“Poner las manos al fuego” sin quemarse

Por , publicado el 5 de marzo de 2012

Cuando confiamos en una persona que es leal, honesta, trabajadora, transparente… no dudamos en “poner las manos al fuego” por ella; es decir, damos fe de su valía personal y confirmamos su buena fama “a ojos cerrados”. No pensamos igual de quien pretende siempre “hacerse el loco” o de quien “se le han subido los humos” porque ocupa un cargo importante o tiene más dinero.

Si de lo dicho nos quedamos con las partes del texto que aparecen entre comillas, identificaremos unas expresiones ya existentes en nuestra lengua que solemos reproducir literalmente y utilizar con el mismo significado en diferentes situaciones de comunicación. Se trata de expresiones formalmente fijadas, memorizadas por los hablantes a través del tiempo, que el lingüista rumano Eugenio Coseriu denominó unidades de “discurso repetido” o “trozos de discurso ya hecho que se pueden emplear de nuevo”. También reciben el nombre de “frases o expresiones hechas” o “pre-texto” (texto anterior), dentro del cual se distinguen dos tipos: “pre-texto cliché” y “pre-texto ocasional”.

Según Coseriu, el “discurso repetido” es una técnica de la lengua que comprende expresiones equivalentes a oraciones, partes de una oración o textos completos breves conservados en sus propios términos que se pueden usar en nuevos discursos. En nuestra lengua contamos con el “pre-texto cliché” (del francés “cliché”: ‘estereotipo’; ‘algo excesivamente familiar o de uso común’) en el que se incluyen locuciones (“andar de capa caída”, “poner el grito en el cielo”); giros y modismos (“a tontas y a locas”); redundancias (“lo vi con mis propios ojos”); tópicos-cliché (“persona humana”; “medios de comunicación”), así como refranes, proverbios, máximas, sentencias y citas textuales.

Asimismo, al hilo de una conversación o de un discurso cualquiera, los hablantes podemos crear, imprevisiblemente, ciertas expresiones formadas por asociación semántica o fónica, que constituyen el llamado “pre-texto ocasional”, como dilogías o juegos de palabras: María no nada nada; trabalenguas: “Ornitorrinco, ornitorrinco: atrévete y pega un brinco; chistes:‒¿Que le dijo una planta a otra planta?… ‒Nos dejaron plantadas”; metáforas: “Tus dientes son perlas”, “Lenguas de fuego”; metonimias: “Lo condecoraron con laureles” (‘gloria’), hipérboles: “Mi hijo mayor es un santo: es san Benito; pero el segundo es terrible: es un dragón”.

En general, las unidades de “discurso repetido” se pueden extender por analogía o por contraste con diversas situaciones. Así, por ejemplo, encontramos expresiones con la palabra pulga, en las que el nombre de este insecto no muy grato para muchos adquiere diferentes sentidos: “Armando no aguanta pulgas” (no tolera las ofensas, las bromas de mal gusto o las acciones incoherentes); “A Anderson no hay forma de buscarle las pulgas” (no hay manera de fastidiarlo); “Daniel prefiere sacudirse las pulgas” (eludir las responsabilidades o intentar librarse de situaciones o trabajos incómodos); “Félix siempre tiene malas pulgas” (se resiente con facilidad o tiene mal humor).

Ejemplos similares se producen con el término alma: “Se le partió el alma en mil pedazos” (se entristeció); “Casi siempre se le pasea el alma” (es muy calmado); “Desde que murió su mujer es un alma en pena” (persona sola, triste, melancólica); “Se le cayó el alma a los pies” (se desanimó); “Salió corriendo como alma que lleva el diablo” (con extraordinaria ligereza o velocidad). O con la palabra cielo: “Jimmy Larry puso el grito en el cielo cuando recibió su examen” (se sorprendió muchísimo); “A Julia se le fue el santo al cielo mientras leía el texto” (se distrajo); “Vino como bajado del cielo” (en el momento oportuno). Muchas de estas “expresiones hechas” aparecen en el Diccionario de la Real Academia como “frases figuradas o familiares”, y se las puede localizar a partir de una voz concreta.

En definitiva, con las unidades de “discurso repetido” podemos ejercitar también nuestra creatividad y poner las manos al fuego por ellas, sin temor a “quemarnos” cuando las volvamos a usar, literal o referencialmente, en los nuevos textos que elaboremos.

Susana Terrones Juárez

2 comentarios

  • Lea dice:

    Pregunta: Se dice ¿al fuego o en el fuego? Yo la conocía con “al”, pero alguien me dijo que “al” le suena raro y prefiere “en el”.

  • Castellano Actual dice:

    Estimada Lea:
    Cuando se quiere hacer referencia al hecho de cómo se prepara algo, lo recomendable es decir cocinar al fuego. Ahora bien, en cuanto a la preposición en, esta es la “más característica para expresar UBICACIÓN” (2010: 568), por ello, también puede decirse la carne está en el fuego. Por tanto, el uso de esas preposiciones dependerá de la intención de quien habla.
    Podrá encontrar la respuesta completa en el siguiente enlace: http://udep.edu.pe/castellanoactual/duda-resuelta-al-fuego-o-en-el-fuego/
    Saludos cordiales,
    Castellano Actual

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