La profesión del profesor universitario es incompatible con el carácter eventual, o secundario, justamente por la importancia radical del profesorado. Ser profesor universitario es un modo de ser, y crea carácter.

Por Dirección de Comunicación. 30 junio, 2023.

El Profesor Universitario Leonardo

El profesor universitario

Conferencia dictada por el doctor Leonardo Polo a profesores de la Universidad de Piura, en agosto de 1994

(Publicada en la Colección Algarrobo de la UDEP, Nº 42, en 1996)

Esto de hablar un profesor universitario a profesores universitarios sobre sus tareas tiene algo de vender miel al colmenero, es una comunicación casi redundante, pues todos sabemos por experiencia lo que significa dedicarse a esta actividad. La única ventaja que tengo respecto de ustedes es que mi experiencia es más dilatada ya que llevo en la universidad más de cuatro décadas.

La personalidad de un profesor universitario, las líneas maestras de su figura, ha de enfocarse desde distintas maneras. Puede servir de orientación el considerar la Universidad como una empresa. En la empresa es corriente distinguir dos dimensiones o dos tipos de personas: una se llama el staff; la otra, se llama la línea.

El staff está constituido por las personas que pertenecen a la empresa desde el punto de vista de su gestión administrativa. Conforman la línea las que intervienen en el logro del resultado característico de la empresa que es su producto.

Toda empresa produce algo. Si produce poco o con baja calidad, es señal de que funciona mal. Aunque tenga un organigrama muy bueno, aunque los gestores sean muy buenos también, si los productores no dan lo que tienen que dar de sí, la empresa se desfigura y acaba arruinándose.

La desfiguración de la empresa es un asunto abundantemente tratado en la literatura actual sobre esas instituciones. Se atribuye muchas veces al exceso del staff sobre la línea. No basta que el staff sea floreciente si la línea lo es menos. Las empresas que quieren sobrevivir están volcando su atención en mejorar sus modos de hacer.

Lo primero a preguntar es esto: ¿cuál es el producto de la Universidad? Insisto, si se pierde de vista el producto de una organización, de una institución, esa institución fracasa.

Del producto, repito, se encarga la línea, y en la Universidad, justamente, la línea es el profesorado. No hay que darle vueltas, simplemente es así. Cualquier equivocación al respecto desfigura la Universidad y lleva consigo un aumento de costes realmente muy considerables.

No sirve para nada contar con grandes y bien dotadas instalaciones, cuidar las relaciones con otras entidades condicionantes, si con eso se olvida o no se pone en primer término la actividad del productor y el productor en una Universidad es exclusivamente el profesor. O, como decimos los filósofos, el profesor es universitario simpliciter, todo lo demás es auxiliar.

Por necesarias que sean las funciones que hay que cumplir, lo importante es la mejora en los procesos productivos. La primera consecuencia es que el profesor, hablando en singular, es la dimensión de la Universidad que ha de estar más integrada en ella. Son los profesores las personas que más deben hacer suya la universidad.

Por eso, no es profesor universitario el advenedizo, el que aparece de vez en cuando, cuyo centro de interés se encuentra en otro tipo de actividad. En ciertas coyunturas hay que acudir a este tipo de personas, pero el universitario a ratos, no es un universitario.

La profesión del profesor universitario es incompatible con el carácter eventual, o secundario, justamente por la importancia radical del profesorado. Ser profesor universitario es un modo de ser, y crea carácter. Si se desdibuja ese carácter, si no se desarrollan las virtualidades que se desprenden de él, entonces la Universidad languidece, su existencia es puramente nominal.

Tal desfiguración puede producirse de varias maneras. En primer lugar, es claro que una universidad estatal tiene una proporción de staff bastante notable, y no dentro de ella sino, precisamente, encima de ella; está sometida a una burocracia estatal. Por eso, las universidades del Estado, muchas veces formadas por profesores espléndidos, no acaban de tener su propio perfil universitario bien definido, justamente por estar supeditadas a una instancia que realmente no es universitaria.

Aunque debe haber conexión entre la política y la Universidad, lo que no puede existir es una supeditación de esta última a aquella; eso no es bueno, sino un elemento perturbador para la Universidad.

Otra razón que puede estropear los centros universitarios es el afán de lucro. Es lo que hace que algunas universidades llamadas privadas que son entes que se fundan con la intención de sacar dinero, en definitiva, no cumplen con su tarea propia. Se confunde una empresa comercial con la Universidad. La Universidad es una empresa, pero su producto, su objetivo no es precisamente el enriquecimiento.

