Es lo que dices… y cómo lo dices

Por , publicado el 9 de junio de 2021

En cualquier país, un año electoral suele estar inundado de mítines, discursos, entrevistas, debates y otras formas de comunicación oral, por no hablar de las escritas. En semejantes trances, la oratoria juega un papel muy importante. El hablar bien en público forma parte de la imagen del locutor, que con esto puede ganar o perder adeptos. Según el diccionario académico (DLE, 2014), elocuencia es ‘la manera de hablar para expresar los conceptos’, y a revisar sus características dedicaremos este artículo.

Empecemos por los factores que caracterizan la elocución de cada hablante que, según el Libro de estilo de la lengua española (2018), son seis: la velocidad de habla, la presencia de pausas, la intensidad, el acento, el ritmo y la entonación. Estos elementos están relacionados entre sí cuando se produce un discurso, y por eso una variación en un solo factor puede producir cambios en otros: por ejemplo, si un hablante aumenta la velocidad con la que habla, este cambio se asocia normalmente con un aumento en la intensidad de la voz; ambos recursos destinados a dar más énfasis al mensaje.

La velocidad del habla es el tiempo que dura la emisión de lo expresado, incluyendo sus pausas. Está influida por factores individuales como la personalidad, la edad, el sexo, el estado de ánimo o estado físico, así como por factores contextuales como la cantidad de tiempo disponible para el emisor, el grado de cercanía de su relación con el receptor y, por tanto, la formalidad del mensaje. Existen, además, factores cognitivos en relación con el esfuerzo del hablante durante la emisión del mensaje, según domine el contenido, lo tenga preparado o memorizado, improvise, etc. Por último, el factor emocional o estado de ánimo del hablante influirá en la velocidad del habla, por ejemplo, si está nervioso, ansioso, alegre…

Por su parte, las pausas interrumpen el transcurso del habla y afectan, por tanto, su velocidad. Pueden ser “vacías” (también llamadas silenciosas), o bien “llenas” cuando se manifiestan mediante sonidos (mmm), alargamientos de vocales (eeee) o muletillas (este, esto, ¿sí?, ¿no?). Las pausas vacías pueden aparecer tanto en conversaciones espontáneas como en las planificadas y también en lecturas en voz alta, mientras que las llenas son propias del habla espontánea.

Las pausas vacías se pueden subdividir a su vez en pausas fisiológicas, que son las que se dan para que el hablante pueda respirar, y en pausas lingüísticas, que estructuran sintácticamente el enunciado y mantienen el sentido para que se entienda mejor lo que se dice y no haya ambigüedad. Tanto las pausas vacías como las llenas pueden ser pausas cognitivas, ya sea porque el hablante vacila en cómo seguir su discurso, o bien porque mediante ellas manifiesta una intención deliberada, como dar énfasis, dar tiempo para que el oyente reflexione, ceder el turno de palabra, etc.

Otro factor de la elocución es la intensidad, esto es, la pronunciación con más o menos volumen de sonido y esfuerzo articulatorio. Esta diferencia de intensidad es también un rasgo cultural según el lugar de origen de los hablantes, y puede dar lugar a malentendidos o considerarse descortés, rudo o vulgar; el Libro de estilo menciona este ejemplo: “Se señala a menudo, la divergencia entre los hábitos de sus hablantes  europeos –que gritan más y sobrepasan con frecuencia los 50 decibelios– y los de sus hablantes americanos –que suelen moverse en rangos inferiores de intensidad” (RAE, 2018, p. 240). Por su parte, el factor del acento es la mayor fuerza de voz con que se pronuncia una sílaba dentro de una palabra; se subdivide en fonético, debido a las variaciones del tono y la intensidad, y en ortográfico, debido a las reglas de acentuación gráfica, lo que conocemos como tilde. El ritmo, por su parte, sería una especie particular de compás propio de cada lengua que, por ejemplo, en español puede hacerse recaer sobre sílabas tónicas repetidas en periodos regulares, como las rimas en un discurso poético.

Por último, la entonación, que es la melodía con la que se emite un enunciado. Es a lo que se refiere la conocida expresión “lo que me molestó fue el tono con que lo dijo”. La entonación tiene un papel muy importante para “aclarar, clarificar, matizar o destacar los significados transmitidos” (RAE, 2018, p. 253).

Conviene entonces tener en cuenta todos estos elementos al momento de entender el significado de lo que se nos dice: cualquier cambio en uno de ellos puede llevar a un significado diferente, por lo que el hablante debe saber utilizarlos y el oyente, distinguirlos.

 

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