Para no repetir…

Por , publicado el 9 de marzo de 2012

Imaginemos que narramos un cuento repitiendo palabras a que nos referimos: “Érase una vez una niña llamada Gloria. Gloria vivía en el campo. A diario, acudía a la escuela primaria del pueblo vecino. Los alumnos de la escuela primaria del pueblo vecino eran los niños de todos los pueblos aledaños. Después de clases, pasaba largas horas leyendo cuentos de hadas. Los cuentos de hadas la maravillaban a diario…”. Y así podríamos seguir añadiendo más y más información hasta el final. No obstante, la repetición de las palabras Gloria, escuela primaria del pueblo vecino y cuentos de hadas se evitaría si las sustituimos por una clase de palabra que a la vez relacione la información: el pronombre relativo (que, quien, los cuales, etc.).

En nuestra lengua, precisamente, usamos los relativos para enlazar información y no repetir explícitamente las palabras. Así diríamos “Érase una vez una niña llamada Gloria que vivía en el campo”, donde el pronombre que reemplaza al sustantivo Gloria y une las dos primeras oraciones. Pero ¿sería posible decir: A diario acudía a la escuela primaria del pueblo vecino que sus alumnos eran los niños de todos los pueblos aledaños? Veamos qué sucede en casos como este.

Entre los pronombres relativos, que es el más usado, sobre todo en la lengua oral y coloquial. Esta fuerte preferencia ha desplazado, inclusive, los usos correctos. Sobre todo, llama la atención el uso incorrecto del pronombre relativo que + su (-s) en lugar de cuyo (-s),( -a),( -as) para indicar posesión (quesuismo): *A diario acudía a la escuela primaria del pueblo vecino que sus alumnos eran los niños de todos los pueblos aledaños, *Publicaron un libro que su autor es un profesor de la UDEP, *Visité una casa que sus puertas son enormes”, donde lo correcto es: “A diario, acudía a la escuela primaria del pueblo vecino cuyos alumnos eras todos los niños de los pueblos aledaños”, “Publicaron un libro cuyo autor es un profesor de la UDEP”, “Visité una casa cuyas puertas son enormes”. Sin embargo, esto es más propio de lo formal y culto –por ejemplo de la lengua administrativa y jurídica–, pues en lo coloquial preferimos el relativo que + un verbo de posesión: “Conocí una casa que tiene unas puertas enormes”; o lo sustituimos por las estructuras equivalentes del que, de la que, de quien, del cual o de la cual: “Publicaron un libro del que (o del cual) es autor un profesor de la UDEP”, “A diario acudía a la escuela primaria del pueblo vecino de la cual (o de la que) eran alumnos todos los niños de los pueblos aledaños”.

La causa del quesuismo podría hallarse en la tendencia a simplificar y homogeneizar las estructuras de la lengua, por lo que se prefiere el uso del pronombre relativo que en todos los contextos posibles. Esto se ve reforzado por la existencia de la estructura: conjunción que + su (-s), que los hablantes igualan a la del quesuismo, ya que tienen la misma forma. No hay quesuismo en casos como “Me dijo que su esposa estaba enferma”, “Acordamos que su castigo sería prepararnos la cena”, pues en ambos que no es un pronombre sino una conjunción que sirve como nexo para unir oraciones, no reemplaza ninguna palabra que se repita (Me dijo + (que) su esposa estaba enferma; Acordamos + (que) su castigo sería prepararnos la cena).

De modo que podríamos recrear nuestro cuento narrándolo de esta manera: “Érase una vez una niña llamada Gloria, que vivía en el campo. A diario acudía a la escuela primaria del pueblo vecino, cuyos alumnos eran los niños de todos los pueblos aledaños. Después de clases, pasaba largas horas leyendo cuentos de hadas. Las historias de los príncipes, las princesas, las malvadas brujas y las bondadosas hadas, que la maravillaban a diario, le enseñaron las pequeñas, pero valiosas cosas de la vida”.

Claudia Mezones Rueda

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