El universitario se caracteriza por haber elegido el saber sobre el dinero. En la opción: ganar dinero, cultivar el saber, se quedan con la segunda parte. Por eso, suelo decir que ser universitario casi es hacer un voto de pobreza.

El dinero es un medio imprescindible que el profesor universitario necesita para llevar a cabo, en el nivel requerido, sus tareas. El universitario no debe estar en un estado carencial, debe estar en condiciones de cubrir las necesidades propias, las de la familia. Pero la relación del dinero con su actividad profesional no se limita a esto. El universitario no es simplemente un profesional más que estudia para conseguir luego unos resultados con sus estudios, resultados que son extra universitarios y en esto conviene meditar y sacar consecuencia.

Hay que desligar la actividad universitaria de los poderes públicos, de los poderes partidarios. Hay que recabar la lealtad en la búsqueda de la verdad. Pero por otra parte tampoco se puede renunciar a un status necesario, reclamado por la propia dignidad de la tarea que se desarrolla y para su desempeño correcto. El dinero no es asunto central para esta profesión, pero por otra parte es imprescindible, sin dinero no se puede hacer casi nada, esto es de sentido común. Pero el universitario, en tanto que tal, emplea el dinero para hacer posible la actividad cuyo contenido trataré de desarrollar.

Repito la pregunta: ¿Cuál es el producto de la universidad?, ¿Qué bien aporta la universidad a la humanidad, a la sociedad en general? La respuesta es taxativa. Lo que la Universidad aporta a la sociedad es el saber superior.

Corresponde a la universidad el desarrollo del saber superior. En este punto conviene evitar confusiones. Suelo decirles a mis colegas españoles, que las Universidades de mi patria no son tales, pues su producto no es el saber superior, sino que más bien constituyen un último nivel de la enseñanza. En España hay un primer nivel de enseñanza llamado básico, el segundo que es el viejo bachillerato y el tercer nivel de enseñanza es la Universidad. O sea que la universidad sería algo así como una continuación de la pirámide educativa, un último escalón o un último nivel.

Pero no es así, porque entre esos niveles no hay una continuidad. No se trata solamente de un problema de jerarquía, es algo mucho más serio. La universidad tiene como producto el saber superior. El saber superior no es simplemente cuestión de enseñanza. El saber superior se caracteriza porque por una parte es aquello a lo que se ha llegado en la larga y fecunda acumulación del saber logrado a lo largo de la historia. El cultivo del saber es característico, sobre todo, de la cultura occidente.

Pero justamente por eso el saber superior está inexorablemente abierto al futuro, es decir tiene que ser incrementado. Por eso hablo de él como producto. Por lo tanto, el profesor universitario no funciona sólo con un saber adquirido, no se limita a administrar el saber, a impartirlo, no es el tercer nivel de enseñanza, eso no es verdad.

Si la universidad aceptara ser eso se desmoronaría, dejaría de ser universidad y los profesores dejarían de ser universitarios, serían simplemente buenos profesores en el sentido de estar relacionados con los alumnos. He aquí otra cuestión que acaba de aparecer ahora: el alumnado.

La formación de los alumnos es ciertamente un producto de la universidad, pero no es el primario porque si se considera como tal no se logra suficientemente. El primer producto de la Universidad es el saber superior. El saber superior es la cumbre del saber heredado, pero como ocurre siempre en la historia lo heredado nunca está terminado, sino hay que continuarlo.

El saber es incrementable, justamente desde su cima, en cuanto el saber entra en la corriente social, hace funcionar o puede ser un factor más para que la sociedad funcione, pero esa función del saber en la sociedad no es incrementar el saber superior.

¿Qué hay que hacer con el saber superior? Lo primero que hay que hacer con el saber superior es incrementarlo, sólo en segundo lugar hay que extenderlo. Aquí es donde entra el alumnado. En tanto que el alumnado no es estrictamente un discipulado, está constituido por profesionales futuros, que realizarán su actividad fuera de la Universidad, aprovechando ese saber.

