24

Dic

2022

Artículo de opinión

Un mensaje desde lo más alto, por Navidad

Las palabras tan difundidas, Gloria in excelsis Deo, corresponden a las traducciones al latín del evangelio de san Lucas, dentro de la Biblia, denominada Vetus Latina. Traducciones cronológicamente anteriores a la Vulgata.

Por Luis Eguiguren. 24 diciembre, 2022. Publicado en El Peruano, el 24 de diciembre de 2022.

Muy cerca ya del fin de cada año y del comienzo del próximo, se celebra la Navidad, el nacimiento del Mesías. Un anuncio central se presenta en esta festividad: Gloria in altissimis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis. Así se encuentra en el evangelio según san Lucas, capítulo 2, versículo 14, versión latina del texto original griego, propia de la Biblia Vulgata, que han conocido nuestros antepasados durante siglos. Como sabemos, es la comunicación de los mensajeros de Dios, los ángeles, a unos humildes pastores que pasaban la noche cuidando su rebaño.

Las palabras tan difundidas, Gloria in excelsis Deo, corresponden a las traducciones al latín del evangelio de san Lucas, dentro de la Biblia, denominada Vetus Latina. Traducciones cronológicamente anteriores a la Vulgata.

Se presentan aquí algunas reflexiones sobre este celebérrimo anuncio angélico, cuyo contenido encierra las concepciones del Ser Supremo, del ser humano y de todo el universo (el mundo) vigentes en la cultura cristiana.

El término latino «gloria» —equivalente al castellano— procedería, según algunos estudiosos, de la raíz protoitálica gnos – conocer; o de la raíz indoeuropea gne/oh-ri- “conocimiento”. Dar gloria a Dios —reconocerlo y alabarlo— es fundamental en la actitud religiosa. Se practica la religión —consistente en los actos de culto: adoración, expiación, acción de gracias y petición— cuando se tiene la convicción de que el Ser Supremo en toda la realidad es persona, sujeto de comunicaciones; merecedor de afecto porque, siendo todopoderoso, ha originado todo y rige lo que va ocurriendo.

La aceptación de que el Ser Supremo sea una persona implica una alta valoración de cada persona humana. Se concibe a Dios como persona porque, siendo el Ser Supremo lo máximo en la realidad, no puede faltarle la perfección de ser «sustancia individual de naturaleza racional»; noción de persona que formuló el sabio Boecio (475-526 D.C.), tratando de esclarecer cómo Jesucristo es verdadero Dios y verdadero ser humano, a la vez.

Ser racional, según la filosofía clásica, es ser capaz de captar, de asimilar, el orden del universo. Captar el principio de estructuración y funcionamiento de los integrantes de la realidad y de la realidad entera. Ser racional, persona, también supone poner, uno mismo, orden en las propias acciones para lograr objetivos prefigurados en la mente.

Como realiza acciones transitivas e intransitivas, el ser racional pone orden en sí mismo, se cultiva y, además, es capaz de ordenar lo que tiene alrededor. El poner orden en sí mismo para mejorar integralmente es lo que comprende la Ética. Poner orden en el entorno es lo que comprenden las diversas técnicas.

La racionalidad consta de dos facultades: la inteligencia y la voluntad. La primera propone lo que sea lo más conveniente, para uno mismo, como meta; y la voluntad dispone si la persona va a ir hacia ello o no.

La concepción de la voluntad, como apetito o tendencia racional, se ha desarrollado desde la síntesis armónica entre sabiduría grecorromana y doctrina cristiana que se advierte en los autores del periodo llamado patrística en la historia de la Filosofía. La noción de libertad, propiedad íntima de la voluntad, de todo acto voluntario, también se ha forjado en el seno del mismo periodo patrístico; así lo sostiene, por ejemplo, el historiador de la Filosofía y filósofo Étienne Gilson (1884-1978) en su obra “El espíritu de la filosofía medieval” (1932); al igual que Giovanni Reale (1931-2014) en su compendiosa «Historia de la Filosofía Antigua», de cinco volúmenes con 15 ediciones entre 1976 y 1989.

El anuncio: Gloria in excelsis Deo et in terra pax homínibus bonae voluntatis. Se refiere a la voluntad como tendencia humana en la que reside la libertad. La paz auténtica, según el anuncio, la tienen quienes disponen —habitúan— su voluntad al auténtico bien. Se trata de una disposición que se logra con cierto esfuerzo propio y acudiendo a la ayuda divina. Así, por ejemplo, lo aclara san Agustín de Hipona (354-430 D.C.) quien sostuvo, ante el pelagianismo de su época que, para conseguir tener buena voluntad, se requiere pedir con humildad, paciencia y piedad el auxilio divino, poniendo los medios para recibirlo, que son los sacramentos.

Por otro lado, según santo Tomás de Aquino (1225-1274 D.C.), la voluntad humana tiende al bien pleno y real. En la medida que uno se acerca a este, libremente, consigue la felicidad en la que está comprendida la paz mencionada en el anuncio angélico de la Navidad.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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