31

Ago

2025

ARTÍCULO DE OPINIÓN

Historia de santa Rosa de Lima

Fue tal la fama de santidad que llevó Rosa de Lima que, desde el mismo momento de su muerte se produjeron una serie de manifestaciones en pos de la declaración de su santidad.

Por Ruth Rosas. 31 agosto, 2025. Publicado en diario El Peruano, el 31 de agosto de 2025

La primera santa de América, Isabel Flores de Oliva, fue la que más relevancia y trascendencia tuvo no solo en Lima sino también en varias ciudades del virreinato peruano. Fue tal la fama de santidad que llevó Rosa de Lima que, desde el mismo momento de su muerte, ocurrida el 16 de agosto de 1617, se produjeron una serie de manifestaciones en pos de la declaración de su santidad.

Imagen de Santa Rosa de Lima. | Crédito: ANDINA / Renato Pajuelo.

El funeral, al que acudió el pleno del clero regular y secular, las autoridades civiles, las hermandades y cofradías, así como una multitud incontrolable, es un buen ejemplo de lo dicho porque, desde la primera posa en la que depositaron el cuerpo, se hizo necesario escoltarlo con un buen grupo de religiosos que debieron detener al gentío desesperado por tocarlo o por apoderarse de algún objeto que lo adornaba. Por tal trifulca, se suspendió el cortejo fúnebre hasta el día siguiente, en que mostraron actitudes similares e incluso se llegó a sustraer la escápula de su hábito, parte de su saya, la toca, el escapulario, el manto, los escarpines, las calcetas y hasta los cabellos de la difunta, considerada santa antes de haber iniciado el proceso formal de beatificación. Fray Francisco Nieto, testigo de la época, no dudó en recalcar que el sepelio de Rosa de Lima fue “el más solemne acompañamiento que jamás se había visto en este reino”.

Ese fue el primer homenaje que ofrecieron los vecinos. A partir de entonces, se acogió y extendió el rumor de santidad de Rosa, que traspasó fronteras. Iniciarían entonces los trámites para colocarla en la Corte Celestial con los demás santos. Fue beatificada el 12 de marzo de 1668 y empezó a permitirse el culto a su imagen, la exhibición de sus reliquias y, por supuesto, celebrar su fiesta. En Roma y Madrid se organizó un quincenario -el 30 de septiembre de ese año- y con fervorosa emulación compitieron varias órdenes religiosas, ayuntamiento, personalidades políticas, cofradías y otros con la única intención de festejar a la primera santa del virreinato peruano. Por supuesto que, en Lima también se desplegaron vistosos elementos para festejar a su beata: castillos de fuegos artificiales, procesiones, primorosos altares en las calles, aclamaciones, vítores y aplausos.

A pesar de que a Rosa solo se la reconocía como beata, en 1665 se funda en la ciudad de Piura una cofradía en su honor, en la iglesia matriz, que pretendía cantarle una misa todos los miércoles del año y celebrarle su fiesta cada 30 de agosto.

Cuatro años después -según Juan Andreo- se le nombra Patrona de Lima y del Perú y, el 11 de agosto de 1670 este patronato se extiende a América, Indias y Filipinas. El papa Clemente X procede a canonizarla el 12 de abril de 1671. En Lima y en otras ciudades de España se repitieron las festivas aclamaciones a la santa y lo celebraron con un sinnúmero de actividades.

La historiadora Ybeth Arias afirma: “se desconoce el monto exacto de los costos de la causa de beatificación de Rosa, pero sin duda sobrepasó los 70 000 pesos. Las provincias dominicas de las Indias contribuyeron con pagos… [y] la Corona aportó recursos a partir de los salarios de los embajadores de España en Roma y de los virreyes de Nápoles… Estos ministros otorgaron regalos a los cardenales y personajes implicados en la Sagrada Congregación de Ritos para favorecer la causa de Rosa”.

Ya considerada santa, iniciaron las solicitudes para fundar monasterios en su honor. Así, Arequipa vio nacer en 1740 el Monasterio de Santa Rosa que albergó a jóvenes deseosas de seguir su vida dedicándose a la oración, trabajo, educación y al servicio. A pesar de su corta vida, Rosa de Santa María tuvo insospechados seguidores y su devoción se afianzó en todos los feligreses sin distinción de estrato social.

Finalmente, a decir de José Antonio del Busto, la figura de Rosa fue enarbolada primero por los criollos limeños, después por los indios nobles del virreinato y luego, en 1816, por la política independentista, pues el Congreso de Tucumán la declaró Patrona de la Independencia de América. Los criollos tomaron a santa Rosa por su bandera reivindicatoria frente a los peninsulares, sin embargo, las primeras cofradías fundadas en Lima bajo su advocación estuvieron conformadas por indios. Todo este conjunto de razones fue más que suficiente para enraizar su devoción en Piura y en los demás partidos del virreinato.

Hoy, la devoción está enraizada en el mundo entero; por ello, Rosa de Lima es la santa peruana de la Humanidad.

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