Evidentemente sacar gente bien formada, lograr comunicarles lo que se sabe es muy importante para la sociedad, pero aun así no es eso lo primario. Lo primario es incrementar el saber superior. Eso se podría decir también así: si una parte de la tradición universitaria va a la sociedad, la otra parte de la producción universitaria va a la historia. A mi modo de ver esta es la parte más importante. Viéndolo así me parece que el profesor universitario puede darse cuenta de donde se ha metido, a qué ha apostado su vida.

Es menester percatarse de que ser profesor universitario no consiste sólo en obtener un título, ser contratado, adscrito, trabajar en un centro de la Universidad, no. Ser profesor universitario significa una tarea de autoformación, porque no es lo mismo estar prestando servicios, estar ejerciendo la profesión y colocarse que tratar de alcanzar la cima del saber. Esto sólo se consigue a lo largo de mucho tiempo de estudio, si se forma bien la cabeza, y si se amplían los horizontes.

Esto ¿Cuándo se consigue? Quizá cumplidos los cuarenta años, se ha alcanzado una cierta madurez. Hay que contar con cinco años de licenciatura, tres o cuatro de doctorado, así nos colocamos en los treinta. Luego hacen falta por lo menos diez años más para alcanzar el nivel superior, y desde ese nivel tratar de incrementarlo, aunque sea en una medida pequeña.

Repito que lo que distingue al universitario del que ha sido universitario por unos años y luego se ha salido, ha ido a otro sitio, consiste en que el saber adquirido es la base de su actividad, como pura aplicación, aplicación que además hay que completar después de haber salido de las aulas, porque hay aspectos prácticos que muchas veces no se enseñan en ellas. Por ejemplo, un jurista necesita años de práctica para poderse manejar en un tribunal, lo mismo le ocurre a un médico en la clínica.

Pero esos saberes, su gestación, corresponden a la Universidad, y por eso el profesor no puede decir: ahora ya sé y ahora me dedico simplemente a aplicar mis conocimientos a mi actividad docente, estoy simplemente transmitiendo el saber que he adquirido, No. Ser universitario no es lo mismo que ser abogado o médico en la clínica, no es lo mismo porque su relación con el desarrollo del saber es distinta. El profesor universitario se dedica a estar en el extremo del saber, tiene que saber todo lo que a su disciplina se refiera, lo cual naturalmente exige muchos años, con la licenciatura no se consigue y habría que decir que tampoco se consigue completamente con el doctorado.

Se consigue estudiando sin parar, estudiando hasta que uno se muera. Estudiar y pensar. Vida académica, actividad académica quiere decir que no hay que ignorar nada por lo menos de la rama a la que uno se dedica de lo que hasta el momento se sabe y además profundizarlo pues siempre quedan lagunas, y procurar relanzarlo.

¿Cuál es el rendimiento de esto? ¿Hasta qué punto un profesor universitario de por vida va a aumentar el saber? Eso depende de muchos factores. Depende de su talento, de las oportunidades que tenga, de los medios técnicos, en cierto tipo de investigación, que pueden en algunos momentos no existir, o existir en pequeña medida. También depende de cómo esté la biblioteca, pues en una biblioteca está recogida la tradición del saber. Quien no cuenta con una buena biblioteca no puede acudir a las fuentes.

Eso es lo que es un profesor universitario. Por eso es miembro de una institución característica de occidente que se justifica y existe por esto, por la importancia que se concede al saber superior, al despliegue del saber.

¿Cómo se puede definir el saber superior? El saber superior es la adquisición de conocimientos en la situación más alta que la humanidad ha adquirido en un momento histórico. Es evidente por ejemplo que el saber superior en lo que respecta a la Física era distinto en tiempos de Aristóteles y en los tiempos actuales.

¿Qué se puede aportar al saber superior? Con que no se olvide, con que no decaiga ya sería bastante. Eso requiere un gran esfuerzo. No se trata de ser original, no se trata de conseguir el Premio Nóbel, pero tampoco se trata de aceptar ese nivel alcanzado como un nivel horizontal. Esto quiere decir que el saber superior es el producto primario sin el cual la Universidad no es más que tercera enseñanza.

Hay que estar en la brecha, no hay otro remedio. ¿Y Cuál es la brecha? La brecha la tiene que saber cada uno, pues cambia con la edad, pero en la medida que cada uno pueda decir que tiene todos los antecedentes históricos de ese asunto y desde ellos tratar de ir más allá, o al menos intentarlo. Trasmitirlo a los demás universitarios, no sólo a los alumnos que luego irán a desarrollar sus actividades fuera.

