Palabras que unen, palabras que separan. Una reflexión lingüística sobre las relaciones sociales 

Por , publicado el 10 de abril de 2024

Considere el siguiente diálogo:  

 Marta. ¿Y a qué debo tu venida? 

Rufa.    iAy, Marta, tristes memorias! 

  Escúchame, amiga mía. 

Suertero. (A que estoy todo un día sudando  

                  y oyendo historias). 

Rufa.   ¿Recuerdas cuando salimos  

            del colegio? 

Marta.  Claro está. 

  A los dieciocho de edad,  

 de la misma edad salimos. 

Rufa.   Ya han pasado venticinco  

 añazos: que no nos vemos. 

Marta. Quiere decir que hoy tenemos… 

Rufa.   ¡Treinticinco! 

Marta. Treinticinco… 

           más o menos, tal vez sobre  

un pequeñísimo pico. 

Yo me casé con un rico. 

Rufa.  Yo me casé con un pobre. 

Marta. Mi marido, cruel destino,  

al año se me murió. 

Rufa.  iAy! el mío se escapó  

un día con un sobrino  

suyo, a quien yo idolatraba… 

¡Qué chiquitín más bonito!…  

(Escena V, La de cuatro mil, Leonidas N. Yerovi, 1905) 

 

El diálogo muestra la interacción entre dos amigas, que sostienen una relación simétrica: comparten la misma categoría social, el mismo grado de confianza y conocimiento mutuo. A pesar del tiempo transcurrido desde su último encuentro, mantienen un vínculo afectivo y comparten experiencias personales, las cuales se manifiestan mediante elementos lingüísticos. Utilizan un léxico informal (se me murió, sudando y oyendo historias, más o menos) propio del habla cotidiana.  Utilizan la sufijación apreciativa (pequeñísimo, chiquitín, añazos) e interjecciones (¡Ay!) para aportar matices afectivos y expresivos al diálogo. Emplean formas de tratamiento (…tu venida, escúchame amiga mía, …que no nos vemos) en función del grado de confianza. Prefieren construcciones sintácticas simples y directas (¿Y a qué debo tu venida?, Ya han pasado venticinco[sic] añazos, ¡Treinticinco! [sic]) vinculadas a la actitud de hablante. Además, podemos inferir que la pronunciación tiene un tono distendido (¡Ay, Marta, tristes memorias!) que refuerza la confianza.  

Esta dinámica subraya que la comunicación es un acto interactivo centrado en los roles sociales que desempeñan las personas. Desde esa dimensión interaccional, en la comunicación convergen elementos lingüísticos y sociales. Así, el lenguaje sirve como vehículo para lograr una comunicación exitosa. En este artículo, exploraremos la distancia social como clave para comprender las elecciones lingüísticas del emisor y las interpretaciones que realiza el destinatario. 

La distancia social es la representación que cada interlocutor tiene sobre su relación con el otro y se expresa a través de elecciones lingüísticas que impactan en la calidad de las interacciones (Escandell, M., La comunicación. Lengua cognición y sociedad, 2014). Por consiguiente, esta noción se manifiesta en dos dimensiones: jerarquía y familiaridad, que se representan en un eje de coordenadas. El eje vertical, o de jerarquía, puede generar relaciones simétricas o asimétricas: coetáneo-coetáneo, viejo-joven, debido a que la interacción se fundamenta en el poder social, las características físicas y los roles sociales. El eje horizontal, o de familiaridad, solo genera relaciones simétricas: conocido-conocido, desconocido-desconocido, debido a que la interacción se fundamenta en el grado de conocimiento previo y empatía. La comprensión de estos ejes revela que la distancia social determina la distancia lingüística y todas las lenguas disponen de recursos para marcar relaciones sociales de cercanía o lejanía, de jerarquía o familiaridad. Como el caso del ejemplo inicial, los elementos lingüísticos empleados marcan cercanía y familiaridad entre los interlocutores y están ligados al contexto, a lo convencional y a los estándares de la cultura.  

Los roles sociales desempeñan un papel crucial en la distancia lingüística. Por ejemplo, en la comunicación en línea, como las redes sociales o foros, los participantes pueden adoptar roles diferentes a los reales, que afectan el uso del lenguaje. Del mismo modo, en las llamadas telefónicas que ofrecen un servicio, donde la información del emisor es limitada, tendemos a recurrir a roles sociales predefinidos, empleando formas de tratamiento de deferencia y evitando tratar temas personales.  

En conclusión, la comprensión de la distancia social es esencial para entender cómo se construyen las interacciones comunicativas. Así, la elección del léxico, las formas de tratamiento, la morfología, la prosodia y las construcciones sintácticas no solo deben mostrar respeto hacia los demás, sino también asegurar el estatuto de las relaciones sociales entre los interlocutores, lo que posibilita establecer ajustes en la cercanía o distancia de acuerdo al contexto.  

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