¿El hada o la hada?

Por , publicado el 5 de octubre de 2012

La determinación de sustantivos femeninos que empiezan por “a” o “ha” tónica

Si hacemos un repaso de nuestra infancia, quizás el recuerdo más inmediato sea uno de tantos cuentos de hadas que nos leían nuestros padres o profesores: “Al bautizo de la pequeña fueron invitadas todas las hadas del reino y cada una le ofreció un don. Se presentó una vieja hada, quien dijo:

―¡A los dieciocho años se pinchará con el huso de una rueca y morirá!

Pero el hada que aún no había concedido su don dijo:

―¡No puedo anular tal maldición, pero sí modificarla. Será un sueño que durará cien años!

Es fácil reconocer el título de este cuento, sus personajes y algunos objetos: el rey, la reina, el huso de una rueca… Pues bien, para identificar o señalar cada uno de los sustantivos –dentro de la historia y fuera de ella– utilizamos un artículo que se relaciona en género y número con el sustantivo al que precede.

Pero, ¿por qué utilizamos el artículo el ante un sustantivo femenino como hada? En realidad, el artículo el (de el hada) no tiene el mismo origen que el artículo masculino el (de el río). El castellano, en la Edad Media, contaba con un artículo masculino elo (del latín illum) y otro femenino ela (del latín illa). Este último, por motivos eufónicos, perdía la vocal final el(a) cuando le seguía un sustantivo que comenzaba por vocal, evitando el encuentro de las dos vocales. Con el paso del tiempo, este proceso se ha restringido a sustantivos femeninos que comienzan por a o ha tónicas. De ahí que la forma correcta del artículo en el hada, así como en el agua, el hacha y el alma, corresponde al uso de el, entendido como una variante femenina y no masculina. Esto lo podemos comprobar al ver que la concordancia afecta también al adjetivo que acompaña a estos sustantivos femeninos: el hada generosa, el agua contaminada, el hacha afilada y el alma inquieta.

No obstante, este tipo de sustantivo (hada) puede ir también precedido de la forma femenina del artículo la, pero solo en determinadas circunstancias: cuando presenta sufijos como –ita, –illa o -aza, en que, como consecuencia de ello, se da un cambio de acento al convertir la ha o a en átona (la hadita); o también cuando aparece en plural como en el cuento: las hadas; o si se intercala entre el artículo y el sustantivo otra palabra: la vieja hada; aunque, si el artículo precede ya no a un sustantivo sino a un adjetivo femenino que empieza por a tónica, seguiremos empleando las formas femeninas, la agria manzana, la alta montaña

Del mismo modo, resulta adecuado utilizar la forma apocopada de los indefinidos un (un hada), algún (algún alma) y ningún (ningún hacha). Si bien no se consideran incorrectas las formas femeninas de estos indefinidos una hada, alguna alma y ninguna hacha, se recomienda el uso de la forma apocopada. Por otro lado, como indican la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española (2005), solo cabe la forma femenina de otros determinativos: esta hada, otra alma y toda el agua. Por ello, no debe resultar extraño decir: “Se ha contaminado toda el agua del pozo San Eduardo. La población de ese sector contará con poca agua toda la semana”. Como en los casos anteriores, poca concuerda en género femenino (y número) con el sustantivo agua.

Pues bien, a partir de un fragmento de “La Bella Durmiente” hemos podido conocer algo más de nuestra lengua. Además, nos permite compartir aquella extraordinaria reflexión lingüística de un niño de cinco años, cuando le preguntó a su profesor, después de leerles el cuento y de escribir en la pizarra el rey, la reina y el hada, por qué escribía el hada si era mujer y no hombre; y por qué no hay *hados padrinos y sí hadas madrinas. Quizás la primera pregunta te la habrás planteado muchas veces, pero ahora ya conoces la respuesta. Y en cuanto a la segunda, si bien solo hay hadas, sí existe la palabra hado, que procede del masculino latino fatum con el significado de ‘predicción oráculo, destino’. Precisamente, su forma plural fata pasó a ser el nombre con el que los latinos hacían referencia a las Parcas, que eran las tres diosas que simbolizaban el destino de los hombres. De ahí que el hada (del latín fata) represente a ‘aquel ser fantástico con un cierto poder mágico sobre el destino de las personas’.

Inés Arteaga Campos

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