Por eso un profesor universitario tiene que publicar. Aquí aparecen las siguientes dificultades. Muchas veces lo comunicable es poco, todo lo que tiene uno que decir, la manera cómo ha asimilado y como ha puesto su impronta personal en el saber superior, quizá se pueda expresar en un artículo de 50 páginas.

Por eso las revistas donde se publican las investigaciones son imprescindibles. Una Universidad que vaya creciendo debe crear revistas, debe tener una editorial, una literatura dedicada a un grupo, a universitarios de otros centros. Un profesor universitario también puede publicar libros de divulgación, artículos en los periódicos, si tiene talento literario puede poner sus conocimientos en forma retórica, de manera que una mentalidad menos cultivada los entienda. Pero en rigor, en los destinatarios de las publicaciones de un universitario son los otros universitarios. Un profesor universitario debe leer lo que escriben los otros y es que existe una cosa que se llama la res publica scientiarum.

La ciencia es una cosa pública. El saber superior se comunica, el saber superior se publica. Se publica con un simple requisito: Copyright. No se puede plagiar. Pero dicho rigurosamente no existe propiedad intelectual porque el destino de lo que uno sabe es que lo sepan otros: los interlocutores.

Hay que aspirar a entrar en la res pública universal. El saber es res común de quienes lo cultivan, no de los otros. No de la universidad sino de todas. Si esto no se tiene en cuenta, si esto no constituye el fondo, el despliegue vital de un universitario, se estropea la actividad docente, pues se enseña a gente que no sabe nada del saber que se cultiva en la universidad. Precisamente por eso la universidad no es simplemente el tercer grado de enseñanza.
Debe experimentarse fuertemente la diferencia. El alumno debe notar, si se trata de una auténtica Universidad, que lo que ahí se enseña se enseña de un modo, con unos conocimientos y con una profundidad desconocida hasta ahora para él. Esto se corresponde con lo que estoy diciendo: lo que alimenta la enseñanza universitaria es la investigación.
El profesor universitario que para preparar sus clases utilice unos apuntes, unos guiones que él mismo se ha hecho, y esos guiones son los mismos todos los años, al cabo de unos cuantos el papel que al principio era blanco se ha vuelto amarillento. Eso es señal de que no es un auténtico profesor universitario sino un perezoso. Ése se ha “tumbado a la bartola” como decimos en España. Se ha incrustado en una institución, vive en ella y de ella. Puede llevar las vestes universitarias, las insignias, el “gorro de doctor”, pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿Y tus guiones de clase? Todos los años hay que incorporarles algo, justamente lo que uno ha leído, aquello que uno ha investigado, aquello que uno ha aprendido.

Si esto no se hace se sacarán profesionales mal formados. Esto afecta al nivel medio de un país, a las actividades desempeñadas por los alumnos que han salido de los centros universitarios que son los que mandan en el nivel más alto de las actividades en la sociedad. Por eso el profesor universitario que cae en la rutina hace un daño a la sociedad.

Pero para no caer en la rutina no basta pensar directamente en los efectos sociales de su actividad, sino que hay que pensar justamente en el desarrollo del saber superior. Si piensa en ello estará siempre en situación de mejorar su enseñanza y además en situación de conseguir sucesores. Conseguir sucesores no inferiores sino superiores La altura propia del sucesor es una de las preocupaciones más agudas que ha de crecer, naturalmente con el paso del tiempo, de un buen profesor. El sucesor. Si el que va a ocupar mi cátedra no es mejor que yo, si el saber superior que yo le he proporcionado no es para él un punto de partida porque yo no le he dado todo lo que sé, no puede ser buen sucesor.

Es decir, en la res publica scientiarum siempre hay un más, un incremento. Es tanto lo que últimamente se publica en cada rama que agotar la bibliografía puede resultar abrumador, aunque como es claro, algunas cosas que se publican realmente no sirven para nada, son sólo un gasto de papel.

Me parece que las indicaciones precedentes están bastante claras, constituyen un planteamiento que casi ya no hace falta insistir. De todas maneras, conviene indicar que una cosa es la verdadera realidad de una institución y otra su situación empírica. Esta es una cuestión filosófica que hay que tener presente. La realidad es la realidad de verdad, su concreción empírica es siempre inadecuada.

