Para todos los efectos, 1824 es una fecha emblemática que condensa un conjunto sucesivo y continuado de esfuerzos de muchos, de cientos de personas con miras a la consecución de la independencia. Las conmemoraciones oficiales de las victorias patriotas contribuyen a reafirmar esta consideración.

Por Elizabeth Hernández. 06 mayo, 2024. Publicado en Diario El Peruano 4 de mayo del 2024

1824 fue una etapa difícil y enormemente complicada, en la que se jugaban la vida y la política, y en la que se temió a patriotas y realistas, a veces por igual.

El año se inició con la eliminación del “problema Riva Agüero”, al haberse enviado al exilio a este aristócrata limeño. Bolívar equivocó la perspectiva sobre José de la Riva Agüero: uno de los peruanos que más habían trabajado por la independencia, y uno de los políticos de mayor influencia, incluso lejos de Perú. Mientras tanto, en febrero las tropas impagas del Real Felipe del Callao entregaron el fuerte a los realistas al no recibir sus sueldos atrasados. Bolívar culpó a José Bernardo de Tagle de tener que ver en este motín. Ante el fuerte rumor de que el líder venezolano lo pasaría por las armas, el marqués de Torre Tagle, presidente del Perú, y otros oficiales patriotas, solicitaron asilo en las fuerzas enemigas. El Callao y Lima cayeron en manos realistas. Bolívar, que se hallaba en Pativilca, siguió adelante con la guerra, con el norte peruano como centro de operaciones.

Lima parecía perdida. Los que pudieron se encaminaron a Trujillo, ciudad que ofrecía mayor seguridad por la cercanía a Bolívar y a los cuarteles generales desde donde se organizó la resistencia. Había otra razón para huir de Lima, sobre todo si eras militar: evitar ser considerado sospechoso. El 9 de julio, Bolívar decretó que fueran borrados de la lista militar de la República “los generales, jefes y oficiales que no emigraron de Lima”, pues consideraba que se habían quedado allí “bien por adhesión al sistema español, bien por cualesquiera otros motivos que jamás justificarán esta infame conducta”. Pudieron ser varias las razones por las que no fue posible salir de Lima: falta de dinero, de mulas, inseguridad o miedo. Bien pudo ser también, en efecto, la simpatía hacia la causa del rey. No obstante, con este decreto Bolívar puso en el mismo saco a todos, agravando la situación de Lima, oprimida por los dos bandos.

En medio de la angustia y el temor, el triunfo patriota en Junín, el 6 de agosto, fue determinante: las fichas del ajedrez político se empezaron a reacomodar. Desde el ángulo militar se hablaba de la campaña final contra los realistas y de que la reconquista de Lima por Bolívar se hallaba próxima. Desde otra perspectiva, aquellos que querían contar en la política debían estar cerca del Dictador (cargo otorgado por el Congreso en febrero de 1824). Por eso, desde Trujillo, el 29 de octubre se daba noticia de la salida hacia Lima de más de treinta emigrados, entre los cuales estaban Gregorio Paredes e Hipólito Unanue, personajes de gran importancia en la colonia y en la república. En distintas misivas se daban otros nombres y se afirmaba: “Todos están moviéndose con su buena tajada”. El entusiasmo patrio no estuvo reñido con la ilusión por algún nombramiento: eran las dos caras de la misma historia.

El triunfo en Junín supuso un miedo añadido: las represalias de Bolívar. ¿El general venezolano era capaz de castigar a la ciudad por haberse mantenido realista? No se sabía, eran tiempos de guerra, y decretos como el antes comentado le hacían flaco favor. Hasta Trujillo llegaron noticias de que el realista Rodil publicó bando en que anunciaba abandonar Lima, y que los que quisiesen pasar al Real Felipe debían llevar sus propios víveres. “Considere usted las amarguras de los vecinos de la capital comprometidos, la de los que no lo están mientras se levanta el sitio y se vindican… aún me desvela [el] trastorno que vamos a experimentar”. Cuatro meses después, y pocos días antes de la batalla de Ayacucho, Bolívar recuperó Lima. Junto con la algarabía del bando patriota, parte de la vecindad limeña vivió una profunda perturbación. Miles se dirigieron al Callao para abordar navíos que los llevaran lejos, y cuando no, buscando protección en el Real Felipe, iniciándose aquí una férrea resistencia liderada por Rodil, que culminó en enero de 1826.

La causa patriota triunfó militarmente en Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Pero las vicisitudes que vivió Lima dan cuenta de las inseguridades, temores y juegos políticos que caracterizaron no solo a la ciudad capital, sino también a toda una época.

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