Oír y escuchar

Por , publicado el 17 de febrero de 2014

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A propósito del intento de la promulgación de una nueva ley universitaria que quiso imponer la Comisión del Congreso presidida por un general retirado, entrevistaban a un  político, conocido por su perspicacia y agudeza de lenguaje. Este se refirió a dicho militar afirmando que este oye, pero no escucha. ¿Es que existe alguna diferencia entre estos dos verbos que se consideran sinónimos?

Afirman los lexicólogos que no existen dos palabras totalmente sinónimas; esto es, no existe la sinonimia absoluta ni tampoco, la redundancia semántica; por lo que podríamos concluir que no es lo mismo oír que escuchar.

Entraremos  en el terreno semántico, para poder hacer un deslinde entre ambos términos: ver sus diferencias y sus semejanzas en bien de la comunicación.

Podemos, oír sin escuchar, es decir, podemos captar con nuestros oídos ruidos, sonidos sin prestar atención al contenido del mensaje. Así en el DRAE (2001) la primera acepción de oíres ‘percibir con el oído los sonidos’; y escuchar es ‘prestar atención a lo que se oye’.  Saber escuchar es un arte que se adquiere con esfuerzo. La persona que sabe prestar atención a otra que le está hablando se gana la simpatía y el aprecio de los demás, ya que toda persona merece el respeto y la consideración más elemental de ser escuchada.

El verdadero proceso de comunicación es bidireccional: El emisor lo es mientras tiene la palabra, pero en determinados momentos se convertirá en el receptor,  quien escucha con atención al otro para poder enriquecer o modificar el mensaje. Si no fuera así, no habría comunicación: habría monólogo.

Deberíamos aprender de Momo, personaje de la novela de Michael Ende (Alemania), una niña huérfana que vivía sola en un anfiteatro  abandonado, pero a quien todos respetaban, querían y protegían porque sabía escuchar. «No había persona del lugar que no fuera a contarle sus problemas y preocupaciones y a quien ella escuchaba con todo el respeto del mundo»; «de ahí viene que Momo tuviera muchas visitas», comenta el narrador. –«¡Vete con Momo!» se había convertido en una frase hecha.  ¿Por qué? Porque lo «que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar». Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Concluye el narrador: «escuchaba con toda atención y toda simpatía… Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja e indecisa sabía muy bien, de repente lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres…».

Podemos oír, sin escuchar, pero no se puede escuchar sin oír; actividad que puede incluir o no la intención humana, voluntaria consciente y libérrima de escuchar a los demás.

Nelly Trelles Castro
Universidad de Piura

3 comentarios

  • Juan. dice:

    Cabe señalar, al respecto, que en algunos idiomas, se suele enfatizar la diferenciación particular entre verbos sinónimos. Uno de tales idiomas es el ruso, en el que comúnmente se discrimina entre las palabras que son sinónimas una de la otra. Por ej., en el caso de “слышать” y “слушать” (“escuchar” y “oír” respectivamente).
    Gracias por compartir la cultura que nos enriquece.
    Saludos y buen día.

  • Javier dice:

    Acabo de volver a España después de haber vivido en los Estados Unidos durante 46 años. Muchas cosas han mejorado tremendamente en estos años, pero me ha entristecido muchísimo constatar que España es un país mucho más inculto que cuando lo dejé.

    La jerga que se habla y escribe por la calle, en los medios de comunicación, en los periódicos y revistas es espeluznante. Una de las más ofensivas es el haber prácticamente eliminado el verbo “oír” del vocabulario español. En mis tiempos cuando cursaba el bachillerato en Barcelona, los niños de 5 años sabían sin problema alguna la diferencia entre los verbos “oír y escuchar,” así como la diferencia entre “ver y mirar.” Hoy en día se tienen que dar explicaciones que se consideran esotéricas para explicar una diferencia que es dolorosamente obvia.

    A los españoles de hoy en día les fascina usar el verbo “escuchar” constantemente (creo que se tendría que cambiar el nombre de país de España a Escucha!) y han decidido dar al traste con el verbo “oir.” El resultado es que incluso las personas consideradas “cultas” y “educadas” dicen barbaridades tales como “Se escucharon explosiones.” He oído infinidad de veces locutores de televisión española que cuando tienen problemas de audio con sus reporteros, gritan desvergonzadamente “No te escucho… me escuchas?” Y el anuncio de un programa que dice: “Cámaras que todo lo ven y todo lo escuchan…” Ellos mismos demuestran su ignorancia porque, obviamente, el verbo “ver” tiene que ir con “oir” así como el verbo “mirar” tiene que ir con “escuchar ”

    Pero lo más aterrador es que la RAE ha aceptado estás barbaridades que han destrozado el castellano. Estos errores se oían constantemente en la América Latina hace ya 40 años. Ahora ya existen en nuestro país, la cuna del castellano. En la zona de Los Angeles en California donde yo vivía, era muy común oír a dos mexicanos tener el siguiente intercambio: “Dónde está Pedro?” A lo que el otro responde, “No sé, no lo he mirado.”

    La misma barbaridad pero ahora con los verbos “ver” y “mirar.” Estoy seguro que dentro de poco los locutores de TVE y los periodistas de nuestros más importantes rotativos adoptarán esta joya lingüística….

    Y esto sin tener que hablar del leísmo, del uso incorrecto de los tiempos de los verbos, del uso incorrecto de la voz pasiva (para imitar construcciones inglesas), palabras creadas para imitar a palabras inglesas, palabras creadas por deporte o por pereza…

    Francamente, ya he dejado de ver la tele, leer los periódicos españoles u oír la radio. Es demasiado deprimente….

  • Carlos GN dice:

    Javier: una lengua, cualquiera que ésta sea, siempre evoluciona y termina por dar origen a otra u otras lenguas, como sucedió con el latín. El castellano es un ejemplo de esta evolución. Lo que para nosotros resulta ahora una barbaridad, en algunos siglos será parte común de la lengua. La misma RAE, que es miembro de la ASALE, comparte este hecho inevitable y está consciente de que la lengua le pertenece a los hablantes y no puede imponer sus normas, solo orientar en el uso de la lengua, sobre todo la escrita. Esto no lo digo yo, lo expresó en diversas entrevistas el director anterior de la RAE.

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