Cuestión de suerte

Por , publicado el 24 de febrero de 2021

La suerte tiene muchos nombres, empezando por el de una diosa venerada en el Imperio romano, y por eso al suertudo se le dice afortunado, aunque para los antiguos la fortuna podía ser también adversa. En España es común decir tener potra como sinónimo de tener suerte, debido a que los que sufrían de alguna potra (es decir, una hernia en algún tejido blando), parece que tenían la capacidad de predecir mejor los cambios de clima y de estación. Es de origen incierto y no parece vincularse con el femenino de potro. Para decir al que tiene suerte, gracia, fortuna o buena ventura se dice en muchos países hispanoamericanos (desde México hasta Uruguay), que es un “lechero”, tal vez debido a que el adjetivo, que se aplica igual al vendedor de leche, también designaba en otros tiempos al logrero o cicatero, y es fácil deslizar el sentido de tener suerte al que consigue cosas aunque sea por medios no muy amables (eso de llamar suerte al esfuerzo que obtiene el éxito del otro lo hacen siempre los cretinos para quitar méritos al prójimo).

En el siglo XVIII, el Concolorcorvo refiere un pleito que establece un arrogante y fornido vaquero con un jesuita, quien con una tropilla de tucumanos había espantado el ganado. El corpulento Cosío amenaza con un trabuco «naranjero» para que se detenga «si no quiere ser el cuarto que eche a la eternidad». El sacerdote, perplejo, solo atina a preguntar si los tres habían sido también sacerdotes, a lo que el arrogante Cosío responde que «todos habían sido lecheros, pero que no haría escrúpulo en matar a cualquiera que le quisiese insultar o atropellar» (Alonso Carrió de la Vandera, Concolorcorvo. El lazarillo de ciegos caminantes [1775] 1973, pág. 238). Aquellos pobres y desafortunados lecheros no habían tenido suerte, con lo que hay que presumir que el cambio semántico ha sido republicano. Si bien se reserva al uso coloquial, el término no reviste carga despectiva. En Cuba y Puerto Rico se consigna todavía la acepción de ‘oportunista’ o ‘logrero’. Ángel Rosenblat registraba en Venezuela hacia 1960 el significado despectivo de ‘pichirre’ o ‘avaro’, aunque para el afortunado se tenía el derivado lechoso, además de sortario.

Tanto en Venezuela como en otros países son variadas las expresiones con las que se expresa la buena suerte, la buena estrella o la ventura. Según Rosenblat, la frase ¡Qué leche! era algo grosera, y también era vulgar la frase ¡Qué lechazo!, usada para aludir a un golpe de suerte. Por su parte, agraciado tiene un uso restringido y suele aplicarse al que obtiene un premio en algún sorteo (además de ser sinónimo de ‘bien parecido’). Al desafortunado se le dice, en la mayor parte del mundo hispánico, salado, aunque en España también se le dice así al que tiene gracia y donaire.

La Academia recoge, asimismo, la acepción de ‘cicatero’ o ‘tacaño’ para lechero, que fue consignada por Augusto Malaret, en 1917 (junto con el significado de ‘persona que procura siempre sacar ventaja sin peligro alguno’), como propias de Puerto Rico y Venezuela. En España tener mala leche (tal vez recuerdo de las viejas teorías de los “humores”) significa estar de muy malos humos y no tiene nada que ver con el mundo de las ruletas. Tener mala leche y ser la leche se han incorporado al diccionario académico recién desde 1984 y 2001, respectivamente. Una leche puede ser también un golpe. En la última también se recoge la leche como frase elativa equivalente a ‘mucho’, que no se emplea o resulta poco conocida en el español americano.

En Lima y en otras muchas ciudades existía el suertero, que pregonaba y vendía por las calles números de la suerte, según recoge Juan de Arona (1883). En nuestros días han venido en llamarse tinqueros los que juegan mucho (no siempre con fortuna) una lotería que en Perú se llama con palabra quechua: la Tinka.

Para averiguar el motivo que habría originado la asociación entre la leche y la buena fortuna no hace falta acudir a las constelaciones. En el habla vulgar de México, la expresión hijo del lechero es una locución nominal que vale despectivamente como hijo ilegítimo o hijo natural, y también al que se cría con una nodriza. En Honduras se aplica humorísticamente al niño que no se parece mucho a su fingido progenitor. No parece que esto tenga relación con el llamar lechero o lechera a alguien suertudo o afortunado. En cualquier caso, la expresión no tiene ninguna marca discriminatoria.

Un comentario

  • Juan Pérez Nomás dice:

    “En Lima y en otras muchas ciudades existía el suertero a quien usualmente se le llamaba “sortero”. Es de notar que para documentar el tema recurren al espacio, “desde México hasta Uruguay” esquivando a la Argentina y, a veces, olvidando el tiempo.
    En el Perú, (que los de otras partes digan cómo es en esas otras partes) la forma de hablar varía no sólo con el espacio, sino en el tiempo. De T a T (de Tumbes a Tacna) hay variantes en el hablar que no es necesario ir a México o Chile. Dejemos eso.

    La extensa nota que hoy nos entregan no menciona el azar y lo que, al hablar de suerte, se dice “que el que más se esfuerza, más estudia y más se dedica, mas suerte tiene.”

    Hay una suerte de variantes para definir la suerte, el destino, la fortuna, el azar.

    Aparte de eso, se mezcla y confunde la suerte con el azar.

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