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Ene

2014

Un grupo de postulantes a la Licenciatura en Historia y Gestión Cultural visitaron el distrito de La Huaca (Paita), como parte del Programa "Vacaciones Culturales".

Por Jaim Córdova. 30 enero, 2014.

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“Este museo puede tener un mayor protagonismo en Piura. Nosotros somos empíricos, todo lo hacemos por pasión, pero nos falta conocimiento, y en eso ustedes nos van a ayudar”, dice don Jaime Sarango, director del museo local del Distrito de La Huaca (Paita), mientras enseña el frontis de una casa a un grupo de 12 jovenes postulantes a la Licenciatura en Historia y Gestión Cultural de la UDEP que acaban de bajar de un bus proveniente de Piura.

Al frente está la carretera Paita – Sullana, adornada con un gran arco de color verde marino magullado por los rayos del sol, el cual tiene pintado en uno de sus lados a un mastodonte, acompañado de unas letras negras grandes que dicen: BIENVENIDOS A LA HUACA.

Este lugar, conocido como Villa Santa Ana, está ubicado a 22 msnm y tiene una extensión de 599 kilómetros y una población de casi 11 mil habitantes. Don Jaime recuerda que no hace muchos años su pueblo estuvo rodeado de zonas desérticas, pero ahora es una hondonada rodeada de extensas plantaciones  pertenecientes a grandes empresas agroindustriales.

La Huaca tiene como uno de sus principales lugares turísticos un museo,  fundado en 1998, al cual don Jaime bautizó con el nombre de su madre: “Elba Aranda de Sarango”. Aquí, explica Jaime, se exponen todos los hallazgos hechos en la “Quebrada de los Carrasco”, los cuales demuestran que hace millones de años el lugar fue fondo marino, además de la riqueza de la mega flora y la mega fauna que en la época del pleistoceno habitó en esta zona, ahora dedicado al sembrío de la caña de azúcar.

Los hallazgos en la quebrada

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La excursión que ha traído a los jóvenes hasta aquí da inicio con una caminata por la “Quebrada de los Carrasco”. El objetivo: conocer la zona donde se han encontrado los dientes de tiburones, cráneos de mastodontes, el esqueleto parcial de una ballena y el sinnúmero de restos dentarios aún sin clasificar que hoy se exponen en el museo.

El sol de las diez de la mañana y los consejos de don Jaime, alertan a los más precavidos, quienes sacan de sus mochiles pomos de bloqueador y cubren las partes de sus cuerpos por donde se filtran los rayos del sol.  Otros, con insignificantes gorras pretenden desafiar, durante dos horas, tiempo que dura la caminata, al astro que no ha escatimado en mostrar su grandeza. Los más despistados, se resignan a recibir un gran baño de sol.

El paso acelerado con el que se inició el recorrido se entorpece mientras avanzan los minutos. Poco a poco los rostros de los visitantes empiezan a surcar los límites del bronceado, y sus gargantas empiezan a secarse a medida que se evapora el agua que llevan en sus botellas.  Mientras esto pasa con ellos; don Jaime, provisto de un báculo, una gorra, un buen par de botines de explorador y una mochila, parece ser el único que disfruta de la compañía del sol. Su pasó no se detiene mientras cuenta las historias con las que hace 19 años se inicio en la arqueología.

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A medida que avanzan, el arqueólogo señala diferentes puntos de los cerros que bordean la quebrada y dice: “aquí encontramos unas vértebras de ballena”, “aquí unas estrellas de mar de millones de años”.  Estos recuerdos de los hallazgos hacen el retorno al pueblo más divertido; y a pesar de que el sol del medio día es más sofocante, muchos de los jóvenes, bajan las cuestas moviendo piedras con la ilusión de encontrar un metacarpo de mastodonte o un diente de dinosaurio.; otros, ya entrados en confianza, hacen preguntas sobre supervivencia en casos extremos.

 Un vistazo al museo

De regreso al pueblo, visitaron el museo. La habitación principal tiene entre sus principales reliquias el esqueleto parcial de una ballena, el cual está protegido por una urna de vidrio. A su costado, un replica de una cráneo de mastodonte, pintado de marrón, muestra la grandeza de estos animales, y sobre una pared, colgado de una armazón de fierro, están los restos de lo que hace 10 mil años fue diente de mamut. Las siguientes habitaciones,  muestran la historia del siglo pasado y de la época del virreinato de La Huaca.

Al final del día, lo que inició como una excursión con jóvenes tímidos dentro de un mundo donde no conocían nada, se ha convertido en un conversatorio de nunca acabar, incentivado por don Jaime, que sigue contando historias, dispuesto a embarcar a los jóvenes en una nueva aventura. Pero ya es hora de volver. Los visitantes toman sus pertenencias, se despiden muy agradecidos y emprenden el retorno a Piura.

Más información

Conoce las otras actividades del Programa “Vacaciones Culturales”.

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