No me gusta la sopa ni nunca me gustará  

Por , publicado el 7 de octubre de 2020

En su teoría de la relevancia, Sperber y Wilson (La relevancia. Comunicación y procesos cognitivos, 1994) explican el concepto de eficiencia como la consecución de un determinado objetivo comunicativo con un costo mínimo en cuanto al procesamiento de la información. Para estos autores, la representación del pensamiento del locutor puede ser de dos tipos: literal y figurada. En otras palabras, hay dos formas de decir algo: describimos, si el enunciado como el pensamiento tiene un valor de verdad; interpretamos, si se evidencia la representación de otra representación. De este modo, la tarea de este tipo de teoría pragmática de carácter inferencial es explicar cómo el oyente deduce el significado del hablante a partir de la evidencia que este proporciona; el oyente debe hacer un esfuerzo porque a veces la solución más relevante no es la correcta (Sperber y Wilson, La Teoría de la Relevancia, 2004).

Seguramente, el título de este artículo y su respectiva introducción proponen un desafío o una sorpresa a los lectores: ¿¡qué tendrán que ver los gustos culinarios de la autora con una de las teorías referidas al lenguaje!?

Entre todas las posibilidades de desplazamiento del significado, tradicionalmente llamados “tropos” o “figuras retóricas”, la metáfora es uno de los recursos más fascinantes por sus posibilidades en cuanto a la expresión artística y también de la que todos hacemos uso en el día a día. Como señalan Villanueva y Fernández (La metáfora desde la perspectiva de la pragmática, 1992-1993, p. 195), sea única, creativamente hablando, o socialmente compartida, la metáfora “(…) nos permite destacar aquel aspecto de la realidad que nos interesa iluminar, especialmente cuando sabemos que la utilización de un discurso figurado en lugar de un discurso no figurado indica al receptor que debe centrar su atención en los aspectos de sobresignificación que conlleva el enunciado metafórico”.

Ahora bien, hay metáforas que responden a situaciones locales y que están relacionadas con aspectos culturales muy específicos. Siguiendo con lo propuesto, es probable que sea una representación social que la sopa no les gusta a los más pequeños, pero que son “conminados” a consumirla porque es beneficioso para su salud, entre otras razones.

Joaquín Salvador Lavado Tejón, mundialmente conocido como “Quino”, quien falleció el pasado 30 de septiembre, ha sido estudiado por el tipo de traslación que sufre el significado propio y primitivo de algunas de sus frases. Por citar un ejemplo, en lo que nos interesa compartir en este artículo, Latxague (2008) analiza con rigor la metáfora de la enfermedad en la tira cómica Mafalda como una forma de mostrar las preocupaciones de Quino sobre el contexto argentino y mundial relacionados con la guerra y los derechos humanos, entre otros. Y, seguramente, todos recordamos a la pequeña Mafalda curando al globo terráqueo.

Lo que sí muchos entendimos de modo literal es que tomar sopa cada día era una experiencia abominable. Algunos incluso (ya de grandes) insistíamos en conversaciones del día a día: yo soy como Mafalda, no me gusta la sopa (ni me gustará). De ahí la sorpresa, al conocer consultando todo lo publicado a raíz de la partida física de su autor, el motivo de esta “alergia”.

Quino ha dicho en diversas entrevistas que la sopa representa “los regímenes militares que tuvimos que soportar en esta parte del Cono Sur. Porque todo lo que impone normas estrictas y hay que hacerlo por obligación quita la libertad y eso es muy desagradable”. Ahora, para sus seguidores, la sopa cobra otro sentido. Ella corresponde a «lo que nos querían hacer tragar». Y agrega en este reportaje que en todo esto hay una gran contradicción: «A un niño le enseñan cosas que no deben hacerse porque están mal o hacen daño, pero en los diarios encuentra masacres y guerras. ¿Por qué los grandes no hacen lo que enseñan?» (El Periódico, 30/09/2020).

Aunque Mafalda dejó de publicarse por decisión de su autor el 25 de junio de 1973, las metáforas referidas a la alimentación, mundialmente todo un tema abordado por los medios de comunicación de masas como tendencia en los últimos tiempos, siguieron siendo parte de su universo humorístico. En La aventura del comer (2017), una de sus última obras, hay toda una constelación de este tipo de recursos alrededor de la mesa y con los que su autor sigue planteando nuevos retos interpretativos a sus lectores más recientes, pero que desvelamos en sus propias palabras: “Los restaurantes tienen mucha similitud con los sistemas de poder, pues en un restaurante uno está a merced del camarero o del chef, quienes te dan lo que les parece, como les parece y cuando les place, además de todo, después tenemos que pagarles”.

 Fuente de imagen: https://launion.com.ar/nota/-37093/17/06/mafalda-y-la-sopa

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