Español con estilo

Por , publicado el 27 de junio de 2016

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Reseña de Alberto Gómez Font, Español con estilo. Antología de textos sobre el uso correcto del español. Gijón: Ediciones Trea, 2014.

Estas últimas décadas, con el reflujo del estructuralismo, los académicos han desempolvado viejas gramáticas tradicionales y han desempolvado también su mirada sobre la ejemplaridad del lenguaje. Ha sido confluencia del cambio de perspectiva intelectual, pero también una exigencia de la sociedad a través de la prensa y de una sostenida demanda del mercado editorial en torno a la idea de fijar una normativa que siempre será necesariamente convencional y limitada a un espacio y un tiempo, sobre el uso que debemos estimar “correcto” del lenguaje. Martha Hildebrandt lo llamó “el habla culta”, aunque en nombre de la norma académica corrige la plana a no pocos escribidores cultos, empezando por el propio Vargas Llosa.

Muy difícil establecer un juicio sereno y sensato sobre lo que debe seguir dictándose como correcto de todo aquello que se expresaba en las viejas enciclopedias del idioma a través de largas enumeraciones –hojas de hojas– de casos en los que en lugar de tal se dice cual o se aclaran homónimos: halla del verbo hallar, frente a haya del verbo haber. Muy difícil hacerlo cuando el idioma abarca más de tres centenares de personas en una veintena de países ahora más interconectados que nunca. Y muy difícil cuando los programas informáticos corrigen ya muchas de aquellas dificultades (¡pero no todas y nunca subsanan la estupidez!).

En este contexto es difícil calibrar el interés de la antología preparada por Gómez Font, quien trabajó por muchos años en el Departamento de Español Urgente de la Agencia EFE y en la Fundación del Español Urgente, fundado por Luis María Ansón y Fernando Lázaro Carreter con apoyo del Instituto de Cooperación Iberoamericana, para cuidar el uso que se hacía del idioma en la prensa española a través de esa importante agencia de noticias. Desde el inicio contaron con un Consejo Asesor de Estilo, cuyos miembros fueron el propio Lázaro Carreter y otros importantes lingüistas como Manuel Alvar López, Antonio Ovar, Emilio Lorenzo y otros, pero sus principales fuentes serían siempre los diccionarios del español y toda esa tradición de obras normativas sobre el idioma que tantas veces se mostraron incluso más extremados puristas que los mismos académicos. En ese tipo de libros hay de todo, desde acertados consejos de buenos y experimentados redactores y correctores de estilo hasta posturas rayanas con la intransigencia de “sedicentes defensores del buen uso de la lengua”. La mayoría de ellos no era lingüistas, pero eso no significa que no pudieran opinar sobre el lenguaje, que finalmente pertenece a todos. No era lingüista Luis Rosales sino poeta, y sus aportaciones a la Agencia EFE fueron utilísimas.

Gómez Font ha querido reunir una nutrida representación de estos textos de forma desordenada y casi al azar, sin que los artículos se presenten en orden alfabético o temático alguno. “Quería lograr –señala– que el resultado de este trabajo fuera una serie de destellos diversos de las distintas formas de hablar sobre nuestra lengua”. La mayoría se publicó en periódicos. La mayoría no son españoles ni son recientes, aunque incluye recortes actuales de Valentín García Yebra sobre “talibanes” o Leonardo Gómez Torrego sobre las tildes. Otros muy anteriores como de Julio Casares (1943), Benito Fentanés (1925) o del argentino Ricardo Monner Sans (1926). El más antiguo es de Eduardo Benot (1876). También son argentinos Juan Selva, José Forgione, Arturo Capdevila, Avelino Herrero Mayor, Rodolfo Ragucci o Alfredo Schock, entre otros. Los demás países cuentan con menos representantes: José Jesús Salcedo de Venezuela, José G. Moreno de Alba de México, Carlos Alberto Saz de El Salvador, Matilde Albert Robatto de puerto Rico, Elsie Alvarado de Panamá, Humberto Toscano de Ecuador, Elías E. Muvdi de Colombia y otros. Colombiano fue el secretario de la Asociación de Academias José Antonio León Reyes, que tanto ayudó a Gómez Font en su prolongada tarea. Un solo texto peruano, por supuesto uno de Martha Hildebrandt, figura en la antología, y está bien seleccionado: el uso correcto de “homólogo”. Del Diccionario del español urgente, elaborado por el propio Gómez Font con los ficheros de la Agencia Efe, escoge unos pasajes significativos:

Resulta inapropiado el uso de ilegal como adjetivo para calificar a los inmigrantes sin permiso de trabajo ni de residencia en un país extranjero. Aunque sea más largo, en estos casos conviene decir que son “extranjeros en situación ilegal” o “extranjeros indocumentados” o “sin papeles”.

Eugenio Coseriu (1977) señalaba que ninguna palabra es falsa o verdadera, apropiada o inapropiada sino en las situaciones reales en que se emplea. Y de hecho, es una falta de respeto hacia la persona y un absurdo jurídico calificarla de “ilegal”. Aquel consejo dio fruto y de hecho se ha difundido en general la última de las sugerencias planteadas por el Departamento de Español Urgente, lo que muestra su capacidad de convencimiento y su influencia en los medios.

De todos los artículos seleccionados, ninguno procede de manuales de estilo propiamente dichos, salvo uno de Martínez de Sousa, que reflexiona sobre “propiedad e impropiedad”, pero al final se incluye un listado bibliográfico de textos, que Gómez Font presenta como “los verdaderos guías que dictan el buen uso del idioma, la norma del español”, en lugar de los diccionarios y gramáticas, cuya labor se ha vuelto más descriptiva, conforme con la evolución que ha tenido la ciencia lingüística. El resultado es que se venden menos, mientras que este tipo de libros sobre el uso correcto han mantenido un empuje comercial nada desdeñable.

Le faltó tal vez nada más un índice de palabras para facilitar el acceso a los fenómenos aludidos, aunque de suyo no es exhaustivo, porque solo pretende brindar una selección representativa. Son 150 años de opiniones respecto del buen uso del español, algunos de los cuales ya son pequeñas joyas bibliográficas, y que permiten comprobar que el interés por el cuidado del hablar y del escribir no es moda ni ofuscación, sino un sano sentido de responsabilidad con respecto a la dimensión social del lenguaje.

Carlos Arrizabalaga

Foto: @gomezfont.

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