Premio Esteban Campodónico

2007 | Arqueóloga Ruth Shady Solís

2007 | Arqueóloga Ruth Shady Solís

Estudió Educación, Antropología y Arqueología, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, adonde obtuvo el Doctorado en Antropología y Arqueología en el año de 1973. A lo largo de su actividad profesional, realizó trabajos en el complejo Maranga, Pacopampa (Cajamarca) y Bagua. Dirigió el Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, y ha ocupado el cargo de Decana del Colegio de Arqueólogos del Perú.

El aporte más destacado que se reconoce en su amplia trayectoria es el Proyecto Especial Arqueológico Caral – Supe, uno de los complejos más antiguos del continente (300 A.C.), contemporáneo con las pirámides de Egipto y las ciudades sumeria de la región de Mesopotamia.

Sus estudios a lo largo de muchos años han contribuido de manera directa a la puesta en valor del sitio arqueológico, así como a la actualización de la información histórica, especialmente a la implementación de un programa con responsabilidad social, planificado para preservar el medio ambiente y fomentar un desarrollo integral y sostenible en las poblaciones del entorno, buscando fortalecer la identidad cultural y presentar al patrimonio arqueológico en el marco natural y social adecuados. A lo largo del tiempo, este sitio arqueológico se ha convertido en lugar obligado de referencia para el turismo local y extranjero.

 

Discurso

Discurso de agradecimiento de la Dra. Ruth Shady Solís, Premio Esteban Campodónico 2007

ALGUNAS REFLEXIONES; EL PATRIMONIO CULTURAL Y EL ROL DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL PERÚ

Doctor Ernesto Yamaguchi, en representación de Fundación Clover de los Premios Esteban Campodonico Figallo

Doctor Antonio Abruña Puyol, rector de la Universidad de Piura

Doctor Antonio Mabres Torelló, prorrector de la Universidad de Piura.

Señoras y señores, amigos todos:

La arqueología se centraba casi con exclusividad hasta la década de los sesenta del siglo pasado en la determinación de secuencias cronológicas y de relaciones espaciales entre sociedades. Esta orientación cambió a partir de la década de los setenta para hacer una arqueología en el marco de la teoría social y bajo una metodología científica; entre la perspectiva tradicional y la reorientación hacia el cambio, se inició mi formación profesional.

En las intervenciones en el campo de la Arqueología confluyeron:

1. Mi fuerte vocación por el estudio del pasado prehispánico, iniciada alrededor de los nueve años de edad, cuando buscaba literatura sobre sitios arqueológicos y soñaba con ciudades ocultas. Este interés fue continuado en mis estudios de secundaria al integrar el club de Museo o en los dos años de Estudios Generales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, cuando llegaba como voluntaria a las excavaciones que se efectuaban en la Huaca ubicada dentro del campus.

En este ámbito debo agradecer a mi familia, a mi padre y su permanente regalo de libros, el apoyo de mi madre y la posterior comprensión de mis hijos, a quienes involucré desde pequeños en mis actividades arqueológicas, ya sea en el trabajo de campo o en el Museo Nacional de Arqueología. Asimismo, expreso mi reconocimiento al club de Museo de mi Colegio Juana Alarco de Dammert, por la oportunidad que me ofreció para reafirmar mi vocación con la visita a sitios arqueológicos y museos.

2. La formación universitaria interdisciplinaria, recibida en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en materias de Arqueología, Antropología y Sociología. Mi gratitud a los maestros Jorge Muelle, José Matos Mar, Ella Dumbar Temple, Javier Pulgar Vidal; y, posteriormente, en los Estados Unidos, a Betty Meggers y Clifford Evans, por conducir mi formación al conocimiento del sistema de museos en ese país, así como sobre la organización y ejecución de dos proyectos de investigación arqueológica en gran escala, uno en Kamsville, Missouri y otro en New Mexico. La gran mayoría de mis maestros ya no me acompañan pero su recuerdo será imperecedero.

