradables como el enojo, la ansiedad, el estrés y muchas más, que pueden propagarse como una epidemia, afectando nuestra salud y la de los demás. Por eso, es fundamental ser conscientes del impacto que tenemos en quienes nos rodean.
Cuando el mal humor te invada, detente un momento. Haz una pausa, mírate al espejo y regálate una sonrisa. Reflexiona sobre cómo este simple acto de autocuidado puede cambiar tu perspectiva y, al mismo tiempo, influir de manera positiva y significativa en los demás.








