Por María Luisa Ruesta Arce. Psicóloga.

Por Julio Talledo. 17 diciembre, 2013.

Llegaron las tan anheladas vacaciones de los escolares, por ser sinónimo de descanso, recreo, juego, diversión. Es un “break” entre el año escolar que termina y el  siguiente, que marca la diferencia entre lo informal y lo informal, entre la rigidez y la flexibilidad en los horarios, entre el hacer cosas planteadas por otros y las de propia iniciativa y gusto.

En la época escolar, se da más importancia al estudio, a las tareas y a otras actividades curriculares, académicas. Se atiende con mayor énfasis el aspecto cognitivo. En vacaciones, además, se aprenden cosas e intereses nuevos: aplicando lo aprendido en las materias escolares; por el contacto con la naturaleza, con la cultura; conociendo lugares solo vistos en mapas; ayudando en casa, compartiendo con la familia y con los amigos.

Las vacaciones significan cambio de actividades. Pero, los objetivos educativos: de formar hábitos saludables, personalidad madura y lograr el desarrollo de todos los aspectos que la configuran, ¡no tienen vacaciones¡  Deben seguir desarrollándose  con la orientación de los padres. No se trata de que los chicos hagan lo que quieran y cuando quieran. El horario seguirá indicando las actividades diarias, de modo diferente que en la etapa escolar, con mayor tiempo para el juego, para ver un programa de televisión, pero –a la vez– con actividades como la lectura, la investigación, la práctica deportiva y tareas domésticas.

Durante la etapa escolar, los padres no exigen que los hijos realicen las actividades mencionadas para ‘no quitarles tiempo de estudio’. Sin embargo, estas tareas sirven para educar la voluntad de los chicos (si no les agrada hacerlas), comprender su importancia, forman el carácter y virtudes como el orden, laboriosidad, solidaridad, humildad, etc.

Quienes aprobaron todos sus cursos tendrán unas vacaciones diferentes; los que desaprobaron tendrán que reforzar los conocimientos en el colegio o con un profesor en casa. Pero, se debe evitar que las vacaciones se vuelvan una extensión del año escolar. Preguntémonos: ¿qué pasaría si un adulto no tiene vacaciones durante un año? Seguramente estará agotado, desmotivado, harto del trabajo.

Lo más recomendable es que los padres hagan coincidir sus vacaciones del  trabajo para jugar, pasear, compartir y acompañar a sus hijos. De otro modo, los chicos estarán mucho tiempo solos en casa con varias tentaciones: la internet, la televisión, la de levantarse al mediodía, de hacer lo que se antoja  o simplemente no hacer nada; estas estarán presentes, con padres ausentes.

Los padres que no pueden tomar vacaciones para estar con los hijos, seguramente preferirán que ellos vayan al colegio, a talleres u otros. Esto es positivo si no se trata de los cursos regulares, sino de los que fomentan habilidades, sociales, motoras, corporales, artísticas, etc. Muchos chicos descubren su vocación en actividades extracurriculares; así como las grandes ideas llegan en la ducha, antes de dormir o escuchando una canción. De este modo, las vacaciones serán útiles para  forjar mejores estudiantes, hijos,  amigos y ciudadanos.

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