3. La experiencia que fui adquiriendo en la vida profesional, en particular a través de los trabajos de campo realizados en diversos lugares del Perú (como Maranga; Ancón; Végueta – Huaura, en la costa norcentral; Pacopampa, Chota, Cutervo, Huancabamba, en la sierra norte; Bagua – Amazonas en la selva andina; Pucará, en el altiplano del Collao), me permitió constatar la realidad del país, la magnificencia de sus sitios arqueológicos, pero al mismo tiempo el estado de abandono en que se encontraban; la diversidad geográfica de nuestro territorio y de sus recursos naturales; la herencia pluricultural, poco apreciada por nosotros mismos, y las condiciones socioeconómicas tan marcadamente diferenciadas de las poblaciones rurales y urbanas. Me transmitieron su conocimiento sobre el territorio y me contaron sus mitos y leyendas mis amigos Felícitas Huanambal y Críspulo Tapia de Pacopampa, y Julián Solís Saavedra de Caral-Supe.

La combinación de esa vocación, formación y vivencia profesional sustentaría mi interés en ubicar la investigación arqueológica en el contexto social, no solo para recuperar información histórica sobre un sistema social del pasado, sino para lograr que éste tenga significado para las poblaciones del presente y pueda contribuir al mejoramiento de sus condiciones de vida.

Esa perspectiva y su aplicación en el valle de Supe nos han permitido reconocer: que hay valores al lado de debilidades en las relaciones interpersonales y que ellos se manifiestan bajo determinadas circunstancias y como efecto de situaciones económicas, sociales, políticas y culturales.

Por tanto, consideramos necesario trabajar en la transmisión de valores y en hacer posibles las condiciones que los propician para contrarrestar las debilidades, que solo generan conflictos, se oponen a la integración y traban el desarrollo.

Al respecto, hemos identificado dos problemas, vinculados con el patrimonio cultural, que frenan o limitan el despegue de nuestra nación.

1. Una débil identificación como peruanos, latente por varios siglos, impide que nos veamos como integrantes de un mismo colectivo social, ya sea a nivel local, regional o nacional, fomenta el enfrentamiento entre nosotros y mantiene el retraso social.

2. Una disminuida autoestima social, en amplios sectores de nuestra población, como resultado de siglos de maltrato cultural y de marginación social, ha generado inseguridad y desconfianza en la propia capacidad del individuo, que la extiende a los demás habitantes del país. Ella se pone de manifiesto cuando se asume que la ciudad de Caral la construyeron los ‘gentiles’, hombres gigantes, diferentes, pues nosotros no hubiéramos tenido tal capacidad o que las líneas de Nasca las trazaron seres extraterrestres.

Requerimos transformar esas actitudes, fortalecer la identidad cultural y la cohesión a través de ella, así como mejorar la autoestima social, con la finalidad de tener intervenciones sociales dinámicas con perspectivas positivas y obtener, así, resultados exitosos, en beneficio de nosotros, los peruanos.

Para lograr ese cambio se debe recuperar la memoria colectiva sobre los hechos y acontecimientos del pasado, ya sea a través de los escritos, de las evidencias arqueológicas, de la tradición cultural, de las obras histórico-artísticas y de los personajes que la protagonizaron. Pero se requiere un conocimiento crítico del patrimonio histórico y cultural; identificar aquellos valores que deben ser asumidos como símbolos de identidad, relevantes también para el mejoramiento de la autoestima.

Estos, además de hacernos conocer las contribuciones de nuestros antepasados y sentir que somos herederos de sociedades organizadas; y de contribuir a ubicarnos como integrantes de una sociedad en el presente, con beneficios pero también con responsabilidades compartidas, le darán continuidad a nuestra existencia como nación.

“Poner en valor” los sitios arqueológicos tiene esa importancia, transmitir valores históricos y culturales más allá del beneficio económico por el desarrollo turístico; como también la tiene rendir homenaje a una figura insigne de la arqueología, de la literatura o del arte o de las ciencias, a Julio César Tello, a José María Arguedas, para tener presentes sus contribuciones, asumirlas, transmitirlas.