Hegel lo expresaba así: hay dos niveles, la experiencia y el concepto y todo el secreto de la filosofía consiste en elevar la experiencia a concepto. Si no se eleva la experiencia a concepto, entonces no queda nada más que experiencia, que al no elevarse a concepto no significa nada. Esto ocurre frecuentemente.

Hay que tener en cuenta que uno no siempre está en una misma fase o estadio. Nunca se puede decir que el producto universitario, el saber superior, esté definitivamente logrado. Siempre está en cierta fase. Cumplirlo totalmente es imposible en la historia. Esta es una de las razones por las que a veces el saber se dispersa, o se ramifica demasiado, las aportaciones son pequeñas y sectoriales.

Por eso hemos pasado por una larga etapa de especialización, esta etapa afortunadamente se está cerrando. Ahora la interdisciplinariedad, lema todavía algo vago y sin perfiles, se impone. Lo que se cultiva en un campo tiene rendijas cada vez más amplias, el futuro está en la convergencia de los distintos saberes.

Después de vivir una época de especializaciones hemos pasado a otra época de intentos de interrogación, de unidad de saber. Hay isomorfías como ahora se dice, entre unas ramas y otras. Y, además, se descubre que unas completan a las otras. No se puede poner uno anteojeras, porque aún el saber que se cultiva, no se cultiva bien.

También, hay que tener en cuenta que el desarrollo en una Universidad es tanto institucional como personal. Ambos están íntimamente vinculados, ya que la clave de una institución universitaria son sus profesores. Por eso la institución es la resultante del estado de sus profesores y también al revés. Hay paralelismo entre el nivel alcanzado por la institución y lo que cada uno puede hacer.

Por eso, el universitario nunca se conforma, sabe que la marcha, la evolución, el progreso institucional es lento. Si el tiempo biográfico necesario para alcanzar cierta madurez es como ya he dicho muy largo, el tiempo de las instituciones es más lento. Las instituciones no maduran de la noche a la mañana, pero pueden si empiezan bien y se mantienen en una línea correcta, pueden progresar cada vez con mayor rapidez.

Por eso, otra de las características de un universitario es la paciencia. Se trata de dedicarse por vida a la universidad. El que no tiene paciencia tampoco tiene tenacidad. Se requiere una gran paciencia, un no desistir nunca. El universitario que se desengaña, que dice: “Esto va muy lento, está parado, o semiparado, entonces me voy a dedicar simplemente a enseñar, transmitir de una generación a otra lo mismo, de manera que los papeles cada vez se van haciendo más amarillos, en esto consiste mi vida”, entonces se ha desanimado, ha dejado de tener la tensión de un universitario.

Porque el universitario no se mide tanto por dónde ha llegado, sino por la tensión que pone por llegar. Hegel distingue entre dos tipos de pasión. La pasión ardiente y la pasión fría. ¿Cuál es la más intensa? Evidentemente la fría. Porque la pasión ardorosa si se pierde el ardor desaparece, en cambio la pasión fría se mantiene a pesar del frío. Lo propio de un universitario es ponerse metas muy altas, pero con gran paciencia.

No es propio del universitario desistir, ser pesimista, amargarse la vida, desengañarse. Porque por muy fuertes que sean las ilusiones que uno tenga, su realización es mayor. Las ilusiones no se pueden venir abajo nunca. Las ilusiones primeras no son suficientemente ilusiones. Uno se ilusiona cada vez más, la ilusión se hace más fría, pero no menos intensa.

Algo que también conviene anotar es el asunto del prestigio. El prestigio de una Universidad es inseparable de la calidad de sus profesores y la calidad de sus profesores con el modo de funcionar la universidad. El prestigio no lo dan los algarrobos, cada vez más abundantes, el excelente clima, el medio ecológico. No se debe sólo a eso sino a la calidad de los profesores y la calidad de los profesores es calidad es universitaria. A su vez es importante tener en cuenta que el prestigio personal es inseparable del de la propia institución.

Uno no debe pretender un triunfo personal, apoyándose en la institución, sería una especie de enriquecimiento injusto, sino que debe pretenderlo para que su Universidad sea cada vez más conocida. No es un acto de generosidad, es más bien una consecuencia de la solidaridad que es inherente a la condición de profesor ordinario, de profesor universitario en sentido propio.

