18

Nov

2025

ARTÍCULO DE OPINIÓN

Tiempos electorales sin cultura

La cultura está presente desde las necesidades básicas, pero suele subestimarse en políticas públicas. Integrarla estratégicamente puede impulsar desarrollo, enfrentar problemas sociales y fortalecer valores, además de generar empleo y crecimiento económico.

Por Alberto Requena. 18 noviembre, 2025. Publicado en diario El Peruano el 8 de noviembre del 2025

Sostener que la cultura es una necesidad básica de las personas es una tarea difícil, pues a la cultura la entendemos, por un lado, como las artes y los patrimonios como el cine, los libros, los centros arqueológicos y la gastronomía; por otro, la cultura envuelve las formas de comprender y de relacionarse en sociedad.
Así, las normas, tradiciones y patrones morales forman parte de la cultura humana. En algunos casos, estas últimas condicionan, e incluso determinan, la vida de las personas.
Como se puede ver no estamos hablando de cosas menores; sin embargo, este grado de importancia no se refleja en el debate público.
La cultura, por ejemplo, suele ser uno de los sectores a los que se les pide ser ajustados o incluso desaparecer en tiempos difíciles. Los ministerios de cultura, en momentos de crisis económica, no son nada populares. Se les ve superfluos y, lo peor de todo, se les percibe solo como gasto y no como una inversión.
Puede existir una posible razón, la forma errada en la que interpretamos la pirámide de Maslow. Esta teoría es una explicación muy popular dentro de las ciencias sociales. Los economistas y sociólogos la suelen conocer bien. Todo ser humano tiene necesidades; sin embargo, estas se encuentran jerarquizadas a manera de una pirámide. En la base hallamos las fisiológicas (alimentación), le siguen las de seguridad (empleo), continúan las de afiliación (amistad), se pasa a las de reconocimiento (respeto) y se culmina con las de autorrealización (moralidad).
Si analizamos los tres primeros niveles y consideramos en ellas a la cultura como artes y patrimonio, existe la posibilidad de que las personas consideren que ese no sería su lugar natural.
No es lo mismo comer, tener una casa o amistades que tener acceso a una biblioteca, componer una canción o ir al cine. Estas actividades culturales tendrían más sentido más arriba de la pirámide cuando ya se logró satisfacer las “verdaderas” necesidades básicas.
Pero ¿qué pasaría si consideramos en esos tres primeros niveles otro concepto de cultura? Por ejemplo, su segunda acepción, entendida como normas, tradiciones y la perspectiva moral del sujeto.
De esa forma, la alimentación no sería solo un proceso fisiológico de ingerir y procesar alimentos usando nuestro sistema digestivo. Para comer se necesita escoger un momento, seleccionar la comida y, en muchos casos, cocinar esos productos.
Incluso el acto de ingerirlos puede ser en compañía o soledad. Muchos agradecen por la fortuna de tener qué comer ese día. Hasta la forma en cómo comemos está marcada por el contexto cultural.
¿Ya nos dimos cuenta? Sí, la cultura está presente desde la base de la pirámide de Maslow. Pero si esto es una obviedad, ¿por qué no se valora e incluye con fuerza a la cultura en los tiempos electorales, los planes de gobierno o las políticas públicas intersectoriales?
La respuesta ya la sabemos: existe la creencia de que la cultura es algo superfluo que se necesita solo cuando ya hemos satisfecho nuestras necesidades básicas.
Esta creencia no es solo repetida en los debates públicos sino también, aunque no se crea, en el mundo académico. Sí, el lugar de donde saldrán luego quienes tomarán decisiones sobre qué es y qué no es lo realmente importante.
Quienes aspiren a gobernar una ciudad o un país deben considerar en sus ideas qué papel tendrá la cultura en sus planes. Sería muy interesante también pensar a la cultura no solo de manera aislada sino, además, en diálogo con otros sectores como salud, economía, educación, medioambiente o producción, por citar algunos ejemplos.
Quizás nuestros candidatos necesitan conocer más sobre proyectos inspiradores como el de Sinfonía por el Perú, Cultura en Vena, Ángeles D1, Orquestando o Barrio Seguro.
La lucha contra la delincuencia, la corrupción, la desigualdad, el hambre, el analfabetismo o el narcotráfico pueden tener, en la cultura, a una de sus mejores aliadas.
La cultura genera ingresos económicos y fomenta el empleo en las artes y el patrimonio; además, la propia cultura moldea mentalidades e inspira narrativas sobre lo correcto y lo decente. La cultura, en varios sentidos, es una necesidad básica de la persona en la cual hay que invertir.
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