Con esta visión social venimos trabajando en el valle de Supe y en su zona de influencia; realizamos acciones diversas para vincular el pasado con la realidad del presente. Investigamos nuestra historia prehispánica, preservamos el patrimonio arqueológico y difundimos sus valores a la sociedad actual; simultáneamente, promovemos cambios en las condiciones sociales y económicas en las poblaciones que habitan en el entorno de los sitios arqueológicos, siguiendo los lineamientos de un Plan Maestro, que fue definido y discutido en talleres con la participación de profesionales, dirigidos por Manuel Dammert, representantes del Estado local, regional, central y de la sociedad civil.

Todas las acciones culturales y sociales vienen siendo ejecutadas por un equipo de profesionales de diversas disciplinas y por los pobladores de Supe, Supe Puerto y Végueta, que integran el Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe; ya muchos de ellos y los demás habitantes han asumido la conveniencia de comprometerse con el plan Maestro, a partir de la fortaleza que tiene el patrimonio arqueológico en el área, convertido en eje que impulsa su desarrollo integral, económico y social, sostenible en el largo plazo. Estoy segura que, con la animosa y activa participación de todos, a la par que nos comprometemos a una equilibrada distribución de los beneficios, lo iremos logrando.

Les expreso, finalmente, que en este quehacer de 13 años en Supe he sentido penas y alegrías. Las primeras cuando los resultados de nuestra investigación arqueológica fueron plagiados por una pareja de arqueólogos extranjeros y no tuve a mi lado la cohesión de colegas y autoridades para enfrentar su poder sino, por el contrario, un grupo de ‘peruanoides’ ha integrado el equipo que aquellos han formado a partir del 2002 y con su complicidad vienen ocasionándonos toda clase de conflictos en el área.

Pero, felizmente, los reconocimientos al trabajo que venimos realizando de parte de pobladores locales y de diversas instituciones del país, como la que convoca el día de hoy, nos fortalecen. Además, no estoy sola, tengo el apoyo permanente de los integrantes del Proyecto Caral, de personas con valores, que me acompañan por más de una década, con las cuales hemos afrontado situaciones buenas y malas. A Carlos Leyva, Pedro Novoa, Edna Quispe, Luz Caycho, Sonia López, Marco Machacuay, Marco Chacón; a todos mi profunda gratitud.

En este contexto, mi agradecimiento a la señora Elizabeth Dulanto, presidenta de la Asociación Caral, Supe, Perú, por su presentación a los Premios Esteban Campodonico Figallo 2007; a Eduardo Arrarte y su familia, por su incondicional apoyo; a los demás integrantes de la Asociación, Venancio Shinki, Titi Guilfo, Elena Westphalen, Pablo Huertas. Asimismo, a la Mesa Directiva de los Premios Esteban Campodonico, representada por los doctores Ernesto Yamaguchi y Antonio Mabres.

De modo especial mi gratitud a mi maestra y amiga, que me acompaña esta noche, María Rostowrowski; sus estudios han contribuido a una mejor aproximación de la arqueología al conocimiento de las sociedades prehispánicas. Agradezco también al doctor Carlos Peñaherrera, infatigable estudioso del territorio nacional y sus recursos, por su generoso gesto en acompañarnos en esta ceremonia y en el desarrollo de algunos proyectos en el valle de Supe.

En contacto permanente con la realidad geográfica, cultural y social en la que trabajamos y con los problemas que debemos resolver, el equipo del PEACS ha podido conocer cada vez más el país, en sus dimensiones de ayer y de ahora. Esta experiencia ha generado un compromiso de cambio, que esperamos se extienda cada vez más en beneficio de nuestra nación.

Muchas gracias.

Ruth Shady Solis

Jefa del Proyecto Arqueológico Caral – Supe

Premio Esteban Campodonico Figallo 2007. Área de Actividad Profesional Destacada.

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