24

Sep

2021

Columna Gravitas

La tiranía constituyente

«La nación existe ante todo, es el origen de todo. Su voluntad es siempre legal, ella es la propia ley. Antes y por encima de ella sólo existe el derecho natural».

Por Orlando Vignolo. 24 septiembre, 2021. Publicado en Correo, el 24 de setiembre de 2021.

Las dos frases más repetidas en las últimas semanas por un minúsculo grupo de políticos oficialistas es: «nueva» Constitución y Asamblea Constituyente. Las lanzan por plazas, vías, ciudades, medios de comunicación y pueblos. Ambas aparecen derramadas a diario en los oídos de miles peruanos y mediante mensajes políticos muy bien musicalizados. A continuación, muchos intentan entender sus alcances, más si las frases en cuestión son presentadas como piedras filosofales que permitirán obtener el elixir sanador para curar todos los males nacionales. Doscientos años republicanos reducidos a dos expresiones (¡pero si era tan fácil y siempre resulta posible simplificar la vida!).

Pero, más allá de la sana ironía, lo verdaderamente alarmante y que no debe dejar de ser criticado es el uso instrumental del poder constituyente para fines propios o partidarios sin asumir su concepto original. Si se quiere, es la aparición de un asambleísmo refundador de muy pocos, que se camufla en supuestas masas, firmas y planillones, teniendo como propósitos únicos la supresión del orden constitucional imperante y la consecuente creación de una fórmula a medida. Peor todavía, lo más complicado es eliminar la esencia de esta figura jurídica, esto es el exclusivo impulso de la nación (en su conjunto) para activarla y ponerla en funcionamiento ante excepcionales circunstancias de la comunidad política.

Ni los partidos (menos el que gobierna temporalmente), ni los grupos sectoriales, ni las universidades, ni las comunidades campesinas, ni los periodistas, ni los opinantes de redes, menos los sujetos individuales, pueden autoatribuirse la legitimidad para llamarla de facto. Sólo los hechos acaecidos, y un enorme consenso de todos los ciudadanos libres y votantes, podría permitir que el poder regrese al pueblo para repensarlo todo. Claro, siempre que la Constitución lo permita como categoría concreta y con un régimen propio (cuestiones que no aparecen en la nuestra). Es más, los antiguos fundamentos de E. Sieyès, usado por muchos en las actuales circunstancias, pero nunca bien entendidos en su contexto histórico, resuenan ante estas iniciales expresiones huecas y propias de un germen tiránico: «La nación existe ante todo, es el origen de todo. Su voluntad es siempre legal, ella es la propia ley. Antes y por encima de ella sólo existe el derecho natural».

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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