Lo que importa es que la institución salga adelante, que sea cada vez mejor llevada, y entonces hay que dedicarle el propio esfuerzo, porque es claro que, si publico, si se me conoce, si tengo acceso a Congresos, si mantengo un diálogo a nivel mundial en el cultivo del saber superior eso redundará en definitiva en el prestigio de la propia institución.

Es preciso evitar todo motivo de división, entre los que se encuentran sobre todo los desengaños, las fases de la vida en las que uno pasa por algún tipo de crisis. Es casi imposible que a lo largo de una carrera universitaria no parezca el horizonte algo encapotado. Aquí añadiría otra idea: el que no ha pasado por crisis a lo largo de su carrera, ése no sabe lo que es ser universitario.

¿Y cuál es la crisis del universitario? Es pensar que uno es imbécil o pensar que uno no sabe nada. O pensar ahora ha llegado a este punto y luego ¿A dónde? El que no haya pensado alguna vez que es un imbécil no está tratando el saber superior. Lo que ocurre es que se está rompiendo la cabeza y entonces algunas veces dirá: la verdad es que se poco. Es evidente. Hay que saber diagnosticar: estoy en una fase y estoy intentando llegar a un nuevo nivel; todavía los perfiles no se acaban de ver claros. En esto la tenacidad, la paciencia hay que ejercitarlas con respecto de sí mismo. En España se dice: “No se tomó Zamora en una hora.” Es inevitable pasar por crisis, pueden ser crisis de identidad.

Por eso, diré en último lugar, algo sobre la tesis doctoral. La tesis doctoral es el primer trabajo hecho con cierta madurez, si se trata de una auténtica tesis doctoral, y hacerla exige leer, reunir, presentar las cosas de una manera sugestiva, entender comprehensivamente, con una valoración crítica. La tesis doctoral es un trabajo complicado. Pero, por otra parte, si es un trabajo de investigación, puede ser seguido por otros. Pero por el nivel que se tiene a esta edad, a la edad en que se realiza la tesis doctoral, a veces las tesis doctorales son demasiado monográficas y entonces se plantea el problema de la continuidad.

Un doctor puede llegar a la conclusión de que como ha tenido que acotar mucho el campo de sus consideraciones y ha tenido que dedicar a ello bastantes años, al final cuando ha obtenido el grado de doctor se ha olvidado del resto y queda algo desorientado. Entonces surge una pregunta: ¿Y ahora qué hago? El único consejo que se puede dar en esta situación, es volver a recordar lo que se ha olvidado. Esa es la primera medida que conviene tomar.

Pero claro, esto es connatural con la vida humana la cual no es una línea recta, vivir es siempre rectificar, corregirse. La historia del saber está llena de rectificaciones, muchas hipótesis han resultado falsas, otras no. Hay muchos errores a lo largo de la historia de la ciencia, pero esos errores son un punto de partida. Los errores también son útiles.

Por otra parte, hay que distinguir entre la investigación pura y la investigación aplicada. La investigación pura está en el meollo del progreso de la ciencia, la investigación aplicada tiene un carácter más útil y por lo tanto se puede solucionar mejor, aunque la investigación pura es el alma, -insisto- de la investigación. Por lo menos hay que estar al tanto de lo que realizan otros, porque la vida de un universitario consiste en no apartarse nunca del saber superior.

La gran aportación de un universitario, su gran producto es en definitiva proporcionar las élites, que son completamente distintas, en los países, según la formación universitaria recibida haya sido una formación seria o más bien mediocre. Pero repito, esto se incluye o está amparado por la investigación, es decir por el amor a la verdad que es lo más importante en la formación de un hombre.

Así es como la universidad cumple su función social, porque eso es lo que se refleja en la enseñanza y eso es lo que hace que la gente que ha pasado por la Universidad y no se ha quedado en ella porque está cumpliendo actividades útiles en otros sectores sociales, tenga añoranza por la universidad. La universidad por que investiga los sabrá reciclar, es decir, los volverá a admitir y ellos no se encontrarán en una cosa extraña.

El amor a la verdad, insisto, es lo más importante en la formación de un hombre. No hay ética posible, no hay comportamiento recto si no se ama la verdad, porque el comportamiento no recto consiste en admitir la mentira en la propia vida. «La verdad, os hará libres» dice el Evangelio. De esta manera la Universidad cumple su gran tarea para con la sociedad, formando hombres útiles, cuya utilidad se puede medir, sobre todo, en términos de verdad.

POLO

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