Del papiro al e-book

Por , publicado el 19 de abril de 2024

Para las nuevas generaciones, hablar de libros es hablar de e-books presentados en formatos tan variados como PDF, E-PUB, MOBI, IBOOK, DOC o DOCX (rara vez), etc.; puesto que los “libros de papel” que antes encontrábamos en librerías o bibliotecas, a las que acudíamos en busca de información para los trabajos escolares o universitarios, hoy en día se pueden hallar en formato digital, disponibles al instante, e incluso, acceder a diversos sitios web que ofrecen los datos que necesitamos para nuestra investigación. ¿Implica esto que el “libro” como tal está dejándose de lado (por no repetir el cliché de “está muriendo”)? 

Personalmente, pienso que no. Sea cual sea el formato que se prefiera, estoy convencida de que los libros, y la naturaleza en general, evolucionan; es decir, cambian de formato, pero no desaparecen, pues desde el papiro hasta el almacenamiento en una nube digital, el libro seguirá siendo el medio de almacenamiento de conocimiento que se transmite de generación en generación.  

Antes de repasar su evolución, vayamos a la etimología de su nombre. El término libro proviene del latín liber, libri, que se refería a la corteza de la planta del papiro que servía de material para los primeros libros escritos. Según Miguel Ángel Pérez Priego, en su Historia del libro y edición de textos (UNED, 2018), “en la edad antigua, la forma más común que adopta el libro es la del rollo de papiro, constituido por largas tiras de ese material, en las que se escribía horizontalmente formando páginas que se enrollaban en torno a un palo central, hasta configurar un volumen. En el siglo II a. C., con la fundación de la biblioteca de Pérgamo, comenzó a sustituirse el papiro por un nuevo soporte de escritura, al que se dio el nombre de pergamino, que no era sino piel de animal adecuadamente recortada y preparada. Con el pergamino cambió también la forma del libro que, en lugar de la incómoda del rollo, adoptó la del códice, es decir, de cuadernos cosidos unos con otros”. Con el nombre de códice es como se conoce al libro manuscrito en la Edad Media, elaborado, pacientemente, por los monjes copistas en el monasterio, que para entonces era el centro de conocimiento y cultura. Además, estos códices no solo incluían texto, sino también miniaturas que ilustraban el contenido que, por lo general, era de carácter religioso o didáctico. 

Un impulso anterior a la imprenta para la difusión del conocimiento, sucedió a fines del siglo XIII, cuando el pergamino “comenzó a ser sustituido por el papel, material mucho más barato y asequible, lo que supuso un auténtico cambio en la producción y difusión del libro. El papel procede de Oriente, de China, donde se fabricaba con seda o fibras de plantas” (Pérez Priego, Historia del libro y edición de textos, UNED, 2018). 

Posteriormente, se produce un cambio de “formato”. Hacia mediados del siglo XV, Johannes Gutenberg desarrolla la imprenta en la ciudad de Maguncia, donde imprime la Biblia de 42 líneas, llamada así porque el contenido se organizó en dos columnas de 42 renglones cada una. La imprenta potenció la difusión del conocimiento, pues los libros empezaron a distribuirse de una manera más rápida. A lo largo del s. XVI “el libro va evolucionando y transformándose, abandona sus características medievales y va tomando apariencia moderna, se cuida y estructura mejor la portada y se va llenando de información sobre el título, el autor, el impresor, el lugar y la fecha; a la portada siguen otros textos referidos a la publicación, como el privilegio, la tasa, las erratas o la censura, y aún seguirían los preliminares, con el prólogo, la dedicatoria y las poesías laudatorias” (Pérez Priego, Historia del libro y edición de textos, UNED, 2018).   

Por otro lado, los talleres de imprenta mejorarán sus técnicas y editarán más ejemplares, “con lo que se difunde más y se abarata el producto y puede llegar más fácilmente a quienes ahora acceden a la lectura. La producción del libro se convirtió en una industria nueva y el comercio librero fue una potente actividad económica, que originó la creación de ferias como la de Medina del Campo, en España, o la de Frankfurt, en Alemania” (Pérez Priego, Historia del libro y edición de textos, UNED, 2018). 

La siguiente transformación de formato llega en el siglo XX, cuando las nuevas tecnologías cambian el papel por el soporte digital y nace el libro electrónico, también conocido como libro digital, ciberlibro o e-book. Hacia la década de los 70, el estadounidense Michel Hart impulsa el Proyecto Gutenberg, que tenía como objetivo crear una biblioteca digital gratuita con libros de dominio público: nacían así las bibliotecas digitales. Muchos años más tarde, en el 2007, Amazon lanza Kindle, considerado el primer lector de libros electrónicos. 

El formato digital ha implicado un avance tan importante como lo fue la invención de la imprenta, pues gracias al acceso por internet se ha disparado la difusión y el acceso a millones de libros y documentos digitales. Hoy podemos consultar libros digitalizados de diferentes bibliotecas del mundo, podemos interactuar más con el libro gracias a herramientas digitales que permiten desde el cambio de tamaño de letra hasta la búsqueda específica de información con solo un click. No obstante, esto también ha facilitado la piratería de libros y la edición informal, ante las que las editoriales y los autores han debido adaptarse trabajosamente en defensa de sus derechos. 

No podemos negar que los libros y sus formatos han cambiado, pero estoy convencida de que esto no implica la desaparición del libro de papel, pues aún hay lectores (incluso en las generaciones más jóvenes) a quienes nos emociona acercarnos a las ferias de libros y hojear los nuevos títulos que podamos adquirir, disfrutamos del olor a libro nuevo y gozamos de la lectura de un buen libro junto a una taza de café o una copa de vino, lo que usted prefiera.  

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